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Las luces en mi espejo retrovisor me indican que no estoy solo en la ruta. Hace muchos años que no hago este camino y mucho menos de noche. Estoy en el camino de los siete lagos recorriéndolo desde San Martín de los Andes hacia Bariloche. No dejo de reprocharme el haber salido tan tarde, el sueño me vence. Mis amigos me insistieron que me quedara a dormir en San Martín pero mi ansiedad pudo mas y me puse en viaje, mi vuelo sale al mediodía de San Carlos de Bariloche y no quería correr el riesgo de perderlo, no habría otro vuelo hasta el día siguiente, pero ahora estoy arrepentido. Estoy cerca de un paraje en la punta del lago Traful, mas exactamente en un lugar llamado Pichi Traful.
Los recuerdos vienen a mi mente de otras épocas en que estuvimos con mis padres pescando truchas aquí y parando en un hotel. De pronto, al salir de una curva pronunciada los faros de mi auto iluminan el cartel del viejo hotel y una flecha indicando el ingreso. Sin pensarlo giro a la izquierda para ingresar a la propiedad. La oscuridad me sorprende, ¿que sucede?, ¿no hay nadie?, ¿estará cerrado?. Desciendo del auto cuando otro vehículo me alumbra con sus faros. Se detiene a mi lado y una mujer abriendo la ventanilla me pregunta:
- Disculpe, El hotel esta funcionando?
- Creo que no - Le contesto, cuando de pronto el ruido de un motor me sobresalta, es un grupo generador y en estos hoteles alejados de la civilización utilizan generadores para proveerse de energía.
-Parece que si hay alguien - Me rectifico mirando al hall de entrada ahora iluminado. Cierro el auto y me apresuro a la puerta cuando escucho a la mujer que me dice - Por favor espéreme, este lugar es un poco sombrío. Ella baja del auto, delgada, de unos treinta años y decidida se aproxima a mí. Abrimos la puerta y nos sorprende un agradable calor de una estufa a leña. El mostrador esta vacío, me aproximo al mismo carraspeando para llamar la atención del conserje. Nadie contesta...
- ¡Buenas noches! - Digo levantando la voz, pero nadie responde.
-Que extraño - Le digo a mi casual compañera, - El hotel parece estar abierto pero no hay nadie que atienda.
Husmeo sobre el mostrador y veo los habituales utensilios de escritorio, el libro de registros y dos llaves de habitación.
Curioso doy vuelta el libro y casi me desmayo. Veo escrito con excelente caligrafía mi nombre y edad, la habitación asignada es la siete, por una noche, miro al mostrador y la llave numero siete es una de las que está esta sobre el mismo, levanto la vista al tablero de llaves y solo faltan las llaves 7 y 9. Leo nuevamente el libro de registros y le pregunto a la mujer que esta parada frente a la estufa
- ¿Ud. por casualidad no se llama Cecilia?
-Si, - me dice intrigada- ¿como lo supo?
-Estas registrada por una noche en este hotel, lo curioso es que yo también y no hice ninguna reserva, es mas, hasta hace solo unos minutos no tenia pensado detenerme aquí.
La mujer palideció.
-Yo tampoco pero el sueño repentino me hizo recapacitar, hay muchos precipicios y no es la mejor ruta para quedarse dormida.
-Bueno – contesté -Es un verdadero misterio, pero no me siento en condiciones de seguir manejando y afuera hace mucho frió para dormir en el auto - y tratando de demostrar un valor que no tengo le digo sonriente: - ¿quiere acompañarme a ver nuestros cuartos?
Las escaleras de madera que llevan a las habitaciones están escasamente iluminadas y crujen a cada paso. El pasillo es estrecho y las puertas están indicadas con sus números los pares a la izquierda y los impares a la derecha. Todos los cuartos parecen vacíos pero mas adelante dos cuartos contiguos tienen sus puertas abiertas y la luz de los mismos alumbran el oscuro pasillo.
Las habitaciones están modestamente decoradas, una cama grande de madera, un sillón, un escritorio, un placard y una puerta a un pequeño cuarto de baño. La única ventana del cuarto se encuentra cerrada con postigos y cortina. Caballerosamente reviso la habitación de Cecilia, todo esta en orden. Ella me mira y me pregunta
- Ud se va a quedar a dormir en la habitación de al lado ¿no? Sonriendo le contesto que si, que no se preocupe y me despido con un buenas noches.
Ya en mi cuarto me siento en la cama y enciendo un cigarrillo pensando en los extraños acontecimientos de esta noche, luego pienso en Cecilia, una hermosa mujer que por raras circunstancias del destino se encuentra en la habitación de al lado. Siento sus pasos desplazándose por la habitación contigua, el sonido de sus zapatos cambia al de sus pies descalzos, unos minutos después el sonido del agua de la ducha. Pienso en los años pasados en que cerraba los ojos y adivinaba lo que hacia mi mujer por los sonidos. Sabia cuando se cambiaba, cuando caminaba buscando algo, cuando titubeaba frente al placard decidiendo que ponerse, pero esos sonidos no volverán, Ella falleció hace más de un año y mi vida no ha vuelto a ser la misma. Al principio creí que enloquecería, después me sumergí en el trabajo y finalmente a instancias de mi jefe y bajo amenazas severas he debido tomarme estas vacaciones que son las primeras estrenando mi nuevo estado civil, viudo.
