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Cuento 21

participantes: *inicio musas-muertas **desarrollo ninive ***desarrollo yosoyasí *** final Ignus

A oscuras en la selva
*
Me despierta el olor intenso. Casi no puedo respirar, identifico, aceite, mezclado con un desagradable tufo a carne chamuscada. La oscuridad es absoluta. Un fuerte dolor de cabeza me genera nauseas, me palpo y noto un liquido viscoso que mana de mi frente, felizmente la herida no es profunda. un ominoso siseo eléctrico se percibe a mis espaldas, fuera de ese sonido no hay otros signos de vida. Claramente he estado desmayado, mis recuerdos vuelven como fogonazos a mi pasado inmediato.

Soy un pasajero común y corriente del vuelo de Aerolíneas Argentinas numero AR1302 con partida desde Ezeiza, Buenos Aires y destino el aeropuerto Miami International, en Miami Florida, EEUU. El vuelo partió sin demoras a las 23:15 y horario previsto de arribo a las 07:25 hora local de la mañana siguiente.
Dormía plácidamente cuando un sacudón me despertó. Dos minutos después, una azafata con voz nerviosa nos comunico de cierto desperfecto en el avión y que intentarían aterrizar de emergencia en el aeropuerto más cercano. Con un "Por favor abróchense los cinturones de seguridad" corto la comunicación. Recuerdo que verifique mi reloj pulsera mientras al avión iniciaba un descenso abrupto y un escalofriante temblor provenía de la parte trasera de la nave. La hora era 03:05 de la madrugada. El griterío a bordo del avión es infernal a mi lado un pasajero llora desconsoladamente. Cierro los ojos, un acto totalmente innecesario, me agacho sobre mis piernas, involuntariamente me abrazo a mi bolso de mano y espero lo peor. Un ruido estruendoso, un golpe y me desmayo.
Obviamente soy protagonista de un accidente aéreo. No puedo ver nada, todavía tengo entre mis manos mi bolso de viaje, me aferro a él y trato de incorporarme. el asiento delantero me oprime las piernas. Luego de varios intentos logro destrabarme, en mis movimientos empujo sin querer el cuerpo de mi compañero de asiento. Mo me toma mucho determinar al tacto de que el hombre que lloraba ahora está muerto.
Aguzo todos mis sentidos. una breve brisa me indica que "adelante y a la derecha" el casco del avión tiene una fisura que comunica con el exterior. Me arrastro sobre asientos valijas, cadáveres y bolsos de mano. Aparentemente nadie ha sobrevivido, solo yo. Finalmente llego a una abertura, tomo coraje y salto desconociendo la altura del piso.
Caigo rodando y termino sentado sobre un mullido frondoso follaje, a lo lejos se escucha el murmullo de agua.
Respiro profundamente y hago mis cálculos.
Mentalmente imagino el globo terráqueo, trazo una línea entre Buenos Aires y Miami. Distancia? poco más de siete mil kilómetros.
Sigo calculando mentalmente tiempo de viaje hora de salida, hora de llegada, diferencia horaria de ciudades ..."hmmm" me digo, "un poco más de nueve horas de vuelo". Divido los kilómetros por las horas, sumo las horas de viaje hasta el accidente y visualizo mentalmente un punto en el mapamundi. Un terror invade mi alma. Estoy en el medio del "Mato Grosso" en Brasil, probablemente cerca de las nacientes del mismísimo rio Amazonas. La oscuridad es total, no veo nada, Poco importa que sea de noche, cuando salga el sol seguiré igual... me olvide de comentar. Soy ciego de nacimiento.

desarrollo
**

¿Cuánto tiempo debería transcurrir antes de que localizan el lugar del accidente?¿Qué probabilidades tenía de que me encontraran?
Una angustia parecida al miedo me atenaza la garganta.
Me hundí en la desesperación.
Sólo en momentos de gran peligro se llega a conocer el verdadero carácter. Yo, el que desde niño trató de convivir con su invalidez y llegó a ser un joven casi feliz. Yo ,el hombre aplomado y seguro, rodeado siempre de amigos y positivo en todo, veía cómo me dejaba ahogar por una ola de impotencia.

