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Fin de la discordia
Como la haría con cualquier inocente barco de papel, la corriente que se deslizaba formando un minúsculo rio en la margen izquierda de un camino abandonado por donde, según se dice podía irse al a aldea habitada por los últimos hombres inmortales, una sanguinaria y arcaica raza de humanos que se extraviaron en los laberintos del conocimiento y se las ingeniaron para desaparecer… Violentamente era arrastrado por la pequeña pero impetuosa corriente aquel pedazo de uña testigo mudo de aquella nefasta historia. La noche que antecedió aquella mañana, cuyo sol se regocijaba en despedir reconfortantes rayos sobre las gotas de agua adheridas a las alargadas hojas de los helechos colgados en las ramas de cedros y pinos; supervivientes que se alzaban imponentes sobre el panorama desolador que se observaba como a un kilómetro de allí. ¡¡Con cuanto horror han de recordar todos los demonios y los ángeles que presenciaron ese cuadro de crueldad y justicia!! ¡¡Aun la misma noche!! Ella que conoce y guarda los mas espeluznantes misterios y los mas horribles miedos ¡¡aun ella conmovió su alma negra!! Una verdadera sorpresa ese horrible juicio…
-Vienen días malos Sam, lo sé por que he podido sentirlo, las noches se han convertido en fuentes de malos presagios, flota en el ambiente una sensación de peligro inminente…- iba a decir algo mas, pero se interrumpió al ver que estaba asustando a su escuálido marido.
-Te he dicho que no me asustes con tus visiones y las locuras de papá, eso es pavoroso Candy; por que no vienes y me abrazas mejor-
-siempre supe que me las tendría que arreglar sola, debo estar a solas para pensar- tenía el ceño fruncido, realmente estaba molesta y se marcho dejándolo con los brazos extendidos.
Realmente era un contraste la pareja que hacían Sam y Candy. Él un sujeto de baja estatura, flaco y desgarbado y cobarde en todo el sentido de la palabra (sin exagerar). Ella, alta, esbelta, cabello negro, mejillas rosadas, ojos verde esmeralda, boca perfecta que protegía una impecable fila de dientes blancos bien puestos en su sitio; su belleza podía catalogarse como perturbadora (sin exagerar). Eran el centro de innumerables comentarios, debido a tan marcado contraste, pero lo cierto es que las circunstancias que los llevaron a estar juntos estaban muy lejos de ser entendida por la mayoría de los que le rodeaban; precisamente por la particularidad del hecho.
La familia de Candy había sido asesinada por cuestiones relacionadas con la mafia: uno de los miembros a parecer no pudo justificar la desaparición de un dinero y eso trajo como consecuencia el asesinato sistemático de todos, uno cada noche; hasta que una decisión del padre hizo que el proceso de exterminio fuera acelerado; convocó a los miembros de la familia que estuvieran en capacidad para empuñar un arma para instarles a alzarse en contra de la organización que les estaba aniquilando. El resultado fue que eliminaron a todos los que estaban a su alcance esa noche, concluyendo meses después esa horrible venganza con el asesinato del último miembro de esa estirpe rastreado hasta una de las islas superiores de Escocia.
Únicamente Candy pudo salvarse de morir, el pistolero que le iba a disparar quedó deslumbrado con su extraordinaria gracia y sin pensarlo mucho la llevó con él, acto que le costó la vida a él y a su familia, pues alguien más se enteró del hecho y lo informó.
Una vez más Candy corrió con suerte: está vez pudo ver de lejos la caravana de Cadillacs negros cuando se dirigían hacia allí –la muerte me busca de nuevo- pensó al verlos. Acto seguido, bajo a la sala y pasó hacia el jardín del frente, para sentarse en un banco que estaba bajo un árbol al otro lado de la calle y quedaba en la penumbra.
Los autos llegaron y bajaron alrededor de doce hombres vestidos con gabanes cafés. Rostros como de cera y miradas endiabladas se instalaron aquella noche en la memoria de Candy; aquellos, como máquinas de destrucción bien sincronizadas caminaron hacia la puerta y la derribándola con las ametralladoras uzis que portaban bajo el gabán; a continuación unos gritos de impotencia, de desesperación, de dolor se esforzaban por alzarse sobre los ensordecedores disparos que silenciaban sus vidas y así transmitir su suplica por justicia a quien pudiera escuchar en las inconmensurables regiones de la noche.
