Tu rostro súbitamente iluminado por un relámpago,

En la habitación en penumbras estas mirando por la ventana,

Contemplando tardes infinitas por llegar.

Observas con insistencia la curva del camino,

Donde alguna vez el amor se despidió de ti, mujer enamorada;

Ahora llueve como aquella vez que te negaste a darle un beso de despedida,

Fue tu maldito orgullo, ahora si lo sabes.

Lloras en silencio y los truenos ahogan tus dolorosos quejidos,

Sabes bien que perdiste ese amor maravilloso,

Pero envejeces aferrada a la secreta esperanza,

Que una tarde, cualquier tarde

Aparezca la querida figura de ese amor

En la curva del camino,

Viniendo hacia ti con esa, su sonrisa de niño.