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Capítulo 55: “Tenemos un Problema”.
Había iniciado el mes de abril del 2014. El verano ya había pasado y con él, se había ido el calor insoportable. Era el día 5 si mal no rememoro. Como todos los sábados tendríamos que lidiar con los padres de los niños, muchos de ellos pertenecientes al ejército de la Corona, cosa que por cierto no nos apetecía en lo más remoto de nuestras agitadas existencias, ¿savvy?
Nos dirigíamos a uno de los sectores más finos de la localidad denominada “Los Niches”, la cual estaba localizada cerca de Curicó. A ambos lados del camino se erguían portones, detrás de los cuales se levantaban los distintos y amplios sectores de las parcelas.
Seguimos cabalgando con un aire algo frío dándonos directo en la cara. La brisa nos relajaba y amenazaba con entumirnos. Al rato llegamos a un caserío enrejado. Era una villa de casas elegantísimas. Cada hogar tenía, además, su propia parcela en la cual podían hacer lo que se les diese la regalada gana.
Nos detuvimos en un murallón de fierro que se erguía ante nosotros. Estaba cubierto en la parte superior por dientes de tiburón forrados en alambres electrizados. En la parte superior habían dos cámaras de vigilancia y al lado del portón estaba una garita en la que permanecía el guardia de seguridad del recinto.
En ocasiones anteriores habíamos estado ahí. Ahora estábamos de regreso en la región.
Alejandra y Valentina enseñaban diversos tipos de arte a quienes se nos unían en el plan, Arlette y Catalina los contactaban, mientras que las hermanas los mantenían en la casona.
En esa ocasión yo había llevado mi flauta, pretendiendo sacar a relucir mi talento musical y así conseguir como de costumbre nuestros objetivos. Manuel enarbolaba su guitarra y habíamos organizado un pequeño espectáculo.
Íbamos sumidos en nuestros pensamientos de manera muy profunda, buscando la puerta de ingreso y pensando en cómo convencer al guardia esta vez de que nos dejasen entrar. La última pasada que habíamos hecho por allí, no tuvo resultados de los mejores, así que sería más difícil poner al segurito de nuestro lado. A su vez repasábamos mentalmente el plan a seguir adentro.
Recuerdo que yo pensaba en que tendríamos que seguir dedicándonos a ese rubro quizás por cuánto tiempo más. La ONU no nos había dado respuesta alguna respecto al reclamo hecho a favor de los artistas callejeros y detener la condición en que se encontraban. Así que no quedaba más opción que ayudarlos de la forma en que lo estábamos haciendo, teníamos que liberarlos de alguna manera. Probablemente el organismo extranjero nos había contestado la petición a favor, pero los realistas, al estar en el poder, habían retenido la respuesta. La ONU se quedó al margen de la guerra armada, sólo respondería en situaciones pacíficas tales como reclamos, así que no era un elemento muy necesario después de todo.
Estábamos tan sumergidos en nuestras ideas que no nos dimos cuenta de que antes de que llegáramos a tocar el timbre estaban del otro lado unos cuantos soldados provenientes de la Península Ibérica.
-Deteneos allí, no podéis entrar-sentenció uno, devolviéndonos a la realidad.
Manuel nos miró a todos y se adelantó. Eso significaba que él arreglaría el embrollo.
-Mi estimado soldado, solamente deseamos presentar aquí nuestro espectáculo y así llenar a los niños de alegría. Estos han sido tiempos difíciles y necesitamos sacarles una sonrisa. No veo por qué no podemos ingresar-indicó.
Su mirada suplicante, su expresión pacífica y a su vez de ruego, y el vocabulario sumiso de Manuel eran francamente convincentes. De hecho tuvimos que hacer heroicos esfuerzos para reprimir las sonrisas que se dibujaban en nuestros rostros para que no se transformasen en carcajadas.
-Han llegado órdenes de que no dejemos ingresar a ningún artista ambulante, así que no podéis entrar, pues es lo que sois. Unos pares vuestros están haciendo estragos en estos sectores y nos precavemos. Además, aquellos son muy parecidos a vosotros. Quedaros allí, por favor-replicó el realista sin demostrar si perdía la paciencia o seguía siendo cortés con nosotros.