Esa noche, de pie entre los siete cadáveres concluyo que nada podría sorprenderle de ahí en adelante; el hombre realmente es una cosa viviente capaz de cometer los actos mas atroces y pasarlo como nada, eso le convierte entonces en el peor ser de la naturaleza, la cosa última a la que llegara fue el hecho de, ella misma hacer parte de esa especie. Se hacia necesario para ella prescindir de todo tipo de sentimiento afectivo para mirarlo todo de manera objetiva y clara, para ver la realidad sin ningún velo. Estaba sola y no podía equivocarse y necesitaba aprender a vivir. Si, a vivir.
Su porvenir parecía incierto, solo le quedó la opción de vagar por las calles con una maleta roja en que cargaba tres vestidos, dos calzones de lycra, un peine y un par de zapatos blancos; Trabó relaciones con dos ancianas que vivían en la indigencia y así aseguró por lo menos dos comidas al día. Hizo de una biblioteca su hogar durante las horas que estaba den servicio, de este modo adquirió conocimientos invaluables, algunas tardes se paseaba por sitios concurridos por la gente de élite, para observarles y aprender ciertas cosas sobre ellos, no obstante, se hacía inevitable para ella reprimir esa sensación de repudio, o algo parecido que en realidad no alcanzaba a identificar bien. Quizás se debiera al hecho de saberlos capaces de cometer actos peores que asesinar, ninguno mejor o peor o diferente de los asesinos a los que había visto actuar, todos exactamente iguales ante sus ojos, la diferencia estaba en que las circunstancias no los había colocado frente a una situación en la que fuera necesario hacerlo. Y aun así persisten en exhibir sus repugnantes máscaras de piedad, pretendiendo ser los mejores, ¡aun hay más! Serían capaces de matar, para conservar su apariencia. –un verdadero lodazal-. Se decía Candy.
Una tarde mientras paseaba por un bulevar, sintió que un hombre la observaba con curiosidad, esto no la incomodó en lo más mínimo, ya que en la mirada del tipo no había señal alguna de malicia o morbo. – ¿Tomamos un café?- le dijo después de andar a su lado por varios metros.
-está bien, pensé que solo se dedicaría a mirarme y no diría nada- respondió ella vivazmente.
-debes tener como once años-
¿Qué, eres adivino?-
-no hace falta serlo, aunque te confieso que me tienes sorprendido, tu actitud no es la una niña de once años, tus ojos revelan la basta experiencia que tienes; ¿puedo preguntar donde la adquiriste?- mientras hablaba sus ojos estaban fijos en los de ella, la hacía sentir como si su mirada no se limitara a su exterior.
-digamos que el mundo y la humanidad es una gran escuela y yo soy una excelente alumna- ella no se quedaba atrás, su mirada era imperturbable y su lenguaje impecable. Fue un día de suerte para la niña Candy, es tarde después de escuchar su historia la invitó a su casa.
Jock Holly vivía en una lujosa casa con su hijo Sam La casa a pesar de ser, en apariencia como todas; tenía algo en su interior que la hacía distinta, estaba adornada con objetos extraños y antiguos de diversos lugares del mundo. En la mitad de la sala había una especie de puertecilla de bronce bruñido con el rostro de Melpómene tallada en el centro, ésta conducía a lo que parecía ser un sótano. –Esta será tu nueva casa y este es mi hijo Sam, bienvenida- en ese momento aparecía el chico con un piyama verde, que lo hacía verse un poco ridículo.
-hola señorita- dijo quedamente el muchacho.
-hola, encantada espero que nos llevemos bien- mientras hablaba no dejaba de mirarlo de arriba abajo, la sorprendió ver a alguien con un aspecto tan lamentable, tan enfermizo.
-¿vivirá ella con nosotros padre?-
-así es hijo, ella vivirá con nosotros-
Sam soltó unos sollozos y miro a Jock con ojos suplicantes. -¿me querrás menos ahora?-
-Lo siento tanto señor- dijo Candy a quien se le habían encendido las mejillas.
