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De repente, murió: que es cuando un hombre llega entero, pronto de sus propias profundidades. Se pasó para el lado claro. La gente muere para probar que vivió. Pero ¿qué es el pormenor de ausencia? Las personas no mueren. Quedan encantadas..."
-Está dormido-.
-Por supuesto que lo está, ningún niño puede soportar ésta lectura-
-Debería intentarlo por lo menos, necesita llenar su mente de cosas reales, hallar la magia en las palabras para que no ande por ahí, saltando por las escaleras.
-Vas a hacerlo infeliz porque no lo dejas ser un niño, lo único que desea es volar.
-Al parecer desea morir ¿Qué quieres que haga? ¿Que salte con él?, ¿Lo empuje yo mismo para sea un niño? No puede volar, no puede ahora, ni podrá nunca, ya es hora de que despierte.
- Tú lo viste volar, él no necesita alas
- No me digas lo que vi, mi percepción obedece mi razón, además no le conoces y ya es hora de que despierte
-Demasiado básico para comprender, incapacitado para soñar, sólo míralo, mira que bien vuela, eres tú el que necesita despertar.
Y despertó, sosteniendo el libro apenas, a punto de caer de la silla, sintiendo el frío subir por sus pantorrillas; sal de ahí mamá, sal de mi cabeza- se estremeció ligeramente. Por alguna razón se sentía aún en el sueño, debió haberse dormido mientras leía para el pequeño, quería llamarlo para continuar pero el “incapacitado para soñar” resonó de nuevo en su cabeza, así que salió de la habitación.
No es tan complejo aquello de soñar- pensó-, lo difícil es mantener los pies sobre la tierra, un par de frases de autoayuda y los pobres imbéciles que viven del opio maravilloso de la autocompasión creen que pueden cambiar el mundo, su mundo al menos, pero ni ese mundo cambia, y tampoco ellos pueden volar. Avergonzado por dudar de la realidad, se sentó en el pasillo y volvió a la lectura.
“La gente muere para probar que vivió. Pero ¿qué es el pormenor de ausencia? Las personas no mueren. Quedan encantadas..."
-No mueren… dijo la voz
-Sal de mi cabeza mamá
-¿Es que no pones atención? Que no morimos, quedamos encantados.
-Son sólo palabras, el que alguien las ponga sobre el papel no las hace verdaderas
-Pero el hecho de que tu madre represente la voz de tu conciencia sí lo hace verdadero
-Siempre fuiste mi conciencia, ¿qué puede hacerse?, “shit happens”.
-Dímelo a mí, con la vida que tuve y lo mejor que pude hacer de mi eternidad es ser tu conciencia.
Rió con ganas- van a encerrarme pensó- tengo que estar justo en un manicomio para empezar a sostener conversaciones con mi conciencia, la cual al parecer tiene el humor de mi madre.
-Por lo menos te hago reír, si tu padre fuese tu conciencia estarías llorando como un niño, hablando de la conveniencia de un psiquiatra.
-¿Qué haces en mi cabeza? Ya te dije que salieras.
-El pequeño puede volar, no lo condenes sólo a soñar mientras duerme, como tu padre hizo contigo.
-¿De qué estás hablando?
-Puede volar y lo sabes, porque tú podías.
-Estoy delirando, es eso, deliro porque estoy exhausto.
-No deliras, pero deberías. Estás tan cuerdo que reconoces con serenidad tu existencia y tomas con aplomo lo que debería ser una aventura. Déjalo volar.
-Sólo quiero hacer de él un hombre- dijo en voz alta invadido por la ira- es hora de que crezca y ya no estás aquí para que sigas alimentando su fantasía, está haciéndose daño.
-Como si la solución fuese paredes acolchadas. ¿A quién quieres engañar?, ¿soy tu conciencia recuerdas?, contemplas la posibilidad porque sabes que existe.
Cerró los ojos, sentíase mareado, dudó de si estaba soñando de nuevo. Cuando era pequeño su madre solía decirle que cerrara los ojos y fuera consciente de su respiración, realmente consciente como si cada bocanada de aire que circulaba por sus pulmones fuese una brisa divina. Dentro de sí imaginaba su cuerpo como una gran fábrica llena de duendes de colores alimentados por la magia del aire para hacerlo funcionar. Así que en vez de aire respiraba magia y cuando enfermaba creía haberse tragado una que otra quimera entre tanta comida y lloraba entre los brazos de su madre que le decía que ellos estaban bien, que no era su culpa y que cada enfermedad dictaba lo muerte de ciertos duendecillos que al igual que los hombres debían morir.
Pero ya habían muerto todos, su cuerpo era gobernado por quimeras y se encontró a sí mismo deseando con tanta fuerza que su hijo pudiera volar, que sintió miedo. Si no le quedaban duendes tal vez estaba muerto.
-Es mejor que me recluya yo también, por el bien de los duendecillos, ya no están bien de la cabeza.
-Puede volar y lo sabes, dijo su madre en su cabeza, una vez más.
-Me estoy volviendo loco, pero vamos a estar bien duendecillos, vamos a estar bien.
Y lo supo, estaba loco, su demencia lo atacaba con la misma certeza con la que había estado cuerdo todos estos años, porque vio al pequeño volar, lo vio esta vez y supo que no estaba soñando, era tan real como los duendecillos multicolor. Lo vio sonreírle desde la ventana del pasillo como despedida mientras se lanzaba al vacío ante la mirada atónita de las enfermeras de turno.
-Mamá, creo que mis duendecillos y yo necesitamos una camisa de fuerza.

Texto agregado el 30-10-2012, y leído por 130 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
10-11-2017 Subyugante. Me recuerda a los cuentos de Clarice Lispector. Un viaje a lo profundo, a los estratos más hondos de la consciencia humana. Leerlo me desestabilizó la consciencia, y más las emociones. Pato-Guacalas
30-10-2012 Muy bueno!!! silvimar-
30-10-2012 Vale, yo suelo conversar con elfos, oscuros...Original y adentra en la psique. Eneas-capote
 
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