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NADIE ES PERFECTO

Una noche fría del mes de enero iba andando un hombre por el puerto. El agua del mar le salpicaba los pies, caminaba con paso poco firme (más bien irregular), vestía gabardina que le cubría buena parte de las piernas, llevaba una gran bufanda a rayas liada al cuello y unos pantalones vaqueros (mejor dicho, parecían unos vaqueros), aparentaba la treintena. En el bolsillo de la gabardina llevaba una botella de vino de dudosa calidad. Se acercó al borde del muelle, sus intenciones eran claras, quedó un momento pensativo. Cuando parecía decidido, una voz poderosa y autoritaria dijo.
—¡¡No lo hagas insensato!! —nuestro amigo, que ya había iniciado su propósito, quedó como helado. No se atrevía ni a moverse, ni volverse, ya que temía que fuera la autoridad. La voz entonces sonó más suave.
—No temas, no te haré daño.
El hombre, armándose de valor, sé volvió, quedó con la boca abierta balbuceando las siguientes palabras.
—¿Pero quién es… qué quieres… de mí?
—Soy tu Ángel de la Guarda, ya sabes, el que cuida de uno siempre y procura llevarlo por buen camino.
—¡Qué dices, Majadero! Esas cosas no existen —y con ademán de herir al espíritu celestial levantó el puño cerrado, gritando.
—¡Como no te vayas de aquí y me dejes en paz, te daré tal puñetazo que no te va a reconocer ni tu madre! Mira que molestarme precisamente ahora con tonterías.
El Arcángel, con ánimo de apaciguar las cosas, dijo.
—Sí, créeme lo que te digo. Para demostrarte quién soy te haré una demostración, mira al suelo y verás —el hombre, más tranquilo, miró al suelo y efectivamente había como diez botellas de buen vino. En el momento que las vio, se le salieron los ojos de las orbitas, abalanzándose sobre ellas, pero para desgracia del infortunado antes que las pudiera alcanzar, desaparecieron. El Serafín, ante tan lamentable espectáculo, dijo.
—No querrás que tu Ángel Guardián te ayude en tu perdición, sólo era una demostración.
—Yo no creo en esas idioteces, para mí quitarse la vida es un alivio.
El Ángel estaba perdiendo la paciencia y dijo.
—Lo que tú creas o no, no importa, estás bautizado, el cura te dio la comunión.
—¡¡Me da igual que hiciera la comunión!! Ni que me bautizaran. En la ceremonia no me preguntaron, en la comunión solo fui porque quedaba muy guapo con el traje de marinero. Nada más.
—¡¡Tú antes no tenías ese carácter!! Recuerdo cuando no eras más que un bebé, gordito y sonrosado. Qué maravilla de niño, no molestabas a tus padres nada más que lo necesario. Bueno, en definitiva, un bebé modelo.
—¡¡Bobadas!! Uno entonces no sabía lo que se hacía.
—¡¡Y qué me dices del colegio!! De tus notas, el primero de la clase y luego, cuando hiciste la primera comunión, el más limpio, el más aplicado, siempre dabas envidia a tus compañeros. Bueno, claro, que yo siempre te ayudaba, esa era mi misión como tu ángel que soy —el hombre permaneció como atontado por las afirmaciones que estaba oyendo. Se quedó un segundo pensando y dijo.
—¡¡Entonces!! ¿Dónde estabas cuando me dejó mi primer amor? Cuando murieron mis padres, me despidieron, mi mujer me abandonó, ya no tengo nada, ni dónde caerme muerto —el ángel como justificándose con un hilillo de voz contestó.
—Hombre... pues compréndelo, después de la comunión ya no ibas a misa, no orabas esas plegarias que con tanta fe decías por las noches antes de irte a la cama. En aquel momento me despisté un poco de ti —el hombre estaba rígido y tenso, no daba crédito a lo que oía, por fin dijo.
—¡¡A la sazón no comprendo!! Sí, me has ayudado todos estos años cuando era un chiquillo, pero los últimos no me hiciste ni caso, a qué viene ahora molestarme —el Querubín, no sabiendo cómo contestar, dijo con timidez.
—Sí, claro, pero ahora vas a cometer el peor de los pecados.
—¡¡No me vengas con tonterías de pecados!! Si me vas ayudar, conforme; si no, lárgate —el ser alado se quedó mudo, en un acto de desespero se llevó las manos a la cara, diciendo.
—Perdóname…Yo… sólo cumplía órdenes… Soy un simple Ángel guardián en el reino de los cielos.
—¡¡Vaya Ángel de la guarda que tengo!! Qué ridiculez, es el fiel reflejo de mi vida —en aquel momento, el hombre metió la mano en el bolsillo, sacó su botella, se la dejó al lado del Serafín diciendo.
—Tómala que la necesitarás —y, acto seguido, hizo lo que en un primer momento había venido a hacer.
El ángel se acercó al bordillo del muelle llevándose la botella a la boca y bebió... bebió...

FIN.
J.M. MARTINÉZ PEDRÓS.

Todas las obras están registradas.

https://www.safecreative.org/user/1305290860471

Texto agregado el 17-10-2012, y leído por 148 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
28-10-2012 Quise decir: responsable. Este cuento además trae su moraleja y la reflexión. Repito; es muy bueno. elpinero
28-10-2012 Muy bueno. El angel de la guardia ¿Es resposable? elpinero
 
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