-descuida ya veras como este chico aprende a convivir ¡ya deja de gimotear Sam!- ordenó de repente. Sam despertó cierta compasión en Candy, al verlo tan débil, tan indefenso ante la vida; se imaginó que hubiera sido de su vida con un carácter pusilánime, como el de Sam y dijo para sus adentros que cuidaría del chico para agradecer a Jock, pero él ya esperaba que algo así sucediera y aplaudió complacido lo que había visto en los ojos de la extraordinaria mujercita…
En su larga vida no había conocido alguien como Candy, según había alcanzado a estimar su capacidad para entender; tranquilamente podía transmitirle todos sus conocimientos, que por cierto eran incalculables teniendo en cuenta que levaba existiendo por siglos y por tanto conocía todas las ciencias existentes, algunas de ellas desconocidas para los hombres comunes; algunas incluso eran obra suya. Candy. De algún modo intuía la clase de hombre que era Jock y secretamente se alegraba por ello, pues había que tener gran capacidad para intuirlo y estaba tomando conciencia de eso; ella misma era un prodigio y se lo confirmaba la forma increíblemente rápida en que asimilaba los conocimientos que le transmitía su fabuloso maestro.
Su paso por la escuela y la universidad fue algo fuera de serie. Los maestro parecían niños de preescolar a su lado; por que hablaba de cualquier tema con la propiedad de alguien que ha inventado tal teorema, o construido la formula o planteado la teoría, o presenciado el suceso histórico. Arrasó con todos los honores a su paso, pero a ella sencillamente no le interesaba; quizás la grandeza solo fuera una cosa sin sentido y tratar de pasar desapercibida le permitiera conservar su tranquilidad. Eso había visto hacer a Jock.
Significativa fue también la paciencia y la dedicación con que se detuvo en Sam, algo hecho mas por devoción a Jock, a quien amaba como nunca antes había amado. Todo ese sentimiento, esa capacidad para amar, todo el amor que no alcanzo a dar a su, madre, a sus padres, a sus hermanas, a sus amigos; todo ese amor que tuvo que quedarse con ella a falta de alguien que lo recibiera o lo mereciera, lo dirigió hacia Jock de manera total y absoluta.
Ahora estaba parada frente al espejo. En una gota que se agrandaba en la punta de su nariz se reflejó un poco de luz blanca, produciendo un pequeñísimo destello antes de caer al vacio, Candy la siguió con su mirada y pronto la gota estaba suspendida en el aire siguiendo las líneas del cuerpo de Candy en la imagen del espejo, de pronto tenía una especie de sensación morbosa mescladas con cierta satisfacción al ver cuanto había crecido y cuan insoportable era su belleza, paseaba la gota por una delicadísima línea de bellos semitransparentes que partía desde la parte superior del ombligo y se esparcía por sus costados, seguía con mirada esos ínfimos componentes de su belleza y se complacía en ello, era el aniversario número diecisiete de su llegada a la casa Holly y esa mañana jugando frente al espejo a sentir lo desconocido, quiso de pronto sentir curiosidad por lo que había en el sótano, pero jamás insinuaría siquiera algo sobre el asunto a Jock.
Jock lo decidió una noche. – Vamos al lugar que hay abajo- esa noche su voz sonaba extrañamente melancólica. Apoyó su mano en el rostro de Melpómene grabado en la puerta y la empujó. Los goznes emitieron un extraño sonido y vaho aun mas extraño acarició su cara al abrirse totalmente. Una tristeza la sobrecogió repentinamente, antes de bajar miró por la ventana la luna estaba apenas si estaba adornada con una estrecha franja de luz plateada en uno de sus bordes, como prueba de lo que acababa de suceder, una lágrima atravesó su mejillas. Si todo había acabado, los años de dicha habían pasado. Al comenzar a descender sintió que todos sus fantasma vivían allí o al menos se habían dado cita en ese lugar para verla; las imágenes que guardaba su cerebro en los compartimientos secretos donde encierra aquellas cosas que nunca quisiera volver a ver, cientos de imágenes capturadas por la retina y almacenadas en el olvido voluntario; todas ellas salían ahora en secuencia ¡tan vívidas, tan reales…! Su madre pidiendo clemencia a un rostro como de cera que no cambia de expresión al disparar su colt 45 para destrozarle la cara a su hermano de diez y seis años y al mismo tiempo le revienta un ojo a ella misma con la bala de una mágnum 357… “no podemos permitir que vivas” …tres disparos acabaron con la del abuelo que miraba sin entender nada desde su disoluta vejez “demonios Luigi ¿puedes callar de una vez por todas a esa loca?” …otra vez volvió a sonar la colt 45, y esta vez era su hermana la que abandonaba este mundo, este mísero mundo…

-lo siento Candy, este lugar tiene esa particularidad, nos hace ver nuestro mas trágicos recuerdos, se que es duro para ti, pero también se que lo soportaras, conozco tu historia y es hora que sepas quien soy.