-Se lo suplicamos. Ésta es la única forma que tenemos de ganar dinero de manera honrada. Nosotros no somos como ellos. Tenemos hambre, pero queremos hacer feliz a esos niños, por favor-dijo una chica que decía ser actriz y lo comprobaba así.
Mientras tanto, se levantaron en ruego todos los nuestros.
-Ya os lo he dicho, no os dejaremos entrar. Iros ahora. O si no os presentaremos batalla, debéis quedaros del otro lado. Si no pensaremos que sois aquellos artistas-replicó.
Entonces vimos que todos los soldados de aquel lado empuñaban sus armas preparándose para el ataque. Iban engrosándose las filas realistas y no estábamos en condiciones de presentar batalla.
-Vámonos-me susurró Manuel.
Mi amigo dio la vuelta con su caballo y todos nos vimos obligados a obedecerle. Antes de comenzar a galopar me volteé y me vengué, aunque eso no se podía considerar una venganza tal.
-¡Gracias por nada, maldito marinero de agua dulce!-grité al mandamás realista.
Giré y cabalgando hacia uno de los campos emboscados de dicha zona escuché un diálogo de nuestros oponentes.
-Capitán, son ellos los “artistas” del ataque-dijo uno.
-¿A sí? Pues ya están lejos, no te preocupes-dijo el “capitán”.
Galopamos hacia uno de los campos abandonados y al llegar vimos hacia todos lados, procurando que no fuese una emboscada.
-¡La radio! ¡Enciendan la radio!-ordené.
Un grupo se arrimó entre sí y sintonizó un dial que daba noticias. Caminé hacia una arboleda que delimitaba el camino del lugar en que estábamos.
-¿A dónde vas?-preguntó Manuel al verme en esos sones.
-A hablar con Arlette-dije, me miró extrañado-. De más está decir que por celular, increíble trozo de genialidad que pisa la Tierra-indiqué.
Continué caminando, él me siguió.
-Estuvo cerca-me dijo mirándome a los ojos con su mirada penetrante.
Yo sabía que cuando me miraba de esa forma, era porque estaba preocupado por algo, pero en especial por mí. Recuerdo que nos cuidaba mucho, pero que a veces entraba en la sobreprotección conmigo.
-¡Primero! ¿Qué cosa estuvo cerca? ¡Y segundo! Conozco tu mirada, Manuel, sé que algo te preocupa y por cierto te conviene decírmelo, ¿savvy?-dije, no quería pasar por egocéntrica, tampoco.
-Sabes muy bien qué estuvo cerca: el ataque. Tú y tu maldita impulsividad…-ahí quedó.
-Recuerda muy bien que tú y yo guardamos ese parecido, tenemos eso en común, ¿savvy?-lo interrumpí.
-Pero yo espero a ver las consecuencias que puede traer al grupo, tú no. Eso es lo que me preocupa-dijo, yo alcé las cejas.
-Algo me dice que eso no es todo lo que te preocupa, probablemente te asustaste de lo que me podría pasar a mí, y si fue eso, al parecer olvidas que me sé defender, ¿savvy?-aclaré.
-¿Tan bien me conoces?-preguntó abriendo los ojos.
-Aye, y si me disculpas hay unas cuantas cosas que Arlette me debe explicar, ¿savvy?-dije alejándome.
Caminé hasta que llegué a uno de los árboles. Me senté en el suelo y comencé a hablar con Arlette. Ella me explicó que en todos los blogs y sitios web nacionales se comunicaba de nuestra existencia. Y habíamos sido identificados con lujo de detalles todos, literalmente. Recién lo había sabido. En las radios se decía lo mismo. Era el fin de la aventura.
Indiqué que nos reuniésemos el día siguiente, toda la Alianza estaría presente. Tras eso pusimos rumbo a la casona, llegaríamos de noche.
Llegamos a la medianoche. Era tarde y estábamos agotados. En el camino hacia nuestras habitaciones nos encontramos con personas de los otros grupos patriotas que habían principiado a llegar. Quedaba exactamente un día para dar la noticia. Manuel y yo pensábamos en cómo demonios lo haríamos para poner el cuello y la espada después de ese desastre. Ahora nos seguían hasta bajo las piedras, a los patriotas y a los artistas. Ésto nos había valido tener que darle armas a cada uno y organizarlos para que fuesen capaces de hacer frente a las injusticias a las que se tenían que enfrentar a diario gracias a su expuesto trabajo.
