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Soy un alazán negro, y mi nombre es Bartek, mi dueño y amigo, Staszek Walesa, me lo puso al nacer, porque le recordaba al famoso roble milenario de nuestra patria, Polonia.
Con mucho cariño, fuimos haciéndonos amigos hasta que, cuando llegué a los dos años, un día le permití que me montara. Con el pasar del tiempo, en nuestra granja cercana a Krzepice, hasta sus hijos se subían a mi grupa, había otros caballos en nuestros corrales que Staszek usaba para labrado y tirar carros pero yo era el preferido. Todos los días me ensillaba y salíamos a cabalgar por los bosques vecinos. Después del paseo me quitaba la montura, me bañaba, cepillaba y me daba mi ración de maíz. Mientras comía, el se sentaba a mi lado en el establo y me contaba hermosas historias, de cómo los caballos ya eran usados por los chinos tres mil años antes de cristo, de las conquistas de los persas, griegos, mongoles, romanos, de Napoleón, y sobre todo de la famosa caballería de nuestra patria. Siempre terminaba su monólogo con un:
- ¿Entiendes por que el mejor amigo del hombre es su caballo? ¿Qué otro animal acompaña al hombre, al guerrero en su muerte? Solo quien no ha tenido un caballo, puede decir que el perro es el mejor amigo del hombre.
Yo dejaba de masticar, no entendía de batallas y lo miraba un rato. El entonces me sonreía, me acariciaba la frente y partía a la casa.

El tiempo pasó, ya tengo cinco años, Staszek me ha contado todas las historias de caballos que conoce.
Janto, el caballo persa negro de Aquiles que se decía era inmortal
Bucéfalo, el de Alejandro Magno, que nadie mas que el podía montar
Incitatus, el caballo de Calígula que fue nombrado cónsul
Othar, el de Atila, que se decía que por donde pasaba no crecía la hierba.
Y así, seguía todos los días, con Genitor de Julio Cesar, Babieca del Cid Campeador, Rocinante del Quijote, Marengo de Napoleón, etc.