Hubo una época en la historia de la humanidad en la que todo se puso difícil en extremo, la muerte desolaba poblaciones enteras de humanos, la sed de sangre y de violencia llegó a niveles insospechados. Épocas como las invasiones bárbaras, la santa inquisición, las guerras mundiales, los conflictos civiles en África son sólo ínfimas muestras de de la época que te estoy hablando. El hombre poseía una cultura avanzadísima, tanto así que podría decirse que el hombre actual está le falta por lo menos un 75% para alcanzar ese nivel. Había una cultura que desconocíamos, ignorábamos por completo lo que era la guerra, quizás a ello se debiera que las cosas nos marcharan tan bien, descubrirla significó nuestra perdición… nunca supimos que infernal fuerza desató tan nefastos actos. Muchos temimos la aniquilación total de la raza humana, así que decidimos desparecer y dedicarnos a la obtención de nuevos conocimientos que nos permitieran perdurar durante siglos, fue así como descubrimos nuevas ciencias, conocimos fuerzas que habían estado por encima de nuestras capacidades, estudiamos a fondo la naturaleza y desentrañamos sus secretos y finalmente nos hicimos inmortales. Siglos después varios regresaron para tomar represalias contra los humanos normales, que para ese tiempo se habían embrutecido hasta casi perder la capacidad para razonar, la violencia que se había extinguido con el paso del tiempo, volvió a resurgir de una manera mas cruda y volvió a poner al hombre al borde de la extinción, los inmortales mataban por millares a los comunes, y estos a la vez se masacraban entre ellos; la mortandad llegó a ser tal que los mismos demonios se desentendieron de la tierra por que hastiaron de reclamar almas y de ver morir humanos, al terminar todo los que quedaron estaban esparcidos por toda la tierra en pequeños grupos, los pocos saberes que tenían una vez mas se perdía, quizás era tal el hastío por la guerra y la muerte que de algún modo borraron ese fatídico periodo de la memoria colectiva, comenzando de nuevo, nunca jamás se habló de ello y a través de los siglos, fueron estableciéndose nuevas culturas donde la posibilidad de la agresión estaba latente , por lo tanto hacia parte de la civilización y podría ponerse control. La mayor parte de los inmortales decidió evitar todo contacto con los comunes y desaparecieron una vez mas, algunos se asesinaron a si mismos, no soportaban tantas desgracias sobre sus conciencias, poco a poco fueron desapareciendo de este mundo. Aun quedan unos infortunadamente son los mas belicosos, son fríos asesinos, cueles en extremo, sus miradas son todo odio y deseo de sangre; y los antiguos demonios han venido a visitarles nuevamente y ya les exigirán otro tributo de sangre humana.
-¿puedes creer eso Candy?, hay que estar loco para decir esas cosas- era el débil Sam, quien decía esto despectivamente mientras salía del lugar.
-ese chico es tan poca cosa- dijo casi sin presarle atención y siguió, -lo grave es que cuando decidan salir lo primero que harán será buscarme-
¿Pueden destruirte si te encuentran?
-realmente no pueden hacerlo, lo que buscará, será mis conocimientos, pues cuando lograron la inmortalidad se estancaron y desistieron de aprender, además al aislarse de las nuevas civilizaciones, los conocimientos que tienen sobre ellas son nulos. Yo he dejado en ti saberes que son únicos, tienes mis libros y en ellos hay encerrado mucho poder.