En Miami me esperaría en vano un equipo de científicos . Me habían asegurado que mi ceguera era parcialmente curable. Un chip colocado en cierta parte del cerebro permitiría con una simple operación que se realizara el hasta ahora imposible milagro.. Muchos otros casos habían encontrado con este nuevo descubrimiento una solución a la ceguera. Loredana, decía que no era importante que yo recuperara la vista, si lo hacía para ella. “Soy muy fea” me decía con su voz de cascabel llena de risa. Y yo sabía que mentía, que era hermosa porque no había quien no me hubiera dicho que era hermosa. Y que aunque hubiera sido fea no me importaría nada, la amaba y quería verla, quería ver a los hijos que traeríamos al mundo. No sólo lo hacía por ella lo hacía también por mi madre y mucho más por mi. Ahora estaba todo perdido. Moriría como todos los demás en el corazón de la selva.
Traté de darme una sacudida. Recordé que tenía colgado a bandolera mi bolsón y en él podría encontrar alguna ayuda. Allí tenía mi bastón radar, y mi teléfono mail Braille.
Comprobé desolado que el teléfono estaba muerto como todos los demás y el bastón anunciaba PELIGRO hacia los puntos cardinales . Entonces grité y grité con toda la voz que tenía… a lo mejor no había sido el único sobreviviente. Entre pausa y pausa escuchaba solo el silencio hecho del canto de pájaros y del rumor del río cercano. Grité más de una hora. Al fín no pude más estaba agotado.Me quedé dormido o desmayado. Me despertaron de pronto unos golpes rítmicos, como de palos que se entrechocan, el sonido era cada vez más cercano, los golpes al acercarse me anunciaban que ….

***
...las manos que las blandìan eran humanas. Una leve, casi imperceptible esperanza se abrochò a mi mente. Por segundos dudé entre gritar pidiendo auxilio o tratar de esconderme. Sobre el canibalismo de algunas tribus del Mato Grosso había oído algunas cosas no muy tranquilizadoras. Claro que no estaba seguro del lugar en que me encotraba, solo mis cálculos me habían llevado a deducir que habíamos caido en plena seva amazónica.
Las voces que comenzaba a escuchar eran indescifrables. De algo estaba seguro, ese idioma no me era familiar. Quienes quiera que fueran, estaban allí, cada vez más cerca. No tenía forma de saber mi posición respecto a ellos., si podrían verme, si ya me habían visto y yo era la causa de sus gritos. Traté de comprender lo que decían mediante la percepción del sonido. Siempre pensé que la voz de los seres vivos es el más elocuente y veraz reflejo de sus almas. Esas voces me indicaban que debía mantenerme en silencio... y esperar. Hasta Einsten pasó por mi cabeza en ese interminable momento. Tenía razón sobre la relatividad del tiempo. Toda mi vida cabía en ese fragmento. Lo breve de la infancia, las angustias del aprendizaje, las alegrías de los logros...todo transcurría en ese espacio de tiempo de la espera. La incertidumbre era lo más pesado y angustiante. Al menos, los que van al cadalso, conocen el final. Mi final era absolutamente incierto. Es decir, el final de esa parte de mi historia

****
Tuve que salir inmediatamente de mi sopor, cuando sentí una mano apoyarse sobre mi hombro, y una voz en perfecto francés habló a mi oído: “être calme et tranquille”. (Por suerte recordaba algunas clases de francés de mi escuela: “Quédate quieto y tranquilo”, me dijo).
Obedecí, ya que en esas circunstancias, cualquier signo de “civilización” era bienvenido por mi atribulada alma.
Los ruidos de golpes de madera se escuchaban bastante fuerte ahora, y tuve la impresión de que quienes los emitían estaban pasando frente a mí.
Lentamente, el ruido se fue atenuando, hasta perderse en la distancia. Entonces fue cuando mi salvador volvió a hablar. Me preguntó si hablaba francés, y traté de explicarle que era mucho mejor para mí utilizar el español.
- De acuerdo. –Dijo en español. –Eres un sobreviviente del accidente, ¿verdad?.
- Sí.
- Y además eres ciego.
- Totalmente.
- Entonces has tenido una suerte extraordinaria. Esos tipos que escuchaste golpeando palos son una tribu del Mato Grosso llamada Txuccaramaes. Son altamente agresivos. Con decirte que para expresar que una comida les gusta, se golpean la cabeza con los palos… Creo que eso habla un poco sobre su temperamento. Mi nombre es Jean Pierre Dutilleaux, soy un explorador y etnógrafo de origen belga. Estudio a esta tribu desde hace años, y la inoportuna caída de tu avión hizo que se malograra mi primer contacto con esta gente. Ellos jamás habían visto a un hombre blanco.
- Muy a mi pesar, creo que tu “primer contacto” es una realidad ahora…

Dije esto, mientras sentía en mi espalda la aguda punta de una lanza, que me apresuraba a caminar hacia adelante.

Los Txuccaramaes no eran una tribu tan agresiva después de todo. Al menos nos dejaron vivir bastante. Nos golpearon algunas veces con sus palos, pero más que nada a modo “correctivo”. Como si dijeran “Quedate quieto”, “Camina para allá”, etc.
Por suerte, Jean Pierre entendía bastante de su idioma, y me traducía lo que decían. Los aborígenes estaban totalmente intrigados por nuestra presencia. Ellos creían que éramos “muertos vivientes”, ya que nunca vieron a alguien caminar luego de “ponerse su piel blanca”. (Al morir).
Sin dudas estaban bastante atribulados por este tema, y el miedo los llevó a pensar en otras alternativas. ¿Se podrá matar de nuevo a un muerto viviente?. Estaban a punto de comprobar la teoría, cuando una voz de mando se impuso, y todos los indígenas se quedaron petrificados de inmediato.
Luego supimos que quien había hablado era el cacique de la tribu, un tal Raoni. Gracias a él es que todavía estamos vivos…
- Dejen en paz a los hombres blancos. Ellos son estúpidos pero inofensivos.
- Pero los “muertos vivientes” vienen a matarnos, cacique.
- No es así. Yo lo digo.