Pero un día Staszek vino serio a mi encuentro, lucía una extraña vestimenta, me ensilló en silencio. Al partir su familia salió a despedirnos, su mujer lloraba sosteniendo en su brazos a su hija menor. Acariciando el flanco de mi cuello me dijo.
- ¡Vamos Bartek, juntos!, ¡Vamos a defender Polonia!.
Apenas llegamos a Varsovia, nos alistaron en los cuarteles y establos. Miles de caballos son mantenidos en el lugar y todos los días salimos de maniobras. Staszek ha cambiado mucho, no me gusta verlo así, me gustaría estar con el haciendo otras cosas como en las historias que me contaba que hablaba de caballos de carreras, o para deportes o hasta de la policía montada. Empiezo a imaginarme la guerra, tengo miedo, solo me tranquiliza que estaré en compañía de el.
Junto con otros cien soldados de caballería, pertenecemos a uno de los cuatro escuadrones que conforman el 18° regimiento de Ulanos llamado Pomorskich. Nuestra brigada se llama Pomorska, y consta de cuatro regimientos similares al nuestro.
Hoy volvemos camino a nuestro hogar, reconozco los bosques árboles y arroyos, pero esta vez nos acompañan más de mil seiscientos hombres a caballo para defender nuestra patria del enemigo. En la delantera marchan las escuadras de sables a la que pertenecemos, miro a los otros caballos, están tan nerviosos como yo. Hemos acampado en los bosques cercanos a nuestra granja de Krzepice, la noche ha sido larga, al amanecer Staszek me monta, acomoda sus pies en los estribos y cabalgamos al paso por el bosque a la delantera de la brigada, junto con los otros cuatrocientos jinetes de sables. A pesar de ser fines del verano la mañana esta fresca, el vapor sale de los ollares de los caballos. Todos estamos ansiosos, y miramos al jefe de la brigada esperando su orden. Por momentos pienso si no sería mejor estar labrando la tierra en la granja o tirando el carro de la familia, pero no, con mis jóvenes cinco años prefiero estar junto a mi amigo aunque me cueste la vida.
Cae la tarde, todo sucedió en un instante. Al llegar al borde del bosque observamos a un batallón de infantes alemanes y por detrás aparece un enorme grupo de vehículos blindados. Nuestro jefe el Coronel Mastalerz grita su orden.
- ¡¡A la carga!!
Staszek se inclina sobre mi cuello y me grita- ¡Vamos Bartek, juntos!
Si pudiera hablar le diría “¡Vamos amigo, juntos por toda la eternidad!”, solo atino a relinchar entre el griterío de los jinetes y mientras Staszek desenvaina su espada yo parto al galope.
Cubrimos los cuatrocientos metros que nos separan en unos pocos segundos aniquilando soldados de infantería, mas atrás, los alemanes del batallón Panzer lehr de Heinz Guderían, nos miran primero atónitos y luego, asustados, se meten en bajo las escotillas de sus vehículos artillados. El ruido es ensordecedor, Staszek arremete contra la primer tanqueta, su espada rebota contra el blindaje del vehículo. Súbitamente el chasquido repetitivo de las ametralladoras se escucha en medio de los gritos de la batalla. Mi amigo cae al piso, me detengo a su lado. De su chaqueta brotan flores rojas. Me mira y estira su mano hacia mí. Acerco mi hocico a el, y me dice:
- ¿Bartek, habrá un lugar en el cielo para nosotros?
No puedo contestarle que “Si, que hay un lugar para nosotros en el cielo de los centauros”.
Miro a mí alrededor, es una masacre. Me dispongo a cargar contra el primer vehículo cuando siento unos golpes en mi cuerpo, inmediatamente el dolor me tira al suelo. Caigo al lado de Staszek, mi cabeza pegada al lado de su cuerpo. Entre el ruido ensordecedor de las ametralladoras escucho su respiración entrecortada hasta que finalmente se detiene. Se que la mía también se acaba. Ha sido una buena vida, la he compartido con mi amigo. Las orugas del vehiculo blindado se aproximan hacia mi para aplastarme, cierro los ojos, y llega la oscuridad. La batalla ha terminado.



La historia contada por los sobrevivientes dice que el 1 de setiembre de 1939 a las 17hs en las inmediaciones de Krzepice, la “Polskiej kawaleria” (caballería polaca), mas concretamente la brigada “Pomorska” se encontraba defendiendo el paso a Varsovia, el coronel Kazimierz Mastalerz divisó la formación alemana entre la que se encontraban algunos soldados de infantería en la avanzada.
Mastalerz ordenó a su división de lanceros compuesta solo de caballos y jinetes con espadas uniformados de gala, y cargó contra los soldados cuando fueron sorprendidos por la división motorizada Panzer de Guderian. La leyenda dice que los jinetes polacos estaban convencidos que los tanques eran de cartón y que los alemanes solo tenían la intención de amedrentarlos, lo cierto es que, cuando descubrieron la verdad pelearon hasta morir. Media hora después la totalidad, más de cuatrocientos jinetes y sus caballos yacían muertos o heridos por las balas de las ametralladoras alemanas en el campo de batalla. Esa fue una de las últimas cargas de caballería de la historia.

Texto agregado el 18-02-2012, y leído por 285 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
01-03-2012 Contado con un vocabulario elocuente,que permite ser testigo del diario dialogo de dos camaradas,juntos hasta el fin.Bellisimo.Felicitaciones. pantera1
21-02-2012 Desde hoy que he leído agregaré el nombre de Barket a la lista de equinos famosos. Chappeau!!! yvette27
19-02-2012 Bello, hermoso y triste, pero fascinante. Abrazos Gustavo.***** esclavo_moderno
19-02-2012 Mantienes el interés del relato del principio al fin, sin que decaiga ni un instante. Enhorabuena. m_a_g_d_a2000
19-02-2012 Siempre he soñado cómo sería el soberbio caballo de Atila, para dejarse montar por el terrible huno...Precioso relato.******* granada
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