-hablas como si fueras a morir-
Lo haré. Mi corazón, mi alma, mi vida; todo en mi esta hastiado de pesares, de dolores, de miserias; de todo lo implica ser humano. Realmente solo esperaba encontrar alguien como tu para desaparecer en paz, una vez quise aniquilar la raza humana de una vez por todas, pero mi voluntad no respondió- mientras decía esto, sacó un frasquito de siete centímetros de largo y con forma hexagonal su interior contenía un líquido ámbar y tenía rotulado en diminutas letras: “el lenguaje secreto de las partículas”. -Es el detonante para la destrucción del hombre, encontrarás un mapa en uno de los libros indica el camino hacia la aldea donde están los últimos de mi especie, si decides cargártelos, no olvides volarles la cabeza con alguna arma de fuego, ya que solo el fuego en sus cabezas puede destruirles, te aseguro que si cortas la cabeza de uno de ellos con ella misma podría derribarte adiós Candy, mi querida Candy, dejo todo ese peso en tus manos. Camino hacia un ataúd se instaló cómodamente en él, de un anillo saco una cápsula roja del tamaño de un grano de azúcar y la puso en el ojo derecho.
¿Qué es?
Un detonante para producir una sobrecarga a mi cerebro
Cerró los ojos y ella miró por última vez el lugar. Ahora completamente sola ahí podía ver cuan extraño era ese lugar, un área de cien metros de largo por sesenta de ancho. Un camino de piedra lo atravesaba y a cada lado, conservando en espacio de sesenta centímetros había un ataúd de cristal sobre un césped perfectamente conservado que tapizaba casi todo el lugar , las paredes eran de roca negra y estaban adornadas con extrañas letra parecidas a la escrituras rupestres que brillaban de modo singular al reflejar las luces rojas y violetas que iluminaba los ataúdes. Eran por lo menos seis decenas de cuerpos los que yacían en aquel lugar, estos estaban bien conservados como si acabaran de morir o simplemente durmieran.
Al sexto mes de la muerte de Jock se casó con el inútil Sam, quizás ella misma desconocía la razón por la que lo hizo, por eso sin reflexionar mucho se dijo que quizás así sintiera mas responsabilidad hacia él. Dedicaba mucho tiempo al estudio delos libros de Jock, a medida que absorbía sus saberes, esperaba con oculta impaciencia a que llegara el día que tuviera que ponerlos en uso. En uno de los libros había información detallada sobre todos los aspectos de la vida de los inmortales. Según el libro solo quedaban ciento veinte de ellos, siempre andaban solos y en casos especiales en grupos reducidos, no mayor a siete individuos, usaban armas hechas con huesos de humanos, con un filo tan fino y tan resistente que podía cortar un trozo de madera de setenta centímetros, además las impregnaban con un veneno que prolongaba la agonía durante setenta y dos horas sin importar la clase de herida que tuviera.
Había pasado un año y Candy comenzaba a preguntarse si estos hombres realmente si saldrían de su aldea y si no era mejor tratar de comenzar una vida normal. Al decimosexto mes aparecieron en los noticieros unas imágenes espeluznantes, se originaban desde un puerto del mar negro y en ellas se observaban varios hombres que agonizaban terriblemente ante la mirada impotente del mundo entero, sus heridas eran asquerosas, unos tenían la cabeza a un lado del cuerpo que convulsionaba, otros habían sido divididos en horribles cortes diagonales y aun así se quejaban inconsolablemente; los menos graves sostenían en las manos sus entrañas mientras miraban con ojos inexpresivos a las cámaras. Un espectáculo macabro inhumano (si es que hay algún acto perverso al que se pueda calificar así); diez y seis cuerpos yacían desparramados a lo largo del puerto.
Al ver esto Candy se alegró, estaba segura que se trataba de ellos, ella sabía que Jock había comenzado la última etapa de su viaje desde un puerto del mar negro; exactamente desde Odessa y quizás convocaron a el mensajero* para seguir la misma ruta de Jock.
Por el momento no había decidido que hacer, aunque todo había comenzado a tornarse extraño, la noche le presentaba sueños bañados de sangre, que la hacían despertarse presa de un terror indecible y un miedo que escapaba a su control apesadumbraba su espíritu y quedaba mirando la oscuridad y aun en su pensamiento persistían los lamentos de cientos de humanos agonizantes en la calles convertidas en verdaderas carnicerías. Inevitablemente era lo que sucedería si permitía que llegaran donde ella. Y sopesaba la posibilidad de no hacer nada y permitirles que castigaran una vez más al hombre, esta vez en su nombre, pero esta era ella quien tenía el control, después ajustaría sus cuentas con los humanos… quizás algún día terminaría con la infamia, quizás nunca mas el universo volvería a ver un ser como el hombre… quizás corrija la nota discordante y la armonía del universo vuelva ser perfecta.
