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Se dice que el encuentro más importante de ajedrez de Piero Albossi no tuvo lugar en su natal Sicilia; ni siquiera en alguna sala europea donde los jugadores de la nobleza llegaban en elegantes carruajes conducidos por orondos mozos de librea y cuello engolillado. La confrontación más bien ocurrió en un asentamiento de beduinos en Al Aqsa, el último punto neural del desierto del Kalahari tocado por el río “Anhanarih”, El que escurre.

Se sabe que antes de cumplir los 30 años Piero Albossi llegó sobre un camello polvoriento en una caravana guiada por un traficante de hierbas alucinógenas, al lado de varios naturalistas y antropólogos de quienes se apartó a la primera oportunidad.

Se cuenta que no pidió agua fresca ni un sitio para asearse, sino ver al legendario estratega del Islam Mustaphá Ibrahim, de quien se decía que era capaz de dictar desplazamientos de alfiles montado sobre un dromedario encabritado.

Tal como quedaría asentado en el mamotreto “Consistencia Celestial” del entonces joven Yesser “el Sigiloso”, Piero Albossi no sólo era un hombre altivo, sino dueño de unas facciones que debían pertenecer al ángel Yibril que reveló el sagrado “Al Qur’an” al Profeta; y a pesar de que vestía a la usanza árabe, en más de uno provocó un pasmo de horror al despojarse del keffiyeh y descubrir su cara ornada con un cabello ígneo ancestral.


La realidad fue que antes de obstinarse por el duelo contra Mustaphá Ibrahim, Piero Albossi ya había aniquilado con displicencia a los campeones de Italia, Inglaterra, Francia y hasta “la Santa Rusia” del Zar.

Tales contendientes alegaban que los encuentros carecían de “legitimidad mental y moral” por haberse disputado a puerta cerrada y “sin los mínimos requerimientos tácticos”, pero a Piero Albossi le había bastado con ver los rostros tensos que penosamente dejaban asentarse una sonrisa trémula al estrechar la mano del rival.

Se dice que Piero Albossi se enteró de Mustaphá Ibrahim un día que deambulaba por el puerto de Nápoles, cuando escuchó comentarios de unos viejos que azotaban peones en un tablero mellado fijo entre los embalajes de las mercaderías turcas que recién descargaran.

Piero Albossi registraría en sus memorias que oyó hablar de “el Temeroso de Alá” Mustaphá Ibrahim y “se fermentó en su espíritu” la obsesión por arrostrar de una vez a un auténtico mito viviente, ante quien los que fueran sus contrincantes empalidecían como estrellas humilladas por el sol.


Así fue como Piero Albossi se las arregló para cobrar viejos favores a varios diplomáticos que se encargarían de organizar la expedición científica cuyo auténtico propósito era enfrentar al mejor ajedrecista siciliano contra el incierto Mustaphá Ibrahim.

Piero Albossi poseía un prestigio que le daba un aura de dignidad casi episcopal, pero hoy se sabe gracias a Yesser el Sigiloso que el visitante vio la silueta enigmática del humilde Mustaphá Ibrahim y demudó el rostro al hendirse alguna parte de su constitución mental.

Horas después encararía su ignominiosa derrota frente al sereno pastor, minúsculo cual si fuera la encarnación del más pequeño de los Djiin.

Texto agregado el 20-10-2012, y leído por 394 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
30-10-2012 Interesante texto, con buenas descripciones e interesante trama. Te sigo... Stromboli_
26-10-2012 Disfruté de este relato. Muy bueno, el contenido y la forma. Me gusta. Saludos Dhingy
25-10-2012 Muy agradable esta lectura. luciaelsol
23-10-2012 Excelente glori
20-10-2012 Extraordinario relato. Con erudicción hilvanas una magnífica historia. No eludes el misticismo del medio oriente. Es de agradecer que la página cuente con cuentistas de tu talla. Saludos. umbrio
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