Despertamos en la tarde, medio muertos de sueño. Ya de nada nos valía huir de las miradas acusadoras con que chocábamos en cada pasillo, teníamos que enfrentar la realidad.
Bajamos a almorzar con un barullo tremendo. A medida que llegaba cada grupo la casona se hacía más estrecha. Todos hablaban con todos y trataban de sacar conclusiones para presentar esa noche a las nueve. El germen patriota estaba en todos y cada uno de ellos, no había manera de callarlos, querían ayudar y la única forma era llegar a un consenso. Pasamos la tarde cada cual por su lado. Yo al menos trataba de pensar en una manera de aplacar el desastre.
Faltando poco para el inicio de la reunión fui a la cocina y hurgué en el refrigerador.
-Buscas ron, ¿verdad?-preguntó Manuel acercándose a mí.
-Aye, creo que lo necesitaré-respondí.
-¿Te envalentona?-preguntó enarcando una ceja y con mirada preocupada.
-No, pero hace los momentos más pasables y me mantiene mojada la garganta, cosa que por cierto necesitaré bastante esta noche, ¿savvy?-indiqué.
-Eso es cierto, pero no bebas demasiado, no quiero tener que sacarte borracha-pensó.
-Nunca has tenido que hacer eso y nunca tendrás que hacerlo, ¿savvy?-dije.
-Eso espero…-replicó.
-¡Bien!, todavía quedaba-dije sacando triunfal una botella del refrigerador.
Manuel me miró divertido, quizás pensaba que yo era una adicta, pero antes habría que estudiar dicho concepto y sería más fácil que entender esta historia, el hecho de captar que no lo era, no lo soy y no lo seré.
-Y tú… ¿A qué venías?-pregunté dando un sorbo a la botella.
-Supe que estarías aquí… y quise llevar una botella de chicha, vino, lo que encuentre-dijo, eso me sonó más creíble que lo primero.
-Aquí hay vino, es lo único que hay… ¿Lo necesitarás?-pregunté preocupada, a pesar de que él bebía de vez en cuando.
-Más de lo que piensas-fue su escueta respuesta.
A esas alturas ambos habíamos comenzado a beber para así aclimatarnos en el ambiente que se daría esa noche.
-Van a cortarnos la cabeza-dije medio muerta de la risa.
-No lo digas ni en broma, me matan y ahí llega todo, aunque contigo pueden tratar-dijo uniéndoseme.
-Nos van a ahorcar-razoné.
-Mira quién habla, la que es una experta en huir de la horca-sonrió.
-Pueden colocar sus manos en nuestros cuellos, luego presionar y nos mandan a conocer al Kraken, cosa que no me apetece mucho por cierto, ¿savvy?-dije.
-Por eso llevamos botellas de vidrio-dijo, lo miré irónica-: sirven de espada.
-Tú y tus malditas clases de defensa-sonreí rodando los ojos.
-Tú y tu maldita ironía-replicó.
-Y a pesar de todo nos llevamos, nos llevaremos, de hecho-especifiqué.
-Me quedo con el tiempo pasado: es hora de enfrentar los errores-dijo dándome un abrazo.
-¡Que me lleve el Kraken y toda su mierda!-suspiré.
-Mis condolencias desde ya-respondió.
-Lo mismo debí haber dicho el día que te conocí-repliqué saliendo de la cocina.
En el pasillo tratamos de calmarnos, no podíamos anunciar que estábamos en medio del ojo del huracán mientras moríamos de risa.
-Suerte-dijo.
-Que el viento sople a tu favor-respondí.
Nos abrazamos, al llegar al comedor nos miramos de reojo, tomamos aire y entramos como si nada hubiese pasado. Enarbolamos nuestras botellas, nos sentamos al lado y dimos un sorbo de lo que llevábamos.
Anuncié el problema y la única respuesta que recibí fue un montón de quejas que ni el diablo entendía.
-De un representante, por favor. Antes de venir a una reunión hay que ponerse de acuerdo, de ésto penden nuestras vidas. Reitero, cada uno de nosotros, incluyendo a los artistas, fue identificado con lujo de detalles. Así que si no quieren ser un filete para mañana en el plato de un realista y así conocer el estómago de uno, les vale hablar en orden, mientras más hablen mayor será su silencio, ¿savvy?-dije usando el sarcasmo.