-Sam es hora de dejar este sitio, vamos a cruzar el mundo para realizar algo que quiero hacer decide si vas o te quedas- su voz era firme y no admitía discusión alguna.
De pronto oyó un: ¡¡crack¡¡ seguido por un golpe como el que hacen las cabezas al golpear un piso de concreto, cuando volteo había un hombre arrodillado al lado del cuerpo estrangulado de Sam y tenía una mano en su sien. –según este muerto me dice que eres tu quien tiene los libros de Jock- se puso de pie, era un tipo de mal aspecto sobrepasaba los dos metros de estatura y su mirada era amenazadora. ¿Me los entregarás verdad? – avanzo hacia ella, los otros seis que acompañaban al sujeto permanecían unos metros atrás y también avanzaron. Candy permanecía en su sitio sin moverse y sostenía una glock 40 en su mano firme, no tenía que preocuparse por el ruido, ya que la estación de tren estaba desierta. ¿Qué es?. Preguntó el hombre extrañado.
-es una máquina que dispara un pequeño proyectil que al entrar en tu cabeza hará un explosión y seguidamente tu cerebro saldrá expulsado de tu cráneo como sale el estiércol del trasero de una vaca- disparó una, dos… cinco, seis, siete veces. Una bala para cada cabeza y así liquidó sus primeros siete hombres… no sintió nada, quizás no esperaba sentir nada. Ahora que Sam no estaba a su lado para fastidiarla su viaje iba tomando un carácter mas especial, disfrutaba de forma placentera los paisaje que ofrecía los diversos lugares por donde pasaba, los campos abiertos, la cercanía de una imponente montaña, la quietud de un pequeño pueblo. Ocurría todo lo contrario al pasar por las grandes urbes, el desconcierto se adueñaba al ver el rio de humanos enfrascados en sus vidas minúsculas e insignificante, todos afanados en construir sueños, forjar ilusiones en un inexistente yunque llamado porvenir, distrayéndose voluntariamente de las desoladoras realidades existente alrededor de ellos… rey de la ilusión, del autoengaño…¡¡ escondiendo tanta perversidad tras su apariencia de intelectualidad, de piedad, de bondad!! Ser que día a día construye su propia ruina, es tan bien elaborada, la ha maquillado tan bien hasta hacerlo quedar contemplando su bonita obra… ¡¡hombre!! Un ser con demasiados errores como para que pueda ser corregido, cuya única redención estará en la destrucción total…
Después de siete semanas de viaje llegó a su destino final. El lugar era un bosque donde crecía en abundancia pinos cedros, adornados con helechos que daban al lugar una belleza incomparable; cristalinos riachuelos corrían, probablemente hacía un rio mayor y un camino angosto conducía a través del bosque hacia la aldea, ubicada en el la cima de una meseta en el centro de este.
Su plan estaba trazado de modo que nada quedaba al azar, conocía bien sus costumbres y sus debilidades, ellos también sentían miedo, se enfermaban, en fin. Tenían muchas cosas en común con un humano normal, pero sus habilidades y técnicas especiales no era lago que se pudiera subestimar; poseían una visión muy aguda, invocaban fuerzas malignas y antiguas que estaban a su servicio. Realmente no era algo para desdeñarse. Sin duda alguna uno de los factores que mas a favor de Candy, era la confianza que estos hombres tenían en si mismos.
