Me creo inmortal. Creo que nunca envejeceré. Pienso que las penas que me agobian durarán para siempre, convivo sin embargo con la esperanza estúpida de que se irán en cualquier momento. Creo en el futuro, más le temo, porque me mira de frente y sin reparos. Miro a los ojos para hacerme la valiente y no lo soy. Soy cobarde, tanto que no lo admito nunca. No sé amar. No sé si se enseña en algún lado pero conmigo no lo hicieron. Soy cordial, cordial hasta la médula y eso me enferma. Cada muestra de afecto es una condena, desconfío de cada una de ellas, pero las necesito de una forma tan desesperada que resulta patética. Necesito tu aprobación, porque la mía no la tengo. No la tendré nunca porque no soy quien quiero ser.

No sé quien quiero ser. ¿Alguien feliz tal vez?, quiero encontrar eso que no pueda dejar de hacer. Volver a soñar despierta cada minuto de mi vida como cuando era niña. Sólo volver, y ya no llorar más en silencio, ni sentirme rota a cada paso del día. No sentir más la carga del desprecio y que el cariño me sea natural. Llorar sin pena y en libertad, reír sin motivo, caminar sin rumbo, morirme todos los días para que la vida carezca de sentido. Para no tener que ser nadie, ni buscarlo todo, ni mentirte para desconocerme. Para me ames por todo lo que odias de mi, para que por esta vez, te quieras quedar.