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Capítulo 12: “Investigar”.
Era el 2 de abril, y el cansancio y la sed pareciera nos mataría, todo parecía motivo de conflicto y disputa, todo fuese por la causa; podíamos morir, lo sabíamos; podíamos convertirnos en delincuentes, eso quizá era lo que pretendíamos; era una férrea batalla contra el destino que nos condenaría a siempre ser unos españoles, era una férrea batalla contra el destino que nos asesinaría corpóreamente. Era ese día y avanzada ya la hora no conseguíamos llegar a Valparaíso, eso sí que no hicimos la ruta del camino real, sino no tendríamos fecha de retornar de tan maravilloso paraje. Nuestros rostros denotaban el des entusiasmo que nos marcaba el corazón; esa llantina, esa pena eso de ver que el destino ni por pienso quería soltar a nuestras montoneras, a esas tres inocencias que daban su vida por la causa. Sentíamos pena, rabia, ese sentimiento agrio y duro que nos invadía. Era nuestra segunda batalla, pero no era derrota, aunque así la sentíamos. Aparecíamos en diarios y revistas como el problema mayor de la corona española, éramos el mejor dolor de cabeza de la vida, eso no es todo, aparte de las páginas interiores, ocupábamos toda la primera plana.
El riesgo y la adrenalina eran nuestras cábalas, nuestra forma de vida tal vez.
Quizás eso le dio a Manuel el ánimo y valor necesario para formular un plan, ni siquiera yo estaba en condiciones de tener una idea eso que la causa era lo que en ese instante más me interesaba.
-Llegando a Valparaíso, nos separaremos-dijo con aire abstraído, sin atisbo siquiera de concentración en su rostro, con un son de “es una orden”, como respirando las ideas que flotaban en el aire.
-Unos podrían ir a hacer una protesta al congreso de Valpo-dijo Francisca Adriazola muy contenta.
En eso vi algo que podría decir, era una rebelión de nuestros rostros, el ánimo volvía a divisarse en nuestras oscuras miradas, en nuestras llorosas caras que comenzaban a ser víctimas del hambre.
-Otros podemos ir a reclutar gente, estamos algo cortos y no nos alcanza así para ser siquiera media campaña, y no de las de distracción-dijo con alegría que se reflejaba en sus bellos ojos ambarinos, Lissette.
-Otras podemos ir al puerto a buscar a las chiquillas, miren que me tienen re-preocupá`-dijo muerta de fatiga y con un acento campesino, Débora.
La cosa estaba comenzando a armarse, habría revolución, querían provocarnos, pues bien; querían guerra, la tenían en sus palabras sarcásticas que le llevaban la batalla en andas y precisamente se encontraba a la vuelta de la esquina. Yo preferí mantenerme algo al margen, era algo así como ver que tan buenas guerrilleras eran, pues una buena montonera no solo sabe luchar cuando su generala se lo dice, sino que es capaz de armar revoluciones y de las mejores y por su propia cuenta.
-Otras pueden ir a la cárcel a buscarlas-dijo con dulce y cantarina voz, Catalina González.
-Otros a convocar a una huelga masiva-dijo Paula, con tono resuelto y la fiereza que solo poseen los mapuches. Pero su mirada denotaba algo de desconfianza, como si tuviera miedo a algo, como si en ella existiera un mal presentimiento.
-Otros a los medios de comunicación a convocar a protestas y huelgas-dijo con mirada entendida en el tema Catalina Fuentes.
-Otros a los colegios a armar huelgas-dijo con mirada graciosa y un aire de dirigente estudiantil, que apenas se lo podía, en el rostro, Arlette Lara.
-Otros al aeródromo a ver si llegaron al puerto los realistas que despachamos desde la capital-dijo tímidamente, como si fuese una mala idea, Valentina Domínguez.
-Otras a hacer terreno del tipo aplanamiento de calles a buscar a las chiquillas, tienen que aparecer en algún lugar-dijo mi gran amiga Catalina Avendaño.
-Otros a planificar atentados en las principales ciudades del país, como los del otro día, pero mejor-dijo sarcástica, Coni. Su sarcasmo nos hizo reír a todos sin excepción alguna.
Con Manuel nos regalábamos mutuamente unas miradas un tanto sarcásticas, un tanto feliz, un tanto risueñas, como cuando el alma siente que todo va de bien en mejor.
