Es rápida. Centellea y brilla, ahora si, ahora no. No la ves y se burla, la vislumbras y se ríe. La espada juega contigo de aquí a allá, de allá a por acullá. Sin dejar de dar vueltas, círculos vertiginosos, corres en el centro de una espiral plateada, quieres atrapar la espada. Se acerca, se aleja. Volando, viene y va. ¿Puedes atraparla? Vamos, corre. Corre y suda. Maldice y grita. A ella no le importa. Es larga y de mango de cuero, firme, hoja plana y afilada, bella y plateada. Atraparla quieres. Atraparla debes. Corres, saltas, estiras la mano y te cortas. Ella sonríe, prueba tu sangre y grita, en el aire, en el éxtasis. Pero sigues. Tu mano sangra y sigues. Una y otra vez, paso tras paso, salto tras salto. El mundo es eterno y solo estáis ella y tu. La espada y su perseguidor. Vamos tómala. Tómala y acaba con esto. Ella no parara de reír, de brillar, de cortar. No te detengas, corre, jadea, trastabilla, cae y vuelve a levantarte. Necesitas a la espada. Y ella, sin saberlo, te necesita. Se ríe para evitar el dolor. Gira y gira, para evitar el mundo. Grita, para no vomitar. Tómala, hazla tuya. Ella es el medio y tú la causa. Ella es el filo y tu la velocidad. Solos, estáis muertos, y no podéis hacer mucho. Juntos, es el mundo a vuestros pies. Toma la espada, dale equilibrio. Y ella te dará sentido. Todos necesitamos una espada para dominar el mundo. Todas las espadas necesitan a uno de nosotros para cortarlo. Agarra la tuya y rompe la realidad. Destrúyela, en miles de pedacitos. Y luego mira más allá. Después de que veas mi sonrisa... Bueno, después de eso, solo esta el infinito y lo que quieras hacer de él.