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Inicio / Cuenteros Locales / carampaima / Erasmo el valiente muy cobarde

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Erasmo era mi vecino. Yo vivía en una casita campesina muy pobre en medio de un potrero. Él vivía en un chalet que se decía valía varios millones de dólares. Tenía una camioneta Hummer y también utilizaba una moto de American Specialities cuyo valor era de unos 250000 dólares ya que era hecha sobre medidas. Cuando se desplazaba a las ciudades o salía a otros lugares invariablemente llegaban 10 guardaespaldas en camionetas blindadas con vidrios polarizados. Erasmo no me atravesaba saludo y Brenda su mujer tampoco. Éramos muy poca cosa para ellos. No era comparable nuestro burro con la Hummer ni su chalet con mi tugurio. Brenda era una mujer alta y hermosísima. Probablemente a su belleza había añadido algunas cirugías. Tan bonita era que era la comidilla erótica en todas las conversaciones de cuantos la conocían. Un día, a la madrugada, una voz de mujer llamaba a mi puerta pidiendo auxilio con mucha angustia a la vez que golpeaba mi puerta como si algo muy malo la persiguiera. Me levanté medio dormido y con trabajo encontré mi linterna y quite la tranca de madera de la puerta y abrí. Era Brenda totalmente desnuda. Sentí vergüenza ajena y le ofrecí una toalla para que se cubriera y ella me dijo que no y sin mediar palabra me cogió de la mano y me halo hacia su casa en forma apresurada. Por el camino yo llevaba una mezcla muy extraña de sentimientos. No puedo describir cuantos sentimientos llevaba cruzados en mi alma. Imaginaba mil cosas eróticas y temores de encontrarme con Erasmo. Pensaba en una extraña celada o que tal vez se tratase de alguna excentricidad sexual de Brenda. En la confusión no atinaba a adivinar de que se trataba. Una vez dentro del chalet me hizo entrar rápidamente en un cuarto y vi en el piso una culebrita de unos 10 centímetros enrolladita como durmiendo. Mi sorpresa grande fue cuando vi a Erasmo también desnudo tiritando de frio y de miedo subido sobre un escaparate con una pistola MiniIngrand en la mano. Era el propio Erasmo que me suplicaba que, por favor, matara esa fiera. La tome con una pala y la saque para el potrero para que se fuera. Desde ese día tampoco Brenda ni Erasmo me han vuelto a dirigir palabra ni a saludarme.

Texto agregado el 24-11-2012, y leído por 217 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
24-11-2012 Es un caso típico que pone en relieve las cosas 'menores' que podrían en un momento ser seriamente importantes. Bien escrito, sin que decayese el sentimiento. Te felicito. peco
24-11-2012 Un texto con mucha fuerza y muy bien escrito, bravo. iwan-al-tarsh
 
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