La noche está al caer a las seis y media de la tarde. Te acabas de ir como de costumbre, y yo ya estoy en casa. Pero no puedo hacer ahora mis tareas de estudiante.

En veinte dias te veré.

Cuando llegas, antes de que llegues, el día de antes incluso, me viene el cosquilleo en los riñones de contar las horas que quedan para estar contigo... y de repente ya es la hora de que te embarques.
Los fines de semana se evaporan en segundos siempre que tú estás, y cuando te vas me acompaña a la salida de la estación esa extraña sensación de niña perdida, de "ahora otra vez", ahora volver a empezar.

Porque me quitas la coraza que me creo entre semana, entre las semanas, me la quitas y me dejas desnuda; nos tapamos con el edredón y nos creemos (idiotas) capaces de parar el tiempo. Y nos lo decimos,"podría darle al botón, podríamos despertarnos en tres años, o cuatro".

Pero no estoy dispuesta a que no vuelvas. No estoy dispuesta a esperar sabiendo que no vas a venir, no va a existir; no, Sr. Pasajero, vas a venir de nuevo a quedarte conmigo, y cuando por fín sea libre volaré hacia tu tejado... Hasta que nos cansemos de vernos la cara por las mañanas, de olernos el rastro en la cama... Hasta que no tengamos que imaginarnos en la distancia.