Negro.

Obscuro.

Como la entrada de una cueva. Casi resplandeciente en su negrura en medio de la negra, adormilante, luz solar.

No podemos, No debemos saber por que entras. Por que tus pasos vacilantes hollan el polvo milenario, asesinan el silencio prehistorico.



Caminaras lentamente, en medio de la oscuridad, que te ronca en los oidos. No sabras en que momento caes. En que momento tu pie derecho no encuentra roca bajo su ser, sino abismo, insondable, intemporal, eterno abismo. Negro abismo.

Luego, sentiras el pasto. La hierba zumbante al lado de tus oidos. Te levantaras, en medio de la hierba verde, y lo oiras a lo lejos, un cabalgar, espeso, pesado.


Esperaras, mirando hacias todas direcciones, mientras la colinas altas que te rodearan, amplificando, aturdiendo el eco.


Luuego lo veras. Cabalgara hacia ti, con la lanza en ristre, la aguda punta deseosa de la lujuria de tu carne, tu sangre.


Correras. Con el ultimo aliento de tu cuerpo la veras. Estara alli, esperandote. Casi tan brillante como siempre, en medio de la verde luz del sol en las colinas. Y entraras en ella, acorralado, corriendo sin mirar, sin poder ver en la oscuridad.

No sabras en que momento caes. En que momento tu pie derecho no encuentra roca bajo su ser, sino abismo, insondable, intemporal, eterno abismo. Negro abismo. Eterno abismo. Indetenible abismo de tu destino, Mascota.

Luego sentiras el pasto. Y entonces te daras cuenta, mientras escuchas el lejano galopar entre las colinas. Mientras vuelves a correr de nuevo en la cueva. Mientras vuelves a caer. Mientras vuelves a sentir el pasto.




Entonces es cuando empiezas a llorar.

Entonces es cuando solo puedes llorar.