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Después de un día cualquiera sintió la necesidad de colarse en algún sueño lejano. No importaba de quién, ni adonde ni de qué manera. Sólo creyó estarse privando de sensaciones maravillosas y distantes, al menos hasta ese entonces.
Acostado sobre su cama mirando cada centímetro de techo incluyendo las telarañas de las esquinas y la tierra que se amontonaba cada vez más pensaba si opinaría del mismo modo si fuese un pez o un ciervo, quería experimentar algo nuevo , creía no pertenecer completamente al mundo; él ambicionaba el suyo, uno propio, tanto que fuera dueño de levantarse a la hora que quisiera, vestirse si en ese momento tenía ganas, gritar en cualquier instante y lugar geográfico de la tierra, salir descalzo a la calle y no correr peligro de cortarse o infectarse , poner un disco a todo volumen ,que rompa los vidrios, que estallen. Todo eso por empezar.
Antes de seguir analizando todo lo que a su parecer le faltaba inundaron su cuerpo unas ganas terribles de ir al baño por lo que juntó fuerzas para levantarse de la cama e ir.
Cuando tomó la manija de la puerta blanca ya gastada por los años, se encontró con algo que jamás había visto ¡tan extraordinario! Se frotó los párpados.
Un edén ante sus ojos, un infinito lago azul que no divisaba donde comenzaba ni terminaba; pájaros grandes de tonos fuertes y mezclados; árboles sobresalientes cuyas copas eran de color rojo, azul y sus hojas amarillas y rosas, entre otras coloraciones; pasto fresco, tierno, radiante; un sol resplandeciente; piedras coloradas mojadas contentas por el flujo del agua; flores inauditas, no tenían tallo sino que se mantenían suspendidas en el aire; viento cálido y pacifico que movía y hacía bailotear suavemente los pétalos ya desprendidos por el aire , recorrían cada lugar del paisaje y montañas con un poco de nieve en la cima, producto tal vez de un fuerte invierno transitado .
Luego de contemplar aquella extraña maravilla soltó por fin el picaporte y se animó a entrar.
No podía creer lo que estaba percibiendo, ¡ni entender cómo esto sucedía en el baño de su casa! Sin embargo sin pensar más se hundió en el paisaje.
Jamás se había sentido tan próspero y lleno ¡le encantaba esa sensación!
Lo primero que hizo fue tirar las zapatillas y las ropas por el aire para ir corriendo a sumergirse en el lago.
Tampoco lograba comprender la perfecta temperatura del agua, los peces tan astutos y agraciados que se metían entre sus dedos haciéndole cosquillas.
Se reía a más no poder, disfrutaba cada segundo, instante, centímetro de tierra, mililitro de agua y brisa de aire; chapoteaba y salpicaba a las flores que alegres sacudían las gotas mojando la hierba.
Mientras se secaba al sol sobre una gran roca se posó en la de al lado un increíble pájaro azul que parecía no tener planeado moverse de allí. Se levantó para observarlo. Tenía unas asombrosas alas largas y delicadas la izquierda de color amarillo radiante y la derecha de un admirable violeta; las plumas eran rojas y cambiaban de tonalidad según las mirase; los ojos de un estupendo tono carmesí.
De repente creyó oír que el ave le decía algo pero burlándose de sí mismo agitó su cabeza creyendo estar loco y volvió a recostarse. Al minuto siguiente sucedió lo mismo sólo que esta vez se dio cuenta que era cierto, le estaba hablando.
No comprendía cómo es que él sabía el idioma de los pájaros o como el pájaro podía hablarle, sin embargo comenzó a contarle largas historias mientras el otro lo escuchaba atentamente.
Por primera vez se sentía comprendido, seguro y percibido de la manera que quería.
Charlaron toda la mañana, la tarde y la noche hasta quedarse dormidos.
Repentinamente abrió los ojos y se encontró tirado sobre el frío, húmedo y opaco piso al costado de su cama, en su habitación.
Se negaba a aceptar que todo se había tratado de un sueño, quería volver a ese lugar, regresar a contemplar aquel milagro.
De todos modos no se lamentó ni amargó más por no poder estar allí de nuevo; se sentó a los pies de la cama y agradeció aquella experiencia, la mejor de su vida, donde se había sentido enteramente satisfecho, donde las cuerdas del reloj parecían no existir y las flores se detenían donde él quisiera.
Juró retornar, donde paralizaba el tiempo, era protagonista y se encontró eterno; donde todo lo bello era pulcro e infinito. A aquel territorio vasto y perpetuo, solo suyo.
Tal vez solo era cuestión de desearlo tanto repetidamente, acostarse ,apretar las manos , dientes y volver a tomar la manija de la puerta.

Texto agregado el 18-09-2012, y leído por 174 visitantes. (0 votos)


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