Por suerte para nosotros, los aborígenes le hacían mucho caso a su cacique, así que nos soltaron y nos permitieron acercarnos para hablar con él.
Jean Pierre tomó inmediatamente la palabra. No entendí nada de lo que dijo, pero como dije anteriormente, la voz de los seres vivos es el más elocuente y veraz reflejo de sus almas, y la voz de Jean Pierre me sonaba pacificadora, tranquila y a la vez grandilocuente. Como si él les estuviera contando sus peripecias para llegar a conocer a tan majestuoso e importante líder.
Luego tradujo para mí sus palabras explicándole al líder su origen, así como el mío. Dijo de mí que era “el hombre que cayó del cielo”, y esas palabras provocaron una inmediata reacción de los indígenas, quienes creían que todo lo que venía del cielo tenía que ser necesariamente “celestial”.

-Tranquilos, -dijo Jean Pierre. –Mi compañero cayó del cielo, porque un ave gigante que lo tenía atrapado lo liberó justamente aquí. Esa es su historia. Además, él no puede ver.

Entonces sentí la presencia del cacique acercándose hacia mí.

-Por lo que más quieras, quédate quieto. –Me susurró jean Pierre.

El olor que despedía el cacique era poco menos que nauseabundo, pero soporté estoicamente mientras él me tomaba de la cabeza, y sus dedos hurgaban en mi rostro, buscando quién sabe qué.

Luego el jefe dijo solemnemente:

- Este hombre no ve porque no quiere.

Acto seguido, sentí un zumbido sordo, como algo grueso moviéndose rápidamente por el aire. Enseguida, un fuerte golpe en mi cabeza, y eso es lo último que recuerdo del jefe aborigen.
Cuando desperté me encontraba en una butaca de avión. Estaba muy mareado y me dolía fuertemente la cabeza. Abrí los ojos y observé que junto a mi había una persona sentada. El tipo tenía el pelo un poco entrecano, y me miraba con sorpresa y satisfacción. Entonces caí en la cuenta de que lo estaba “¡viendo!”. Casi me desmayo, pero Jean Pierre (supe que era él por la voz), me tranquilizó, y me dijo que estaba todo bien, que estábamos en un avión rumbo a Buenos Aires, y que de alguna manera el cacique tenía razón. Yo no podía ver, pero mis ojos no tenían ningún defecto, todo estaba en mi psiquis. Seguramente el golpe que me dio en la cabeza, sumado al susto que sentía en ese momento hizo que se “destrabara” mi inconsciente, permitiéndome por fin interpretar lo que mis ojos veían desde hacía ya muchísimo tiempo.
Mientras yo cavilaba, y masticaba toda esa nueva información, Jean Pierre me contaba cómo él me había ayudado a salir de la selva, llevándome casi a rastras hasta donde estaba ubicado el resto de su equipo de exploradores. Hablaba rápidamente, con la emoción del hombre que ha logrado una meta importante en su vida. Sin duda, para un etnógrafo como él, haber contactado por primera vez a una tribu que jamás vio un hombre blanco, constituía uno de los máximos sueños que podía imaginar.
Sin embargo, para mí esos logros significaban muy poco. Tal vez porque mis sueños eran fundamentalmente distintos. Yo soñaba con llegar pronto a Buenos Aires, para cumplir una ilusión que desde hacía mucho estaba aprisionando mi corazón: Yo sólo quería poder admirar por fin, la belleza de mi amada Loredana.


FIN

Texto agregado el 14-08-2012, y leído por 356 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
15-08-2012 Una gran historia con final feliz después de un comienzo con mucho suspenso e intriga, sobretodo tratándose de una persona en condiciones especiales en una zona tan desconocida y llena de peligros, bien llevado el desarrollo para dar paso a un final feliz con un mensaje da paz y amor! los cuatro estuvieron de 10! hugodemerlo
14-08-2012 todos los cuentos quise decir..son distintos. silvimar-
14-08-2012 Realmente salió muy bueno el cuento, me gusta este ejercicio compartido porque todos son de distinto estilo, me encanta leerlos. silvimar-
14-08-2012 Mis felicitaciones compañeros, les quedo de 10* lider_de_masas
14-08-2012 lo admito, es un buen cuento********** yosoyasi2
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