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Rayuela, quizás por el turismo diplomático has nacido en Bélgica. Con fama, cortas azahar.

Andan diciendo por ahí que el perseguidor ya ha tomado la casa de La Maga. Allí están todos los cronopios cansados de dar la vuelta al día visitando ochenta mundos. Atentos ellos se disponen a escuchar “Bestiario” leído por Ofelia quien, con ternura les advierte que este será el último juego, pues murmura el viento, que desde la otra orilla viene ese tal Lucas.

El tal Lucas contó sus historias vividas en París: extraños juegos, que él entendía le servirían para liar con alguna chica, “una estación, otra, si se desmonta aquí aumenta la probabilidad, mas ella no lo hizo”. Les contó que decidido permaneció con sus manos en los bolsillos resguardando celosamente el papel que contenía las enigmáticas reglas de aquellas manías, a la espera de mejores tiempos. Así un round (historias) tras otro, los cronopios atentos pasaron el resto del mundo sin que llegara el día. Cuentan que mientras esto sucedía, la casa ya había sido tomada por completo.

Así como la noche ocupa los predios de la luz
Inexorable, el silencio acalla nuestras voces
Y hasta el aire deja de ser de uno
¿O tal vez será de los otros que no son uno?
Leve el espacio perdido se disipa
Y entonces, sin remedio
Quedamos solos.

A la orilla del Sena Rocamadur esperó a Horacio por largos años, pero dicen que este desapareció en una oficina gubernamental mientras realizaba algunos trámites burocráticos para asistir a un concierto de Armstrong en París, al que afortunadamente Julio pudo ir para contarlo. En tanto Armstrong, su voz y su corneta entonaban “What a wonderful world”, ya se tomaban también al mundo y no era precisamente Charlie Parker, ni el jazz. Salvo el crepúsculo todo estaba perdido.

En el diario se publicó la inesperada noticia: “Horacio fue encontrado con vida.” Lo habían trasladado al hospital, pues este se accidentó al evitar golpear a una extraña que cruzó un sueño sin abrir los ojos. Mientras lo acomodaban en la camilla y le curaban sus heridas, él deliraba.

-¡No! No me lleven a la piedra de sacrificios.

-¡Cuidado! ¡Este final de marzo es peligroso.

-Maga, ¡estás ensangrentada! ¡La sangre por derramar es la mía, no la tuya!

-Horacio, no es sangre, es la llamarada del crepúsculo -dijo La Maga.

-Cae la noche y yo aquí boca arriba, como parte de este ritual de sangre. ¡Absurdo!

-Sueño dentro de otro sueño que sueño soñar después...

La noticia revelaba que Horacio fue sacrificado el día en que boca arriba miró las fogatas de las alturas, en aquella luna interminable.

Horacio leyó atento aquella información, y sonrió.

-Por ahora sigo aquí, aunque sé que no sirve de nada, pues todo va de mal en peor...

-Me interesa terminar de leer este “Manual para subir escaleras que van directas al fondo del abismo.” Quizás todavía se pueda hacer algo. ¿No, Julio?

Carol y Julio observaban apenados, sin poder hacer nada. Ella decidió partir dejando su sonrisa dibujada en un cristal, que era la del cristal y que por puro azar coincidía con la de ella. Él no soportó su ida y para colmo sus glóbulos blancos se ensañaron hasta que finalmente lo vencieron. Mientras Julio yacía con altivez resignada, Mozart hacía sonar su segundo movimiento del concierto para clarinete. Carol le invitó a seguirla y Julio así lo hizo sin vacilación alguna.

-¿Vos me querés?

Ritual de amantes: con sus ojos más grandes cada vez, haciéndose los cíclopes; con sus labios sobre los de ella. “Jugando en los recintos donde un aire pesado iba y venía con un perfume viejo y un silencio.” Y sí, esa instantánea muerte fue la más bella.

-Sé que vos me querés, lo sé.

La Maga suspiró disimulando una lágrima, pues se quedó queriendo, o esperando a Horacio. (Por lo menos eso creyó él).

-Queréme mucho Maga mía…

"-No hablés por mí -dijo La Maga cerrando los ojos-. Vos no podés saber si yo te quiero o no. Ni siquiera eso podés saber. -Ni lo sabrás nunca –pensó para si.

¡A casa Cortázar! ¿Rol o cronopio? ¿París o Baires? ¡Eh, che! ¿Sería Bo? Si rap oí, pon OR. Color, raza trocas acá.

Julio tendió sus redes de complicidades, Quedando en cada abril en París, en cada asombro al voltear la página, en cada niño triste y enfermizo, en cada trozo de papel que guarda misterios, en cada tarde gris y lluviosa, en cada gesto de amor y picardía, en cada alma de cronopio, entre París y un tango de Gardel.

-Aquí tienes una copa de buen tinto y un boleto de tren. La rayuela la haces tú…
-Nos vemos amigo, voy por La Maga, si mi pierna izquierda, que no es la misma pierna izquierda que hace un instante, se pone de acuerdo con la derecha, que no es la misma derecha que antes fuera mi pierna derecha. Sabes cómo son las cosas: nada es lo que es y todo es lo que no es.

Pd. -Si pasás por Montparnasse, no me busques. Hace algunos años fue tomado, por eso decidí mudarme a un café en Montmartre, allí me siento como en un colectivo. De tarde en tarde pasa por aquí La Maga y al oído me susurra…

Texto agregado el 11-02-2012, y leído por 61 visitantes. (0 votos)


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