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MAMA CHAYO Y EL DIABLO
Un día de esos en que todo va de a malas, se murió el maestro joyero Arpi y Mama Chayo se quedó viuda con una runfla de hijos, y apenas con una casita de mala muerte en la Cruz del Vado.

Como no era hembra de lloriqueos ni patatuses, hizo lo que pudo y sobrellevó con dignidad la más amarga de sus desdichas, y bien pronto, apenas pudo se sacó el luto del finado y emprendió con el trabajo para dar de comer a sus hijos.

-Aquí o en cualquier parte tengo que pararme solita y bien duro ¡carajo! Se decía y se repetía a sí misma, para infundirse ánimo, hasta que decidió tomar rumbo a Loja.

A lomo de mula, trayendo el montón de hijos metidos en alforjas llegó esta morlaca, ya de sus años, viuda, morocha y bien trabajadora.

Llegando y no llegando se arrendó una tienda con recámara. Contrató un oficial de carpintería y con unas tablas viejas, armó su nuevo negocio. En la parte de adelante instaló dos mesitas con cuatro sillas cada una y una percha donde se exhibía en botellas de vidrio tapadas con tuza de maíz el elixir de los dioses, el aguardiente de Malacatos. Sobre la puerta ella misma clavó un letrero grande que decía ESTAMBUL y más abajo otro más pequeño que decía HOY NO FÍO, MAÑANA SÍ.
Mama Chayo, como la llamaban respetuosamente todos los borrachines de Loja, era motivo de gran admiración. De acuerdo a lo que cuentan los abuelos, ella pudo engañar al mismo diablo. A ese diablo taimado que va detrás de las personas buenas para engañarlas y llevárselas al infierno.

Mama Chayo, que sabía de las maldades del diablo y que creía que conocía sus intenciones, supo que este sinvergüenza estaba merodeando su cantina en busca, no sé de qué, pues, ¡con el diablo nunca se sabe…!

Los charlatanes, cuando estaban medio piques, dicen de todo, y esta vez decían que el diablo anduvo interesado en cargárselo al chapita Fiallos, tan querido y, por eso, un bocado apetitoso para asarlo en el infierno. El Chapita del cuento ya iba a ajustar una semana chupando sin ton ni son, había llegado a Loja en el Viajeros, procedente de otra ciudad, que ni siquiera él mismo se acordaba de donde vino.

Cuando “mama” Chayo supo las intenciones del maligno, azorada exclamó: “¡Desgraciado Satanás , ni sabe con quien se mete!, ¡Infeliz, querer llevarse al chapita, alma bendita!, si el chapa es tan, pero tan bueno que ya raya en tonto…” Y tomando aire para llenar su inmenso pecho casi, casi del porte del Villonaco, dijo resoplando: “óiganme bien, yo “mama” Chayo, juro por las quintas pailas del infierno que ningún diablo maricón y mal parido va llevarse así, nada más, por las puras, a un cliente distinguido del bar Estambul. ¡Tendrá que pasar sobre mi cadáver… ¡¡carajo!, he dicho y cuando digo, así tendrá que ser”

Inmediatamente empezó la astuta “mama” a preparar la treta para engañar al maligno. Tanto le dio las vueltas a la idea en su cabeza hasta que como conclusión lógica pensó
-Que el diablo con ser diablo también debe tener su punto débil, por donde se le quiebran los cachos.
Ahí está cholitos eso es lo que debo encontrar el punto flaco del demonio y ya mismo antes de que el desgraciado se me adelante y haga diabluras.
-¿Y dónde buscar? Se preguntó la mama a sí misma, y ella misma se respondió
- En el Estambul, pues, que es la mismísima puerta ancha de entrada y salida del infierno…entre tus clientes, que son los peores y mejores borrachines de Loja.

- ¡Haaa ya!, e inmediatamente Mama Chayo empezó a preguntar a su clientes, al poco rato exclamo feliz ¡lo tengo! Y haciendo una seña con su enorme pulgar grito feliz
-¡Lo tengo, lo tengo a este desgraciado en mis manos!
La mama había descubierto que cuando el diablo quiere jalarse a un pobre mortal a su antro, no deber ser descubierto por nadie, porque entonces perdería el rastro y no podría regresar al infierno y se quedaría vagando por el mundo como alma en pena, perdiendo su categoría de Rey de las Tinieblas.
Inmediatamente y casi sin tiempo para pensar un poquito más la estrategia para agarrarlo
-¡Allí está! dijo cantando en cuencano la mama Chayo.
¡Allí está!, hijiticos, hasta que me lo mishé a este miserable.