Apago el cigarrillo y escucho el agua de la ducha de la pieza de Cecilia que se cierra, pienso si el cansancio me permitirá bañarme, cuando de pronto la luz se apaga, el grupo generador se ha detenido, miro mi reloj que indica las 12 pm, un grito se escucha en la habitación contigua.
Con el encendedor en la mano salgo al pasillo y golpeo la puerta.
- Cecilia esta bien?
Una voz temerosa me pregunta del otro lado - ¿Que pasó? ¿Por que se apagó la luz?
- No lo se - Le contesto - Pero imagino que la luz no volverá hasta mañana.
Se abre la puerta y asoma su rostro asustado.
- No me quedare sola en la habitación esta noche, ¿puedo ir a su cuarto?
- Claro - Le digo - Déjeme que la ayude con sus cosas.
Minutos después estamos sentados en mi cuarto, he encontrado una vieja lámpara de kerosén con la mitad de la carga, la enciendo y para quitarle el miedo comienzo a hablar.
- Cecilia mi nombre es Oscar y soy de Córdoba - Ella sonríe sorprendida y me dice
- Yo también.
Empezamos a hablar, vidas distintas, en una misma ciudad con situaciones similares, Cecilia es soltera, ha roto recientemente con su novio de muchos años y ha decidido emprender este viaje sola, para reponerse de la separación. Es una exitosa decoradora de interiores pero en este momento no sabe como continuará su vida. Hablamos por un par de horas hasta que la luz de la lámpara empieza a apagarse. La miro sobresaltarse y le digo que trate de dormir en mi cama que yo lo haré en el sillón de al lado. Ella me dice con cierta reserva que puedo hacerlo en la cama al lado de ella pero pudorosamente se recuesta sobre el cubrecamas, le propongo cambiar los lugares y que yo lo haré sobre el cubrecamas, me mira agradecida se mete bajo las sabanas y me dice buenas noches... nunca pensé en escuchar a una mujer que me volviera a decir “buenas noches” en la cama, sonrío para mis adentros y le deseo también buenas noches.
El sol en los postigos anuncia que la mañana ha llegado. Me doy vuelta en la cama y la veo dormida a mi lado... la ternura me conmueve. Le susurro al oído -Buenos días.
Con los ojos aun cerrados me sonríe y me devuelve el saludo. Vuelve a su cuarto y en menos de una hora nos encontramos nuevamente en el lobby del hotel.
Nunca nadie apareció. Dejo el dinero que me pareció apropiado sobre el mostrador y Cecilia hizo lo mismo. Salimos al parque y un perro San Bernardo nos espera moviendo la cola.
-Hola - Le digo - ¿de donde vienes?
Se acerca agachando la cabeza, me arrodillo y el me lame la cara, noto una medalla en su cuello "Ciprión", Cecilia se acerca y lo abraza, y me pregunta, - ¿De donde vendrá? ...
-No lo se, - le contesto, - no esta flaco ni parece perdido.
Nos despedimos de Ciprión, Nos subimos a nuestros autos y nos saludamos, prometiendo visitarnos en Córdoba, espero a que ella se ponga en marcha pero por algún extraño motivo su auto no arranca. Recuerdo que hay una estación del ACA en Confluencia y me ofrezco a llevarla para solucionar su problema.
Nos ponemos en marcha, giramos a la izquierda hacia Villa Traful, a la que llegamos en poco más de una hora y nos detenemos a desayunar. El encargado del lugar sorprendido por la hora nos pregunta de donde venimos. Le contamos nuestra historia y nos mira sorprendido.
- No puede ser, ese hotel esta abandonado por completo hace más de tres años
Adicionalmente nos comenta que el hotel esta en venta y que el mismo es el apoderado del dueño. Le contamos de Ciprión y nos dice que efectivamente el dueño tenia un San Bernardo que se llamaba así y que no quiso partir por lo que el dueño se lo dejo a su cuidado, pero el perro lloraba todas las noches hasta que un día se fue y nunca mas se lo vio.


Salgo al jardín, Ciprión, su reciente esposa y sus seis cachorros salen todos a recibirme moviendo alegremente la cola. Ha pasado menos de un año desde que ocurrió esta historia. Me case con Cecilia, compramos el hotel, le buscamos una novia a Ciprión y todas las noches dormimos abrazados en nuestro cuarto numero siete.
Acaricio a Ciprión con cariño y le digo -Por misteriosa que sea la vida siempre hay otra oportunidad, ¿no es cierto amigo?.
No se si me entiende pero pone una mano encima de mi brazo y baña mi cara a lengüetazos con inmensa alegría.

Texto agregado el 31-01-2012, y leído por 321 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
21-12-2012 Me encantó, un cuento mágico que no deja lugar al miedo que podría haber producido el misterio del hotel abandonado. Bien contado, de agradable lectura. Una buena eleccion de Andrurdna para navidizarlo. loretopaz
04-02-2012 Genial. Muy bien narrado. Llevas al lector de la mano hacia el final, no por esperado, menos intrigante. zumm
01-02-2012 Pensaba que el Paraiso Perdido, se encontraba solo de dia. Exelente. pantera1
01-02-2012 Aunque un ávido lector desde su infancia, no tiene experiencia ni estudios orientados a la literatura, Solo la pasión por comunicarse con el lector. Es lo único cierto de todo esto. 1* jarico
01-02-2012 Me encantó , rescatar la esperanza siempre. aparte eres muy bueno en contar, felicitaciones =D mis cariños dulce-quimera
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