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Dedicado a Scatolocos.
Primero, porque la pareja cree que yo puedo escribir; segundo, y principalmente, porque cree que cualquiera puede.

Míreme. Acá, a los ojos. A estos ojos que debajo de unas cejas, que usted decía querían volar, lo embrujaron sin remedio y lo plantaron hoy frente a mí. Escúcheme bien todo lo que tengo que decirle antes de responderle a Su Reverendísima Excelencia. ¿Acaso cree usted que yo nunca me di cuenta que fueron mis caderas? ¿Piensa que con una sonrisa, fingidamente ingenua, podía no ver que desde mis senos maduros me desnudaba con la mirada hacia donde quería llegar?
No se avergüence ante tanta gente que sólo espera enfiestarse luego de esta latera ceremonia. Escúchelo a él, dijo claramente que en este paso estaríamos solo nosotros y el de arriba. No sé cómo empezar, más bien cómo continuar.

Permiso, serán solo unos minutos. Siéntense todos, es que no quiero que esos acartonados trajes y tacones elevados cansen sus cuerpos producidos para el evento y luego se agoten los ánimos de celebrar.

Sucede que desde hace un par de años, como la mayoría acá sabe, comencé a pasar las vacaciones completas en la estancia La Arboleda. ¿Hermosa, verdad?
Sin embargo, a mí nunca me ha gustado. Allí el calor me sofoca hasta las mismas entrañas y el río se me hace pequeño para refrescar las gotas que caen de mi frente abrumada hasta las planta de mis pies siempre descalzos en ese lugar. Encerrada desde el ático, maquinita en mano y rogando para que el cosmos conjugue a mi favor y dé la milagrosa señal en algún momento del día, puedo enterar horas mirando a toda la tropa trabajar: Peones de años, inquilinos fieles, animales para el trabajo; nacidos y criados en esos parajes autóctonos, viviendo con ahínco la más absoluta y muchas veces cruda realidad, desconocedores de la virtualidad que a mí por periodos me consume la vida.

Casi nunca bajo con el sol, pero al llegar la oscuridad puedo confundirme un par de horas con la noche estrellada, y la luna me cuida en ocasiones furiosa; otras, compasiva. Puedo sentirlo. El Alazán me espera, siempre es el escogido. Corrimos como poseídos en las accidentadas tierras de mi padre. El bosque se nos abre al galope seguro y firme de un animal manso y libre durante la mayor parte del año; en los veranos, nervioso y esclavo de los caprichos de su jinete. La señorita tan frágil y femenina puede competirle al mejor de aquellos robustos y exquisitos torsos descubiertos por el infierno de las faenas y el calor. Un regalito para la vista ¿No?

¡No se escandalice, abuela! No me mire con esa cara de espanto. ¿Qué tanto le asombra lo que digo? ¿No fue usted misma la que junto a mi madre me crió desde recién parida? No me dirá que no conoce aún a ésta, la más atrevida de todas sus nietas.
¿Recuerda cuando con poco más de cinco años la obligué con chantajes emocionales a subir a la rueda del parque conmigo? Es que a mi madre jamás la hubiera convencido, y los negocios ausentaban a mi viejo, coincidentemente, cada vez que la diversión mecánica se hacía presente cerca del mar. De mi mar. Ese que lloré cuando tuve que dejar, mi mejor compañero cuando ni la puta idea tenía acerca de una web. Usted nunca lo dijo, pero siempre me creyó rarita. En realidad, todos. Quizás por no estar donde tenía que estar; en cambio, buscando qué diablos entre los cerros detrás del hogar, y el mar a metros delante del mismo, cargando cualquier librillo que me hiciera entrar en el mundo que en éste encontraba.

Amor mío, ¡Qué ganas de olvidar el incidente de anoche y arrancarle un beso ahora mismo, antes de que me tome para toda la vida! Que acaricie mi piel desnuda hasta hacerme caer en el sacrilegio de una entrega desquiciada en este mismo lugar. Es que con sólo mirarle, el cielo se me viene expandido entre mis piernas etéreas. Igual que la primera vez, cuando coincidimos las miradas en la trilla veraniega.

Sus ojos me embrujaron – repetías en las primeras citas – y no pude sacármelos de adentro. Aquel día en que por fin la vi bajar al ara con la pollera sobre sus rodillas carnosas y la blusa amarrada al vientre sudado – decías más osado con el pasar del tiempo – ya quería hacerla mía, me la imaginé deliciosa debajo de aquellas prendas y me lo hubiera coJido hasta verme obligado a pedirle perdón - Y a mí se me llenaban las venas de sangre del sólo placer de escucharle hablar. Repito: hablar.