Le brillaban los ojos y sentía que le temblaban las piernas que sostenían su enorme y pesado cuerpo; corrió a la percha y bajó de una sola dos botellas del mejor aguardiente. Solo ella sabía qué botellas no estaban bautizadas y esas las escogió para ponerlas en la mesa donde estaba solito el chapa Fiallos, después fue a la rockola, le subió todo el volumen, le puso cuatro monedas y le pidió que cante las canciones de los Visconti. La mujer se escondió tras el biombo de la cantina y esperó confiada el momento oportuno. Mientras en todo el barrio se escuchaba la canción puesta a propósito y con dedicatoria:
Cual reptil ponzoñoso
tu cuerpo se desliza
y tienen tus caricias
el frío del terror

El diablo también tiene su corazoncito y, la plena, que parece que por un momento se olvidó de su trabajo y se fue deslizando cual reptil ponzoñoso…. hacia la mesa en donde estaba el chapita.

Nerviosamente y hecho el disimulado, a pico de botella, se pegó dos, tres, cuatro tragos seguidos que le quemaron las tripas como si fueran las llamas de su averno. ¡Sorpresa! Ese momento salió “mama” Chayo de su escondite sin darle tiempo para nada.

El diablo, medio chispo y entre sorprendido y asustado, preguntó a la mujer que cómo se llamaba, que quién era, y ella, ufana, contestó: ¡soy mama Chayo, carajo, del miso Cuenca, la que viste y calza!

¡El pobre diablo no podía salir del asombro!, nadie antes había osado engañarle y descubrirle, peor una mujer astuta y bella como la que tenía enfrente
“Mama” Chayo aprovechó la oportunidad, jugándosela el todo por el todo, le reprochó duramente al diablo sus maldades. Este agachó la cabeza avergonzado y vencido. Suplicante pidió que lo dejará ir, aunque más parecía que el diablo pedía que le permitiera volver… Al tiempo los Vizconti gritaban desde la vieja rockola

Que quieres que te cante mujer idolatrada
mujer la más amada por este trovador
si yo no tengo aliento y enferma tengo el alma
que ya no encuentra calma mi pobre corazón…

Mama Chayo se distrajo un poco con la canción, parecía que la estaba cantando el mismo diablo; lo miró asombrada y después, un poco aturdida, sacudió la cabeza, respiró profundo y nuevamente tomó las riendas de lo que quería hacer volviendo nuevamente a la carga, haciendo hábilmente prometer al mismísimo Lucifer que desde ese instante tendría que ser menos malo y traicionero y que solo así ella le devolvería el rastro del infierno. El diablo vencido, juró y perjuró y, apenas mama Chayo le mostró el camino, salió en carrera dejando su fuerte olor a azufre.
Mientras que el chapita Fiallos ausente de todo brindaba ¡salu!, ¡salucucita! y tatareaba con los Visconti
Una botella de vino puso en mi alforja mi abuelo,
Para endulzar el camino cuando partí de mí pueblo,
Mi madre quedó llorando, agitando su pañuelo
Y yo me fui caminando con mi bagaje de sueños.

Ay, botellita de vino, tal vez te desangre un día
Así tu viejo brebaje me mata esta pena mía.

Mama Chayo se había quedado como hipnotizada mirando perderse en la obscuridad al demonio. Hasta que un grito salido de su propia rockola la despertó:
Amor, adiós,
no se puede continuar,
ya la magia terminó,
ahora tengo que marchar
…Verás que pronto volveré y me quedaré…

¿Qué pasa carajo?, vociferó mama Chayo, ¡Yo puse otra canción! ¡Puse cuatro de los Visconti¡, dijo sorprendidísima y recién entendió por quién mismo esa noche el diablo entró a su cantina.



Zoila Isabel Loyola Román
ziloyola@utpl.edu.ec


Loja Ecuador, martes 24 de enero de 2012

Texto agregado el 25-01-2012, y leído por 190 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-04-2012 Lindo, te felicito. Mama Chayo debe sonreírse, en el cielo , que le hagas acordar de sus hazañas . Dicen que la persona muere , no cuando fallece, sino cuando nadie se acuerda de ella nayo56
25-01-2012 la vida y el diablo. uno nunca sabrà a dònde partir. . o si ya partimos de donde estamos. nanaxemi
 
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