Los hice callar y en orden habló el dirigente de cada grupo, inclusive el de los artistas con que trabajaba dicha agrupación. La situación era peligrosa. Después de años de trabajo habían identificado además los sectores en que laboraba cada organización patriota y estaban en busca de los refugios. Ya había batallas que se contabilizaban en la defensa de aquellos recintos. Aún así no habían llegado.
En cuanto a los objetivos de unir a la gente con nosotros, el resultado era ambiguo. Por un lado los niños y las personas en general se habían encantado con la idea, negándose a creer que dichos artistas habían dañado sus casas. Pero los habían delatado en pos de más arreglos de mano del gobierno español.
Los teníamos de lado de los trabajadores y poseíamos sus cosas, pero nos habían delatado.
Los artistas volverían a las calles y así removerían la conciencia de la gente, en pos de conseguir que se legalizara su manera de trabajar y se les dejara en paz. Irían armados y organizados, pudiendo así luchar por sus derechos en caso de verse vulnerados. Pero se tendrían que separar de los grupos guerreros.
El destino de las distintas guerrillas era confuso. Por un lado, estaríamos apoyando a los artistas callejeros en todo lo posible, pero nuestro futuro estaría lejos de ellos. Algunos propusieron el exilio y gobernar todo desde afuera, idea que fue rechazada de inmediato. Otros optaron por presentar batalla y demostrar que éramos más fuertes, cosa que a pesar de nuestra impulsividad dejamos de lado.
En eso estábamos, con las ideas saltando de un lado a otro. Algunos se disparaban entre sí. La reunión era un completo caos. Con Manuel nos disponíamos a poner silencio y orden de una buena vez, cuando sonó un disparo de cañón en contra nuestra. Nos paramos los dirigentes de la NHM mascullando un buen par de maldiciones.
Oteamos por la ventana. Ahí pedí que me llevase el Kraken. Las viñas habían sido quemadas por completo y nos seguían cañoneando. Pronto se apoderarían de nosotros.
-¡Nos tenemos que quedar aquí! No podemos salir, nos matarán-sentenció uno, secundado por otros.
-¡Debemos luchar!, con los cañones que tenemos y en esta defensa, no podrán contra nosotros-rugió otro más bravo aún.
Miré a Manuel y me subí en la mesa. Todos me miraron con mí actuar y eso era lo que yo quería, o sea, captar su atención.
-¡Lo qué tenemos que hacer es huir!-sentencié.
Mi opinión fue respondida por un “¡¿Qué?!” generalizado.
-Pero si jamás huyes de las peleas-me cuestionó Manuel.
-Un capitán jamás abandona su nave, no me hagas abandonar mi casa-pidió Marianela.
-A veces si el capitán abandona su nave, la protege. A veces si la abandona y mira desde el muelle, la salva y vive para contarlo, ¿savvy? Si seguimos aquí nos cañonearán, antes de que podamos siquiera pasar medio segundo, vivos, y nos haremos fiambre, cosa que por cierto no nos apetece-planeé.
-Tenemos cañones suficientes-dijo el que quería luchar.
-No nos queda más que obedecerla, es Reina de Alianza, debe velar por nosotros-dijo Arlette lavándose las manos (figurativamente).
-Quiero que se armen hasta los dientes y salgan en grupos de a diez. No se separen por nada. La NHM se irá al final-dije-. Y eso no es todo, nos iremos al Paso Pehuenche y desde ahí cada cual partirá a sus refugios a re-armarse. Luego irán a sus sectores opuestos, pero en la misma zona: si pelean en la Araucanía cordillerana deben pelear en la costa, pero mantener el refugio, ¿savvy? ¡Ahora salgan y si pueden mandar a uno a ver al Kraken háganlo! Cuando estén en el cruce nos avisan para que salga otro grupo-indiqué.
Me obedecieron. Nos fuimos llevando los cañones y nos infiltramos en las filas realistas. La última imagen que tengo de dicha reunión de Alianza es la casona quemándose. La seguían cañoneado y habíamos huido a tiempo. Me monté en Hae`koro y continuamos el camino…

Texto agregado el 30-01-2012, y leído por 114 visitantes. (0 votos)


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