Guardó una distancia prudente y esperó. Mientras esto hacía, saco uno de los libros y encontró lo que buscaba:
OTRO PODER
“una noche después de muchas décadas, hallé esto: si miráis con el detenimiento necesario a la naturaleza, podréis daros cuenta de la hora exacta en que la vida comienza proliferar, yo lo llamo un derroche de vida. Es un momento donde los cuerpos de vida animal se estremecen y los de vida vegetal se cargan de energía, es una hora exacta ahí se inician todos los procesos químicos que dan origen a nuevas vidas. Justo en ese momento alguien mira a la tierra desde el lejano espacio, alguien que a viajado a lado de cometas y estrellas fugaces, alguien condenado a vagar eternamente por las regiones oscuras, alguien cuya obsesión por la maldad lo tiene confinado en tan lejanas regiones… si lo invocáis en el momento preciso en que mira a la tierra puede hacerse y señor de la región donde estés, no tendrá todo su poder, pero si lo cubrirá todo con su sombra y bajo ella tendréis que realizar todos las maldades que vuestra mente pueda concebir, de lo contrario te llevará y te atormentará para siempre jamás, bajo su sombra quien lo invoque será el único que podrá ver, tal será la densidad de sus tinieblas que reducirá el campo de visión a medio centímetro”
Invocó al demonio encubridor a la hora exacta. La luna que a esa hora brillaba con todo su esplendor se cubrió con un espeso velo negro y un relámpago color violeta agrietó el oscuro cielo. A medida que se acercaba a la aldea podía escuchar voces alteradas y el caminar de hombres asustados. Candy recorrió el lugar como si lo conociera de toda la vida, cada casa que entró e inyectó liquido paralizante a los confundidos hombres, luego los arrastró hacia una especie de plaza que había en medio de la aldea. Tomo una de sus filosas armas y comenzó a desmembrarlos lentamente, mientras el encubridor reía estentóreamente, como señal de aprobación y los demonios incitadores miraban impotente como eran destruidos sus asesinos. Se quejaban terriblemente pues Candy sacaba sus entrañas y con ellas amarraba los miembros cercenados. ¿Quien era esta Candy? Era la Candy de la noche de os Cadillacs negros, la de la matanza de los de su casa, la que veía rostros de cera y miradas frías y sonrisas siniestras era la de esa noche, hoy era la de esa noche , solo que esta vez ella estaba en otra posición hoy dudaba si había existido alguna vez una Candy dulce el dolor, la muerte ellos la formaron y lo que finalmente Jock había puesto en sus manos era un arma mortífera… tenía poder, y podía infringir dolor era su hora… De pronto se sintió como embriagada de justicia entró en éxtasis y comenzó a danzar sobre los cuerpos al ritmo de los quejidos y los gimoteos que sonaban como preciosa música en sus oídos. Los hombres que durante siglos creyeron poseer el poder, que humillaron y asesinaron a miles de hombres ahora estaban a merced de la nueva diosa del dolor… ya el demonio estaba satisfecho, podía irse en paz habiendo presenciado tan horrendo acto que fue rematado con fuego. Roció sus cuerpos con alcohol y los quemó para así darles una pequeña antesala del infierno y además hacerle amarguísima su despedida del mundo. Cuando murió el último se escuchó la risa del demonio que se elevaba a sus regiones malditas para esperar una nueva oportunidad para cubrir un nuevo acto despiadado y cruel.
La lluvia comenzó a caer copiosamente mientras Candy aun permanecía en su éxtasis y ería como poseída por el mismísimo Lucifer. Al salir de él, el sol ya brillaba y pudo ver que la sangre había manchado su vestido y fue a lavarse a una fuente, al mirar sus dedos noto que una uña se le había quebrado –será lo único que lamente de todo esto- se dijo.
Subió a una torre que servía de atalaya y observo a lo lejos. Sacó el frasquito color ámbar y lo sostuvo levantado a la altura de los ojos… miles de pensamientos volvían a agolparse en mente … el hombre necesita ser castigado por sus errores, necesita corrección… quizás si alguno sobrevive a esta hora apocalíptica que yo desataré le contaré la historia… quizás yo también desparezca… ¿no hago acaso parte también de la nota discordante?... quizás sea hora, ¡es justo¡ la armonía debe recuperarse… la vida y la muerte… ¡pamplinas¡ es una misma cosa… se vive para morir…
Abrió el frasco y de este salió un delgado hilo ámbar que irradiaba pequeñísimas chispas, se extendió en línea recta por un kilómetro desde donde trazó una circunferencia a su alrededor y una luz incandescente se extendió hacia todas las direcciones fuera del circulo.
Candy sintió una por primera vez paz en su alma, la gran tragedia llamada humanidad había terminado, la armonía de universo estaba por fin libre de la nota discordante… quizás ahora podía morir en paz...

Texto agregado el 19-10-2012, y leído por 143 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
27-04-2014 Muy interesante la historia aqui, y Buena narracion***** bishujoo
 
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