¡Tía Edu, por Dios! Deje de cuchichearle dentro de la oreja al pobre viejo que ya bastante tiene con haberla acompañado hasta acá. Tenga a bien no malearlo, no le arrebate de nuevo la inocencia que el tiempo le ha devuelto. El Tío con suerte ha de saber dónde está parado y, con semejante monstruo al lado, yo agradezco a Dios que así sea.

¡Todos se ven tan lindos! Las fotos debería tomarlas yo. Está todo tan dispuesto, tan fielmente adornado a mis peticiones. Acá no se ha descuidado ningún detalle, están todos los colores que exigí. Es que nunca me gustaron las bodas blanquitas, tan recataditas.
¡Ah! ¿Y el coro quién lo contrató? Han sonado lindo, muchachos, de verdad una delicia para mis exigentes oídos.

Pero, bueno, sigamos. Siempre que usted no se oponga, mi vida. Es el único que no se puede ir. Si al resto no le gusta el showcito, tiene siempre abierta las puertas del templo.

Cariño, sabe que con usted se desbordaron mis ganas. ¡Cuántas noches fingí dormirme plácidamente después del Santo Rosario dirigido por mi madre! Todo para bajar los cerros a la carrera de ese animal desesperado, adivinando los deseos que yo llevaba en la carne. Podían caer las ropas al primer golpe de un beso o de una caricia, y yo dejarme envolver en la lujuria de querer siempre más. De sobra sabe todo lo que digo.

Monseñor, discúlpeme, no entiendo porqué dice que ya he ido demasiado lejos. Ha sido por casi dos décadas cura, amigo y confesor de toda esta familia, por tanto, no entiendo de qué se extraña. Conoce los pormenores de mis encuentros y le he dicho en mil oportunidades, ante su atónita mirada, que da igual si no me absuelve pues en cada uno de ellos me he traído el cielo a la tierra. En fin.

Vuelva a mirarme, vida mía, para responder lo que hace rato se me preguntó. Créame no hubiera querido terminara así, pero no. ¡No, no y no! No puedo casarme con usted.
¡Maldigo la hora en que se le ocurrió escribirme! ¡Insulto el momento en que quiso darme esa sorpresa! ¡Injurio la idea de regalarme esas palabras! Mató todas mis pasiones con la carta que anoche deslizara por debajo de la puerta de mi cuarto.

¡Qué manera de escribir, carajos! Dibujé por años cada palabra suya que me hacía temblar de deseos, adorné textos completos como a mí se me antojó la gana y así pude saciar mi apetito cuando el crudo invierno cortaba los caminos y no me permitía llegar a usted. Pero, no sospeché jamás que no sabía escribir. Al menos, no como yo hubiera querido que lo hiciera.

Mamá, no vaya a desmayarse. Haga como mi padre, que al parecer se lo esperaba. Aprenda de su tranquilidad. Reconozca, además, que nunca quiso verme atada a un humilde peón de fundo. Intentó hasta el cansancio hacerme desistir, atreviéndose aun a insinuar que el interés de mi novio era otro y no yo. Como si su hija, sin su dinero, no hubiera sido nunca capaz de conquistar a un hombre. Siquiera debió concederme el atractivo inherente de los veinte y tantos.

Permítame despedirme con un abrazo, mi amigo, que me entregue las fuerzas para salir corriendo sin mirar atrás. Espero algún día pueda perdonarme y entienda que el tenerle de frente me desvirtuó la razón, desquició mis sentidos y me creí enamorada de quien nunca existió. Es tiempo de recuperar la cordura. Es absolutamente necesario que acabe con los años de vacaciones en la finca; es preciso estar donde en todo momento me llegue la bendita señal; es imperioso encerrarme en el día, y en las noches también, volver a encender mi máquina e intentarlo ahora con gente real. A fin de cuentas, rarita desde niña, sólo por las letras aprendí a conocer.

Texto agregado el 27-01-2012, y leído por 1208 visitantes. (33 votos)


Lectores Opinan
21-06-2017 Buena historia, la disfruté. remos
18-08-2016 Escribes bien, pero falta que te sueltes más... algo así como un derecho a equivocarte. collectivesoul
11-08-2016 ¿Tanto tiempo sin una letra? seroma2
25-02-2016 Y por las letras aprendi a conocer .....tiene de todo´´ún saludo y un abrazo Caliyuga
13-04-2015 desconocía tus letras... un placer encontrarlas... seroma
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