Estábamos armados, 4 niñas pertenecerían a cada una de las 10 ideas, eso era todo lo que necesitábamos, paciencia, demasiada paciencia, y no el orden que no caracteriza precisamente a una montonera, pues una guerrilla, se lleva con democracia e improvisación. Era increíble, el desánimo había desaparecido. El tramo restante se nos hizo aún más corto que lo normal, quizás la alegría y el entusiasmo nos propulsaban a seguir el camino, a no detenernos, a pensar en que todo seguiría bien. Los rostros eran entusiasmo fundido en un increíble nerviosismo que nos tenía el alma en un hilo. Sin percatarnos siquiera, ni por pienso de que ya estábamos en “LA JOYA DEL PACÍFICO”, de inmediato fuimos a la playa en busca de un roquerío que nos sirviera de refugio, y junto al muelle lo encontramos, como esperándonos, antes de poder decir “A”, estábamos instalados organizando las labores que cada uno haría. Pero eso además de aburrido, no posee mayor relevancia, así que no os lo relataré mis queridos amigos. Solo puedo decir que de protección, o cuidador de espaldas quedó Manuel, y que yo hice un breve city-tour por la ciudad, exactamente hasta la cárcel en busca de mis Co-guerrilleras. Eran las 13:00 y un grupo de guerrilleras se hacían de la nada a la nada, como un pescador que se hace a la mar. Partíamos a la nada literalmente, más bien a nuestro cometido. Unas a la cordillera, otras al casco antiguo, otras al muelle, todas llevábamos un rumbo distinto, igual que nuestras vidas. A pesar de que la mayoría conocía aquella lindura de ciudad, pero era recomendable ir con algo llamado plano para no perdernos. Nos es agradable tener problemas de orientación en un lugar que con suerte has visto, en especial yo me incluyo en el grupo de los que se encontraban en medio de una perdición total, pero soy hábil leyendo planos y creo que cualquier habilidad que no dañe a nadie y se cultiva bien en nosotros, puede sernos muy útil cuando estemos en aprietos, como yo en Valparaíso como un heráldico y vago ejemplo.
Yo era perteneciente al grupo que se encaminaría en dirección a la cárcel, pero el nombre que realmente le sienta es campo de concentración. Las aventuras que corrí, nadie es siquiera de pensarlas en su menor dimensión por lo grandiosas que fueron, estoy segura de que no me creerán siquiera la mitad de lo que les narraré a continuación, pero bueno mi conciencia lo vale y haré el intento. No son ustedes capaces de adivinar la adrenalina, el vértigo que sentimos corridito y parejo todos lo que íbamos a tan dura, extravagante y difícil misión, pero la causa lo valía, a mí en lo personal me importaba un bledo morir si lo hacía combatiendo por la patria y por, como estaba segura lo haría en aquel preciso instante si se daba tan frenética lucha. Todo comienza con un pensamiento equívoco perteneciente a la mayoría de los españoles, y por parte de estos gendarmes que estaban lejos de no serlo, creyeron que éramos inferiores y que seríamos el menú de aquel día por así decirlo, pero para que están las espadas, sino es la guerra y de Chile defender el honor. Catalina, esa chica de hermosos y dulces ojos, ternura sin igual y una menudez excepcional, al igual que yo se transformó para rebatir para nos la victoria con las espadas, cuento corto no les dejamos ni respirar siquiera, nuestra función era distraer, además de la comisión éramos las más aguerridas, así que moriríamos con la frente en alto, con el honor bien puesto en la psiquis si una bala nos desangraba, o un filo de espada por la espalda nos arrebataba la vida, tan frágil como un cristal en minutos como ese, en los que la vida deja de pender de el destino, pues nosotros pasamos a serlo, de nosotros pende nuestra vida. Se concentraron tanto en las jóvenes combatientes que somos Cata y yo, en la lucha que les con cerníamos, que ni siquiera alcanzaron a decir “a” con la presión que con odio y fiereza les dirigíamos, de más creo está decir que no tuvieron la más remota idea de que no éramos dos guerrilleras armadas hasta los dientes, sino cuatro, no puedo decirles “¿Quiénes eran esas otras dos montoneras?, ¡más misterio!”, así que como la guerra finalizó hace unos cuantos añitos atrás he decidido exponer la identidad de las niñas de antaño. Ellas eran Valentina Martínez, una chica de bello e intenso mirar y una fiereza gigante que asusta a todo el mundo, y la otra Mª Jesús Torres, morena y de baja estatura nos enseño que la timidez no es impedimento alguno para hacer lo que se pretende, que la rebeldía y el espíritu aventurero son lo que de verdad valen en lugar de cualquier otra cosa… pero volviendo a la historia, ellas ingresaron sin impedimento alguno. Luchamos en una intensa riña, y conseguimos lo que todos califican de imposible: derribarlos, pero tan sólo lo conseguimos con fiereza, técnica y un puñado de una excelsa suerte; cuando ellos estaban arrojados en el suelo pidiendo el perdón divino cuenta baja, con dolores que los mataban, nosotras aprovechamos de coger las llaves, que vaya que pesan, son terribles, era un manojo con el que podías hacer como mínimo una pelota de básquetbol. Y aquí comienza el verdadero riesgo y peligro, la verdadera batalla épica. Al entrar nos pillamos con la gran sorpresa de las puertas blindadas que retienen una manada de elefantes. Los dos pasillos que se trababan con su escudo blindado retenían a cuantiosos rehenes patriotas, entre esos presumíamos a nuestras compañeras. Catalina y yo nos aliamos en una, mientras que Jésu y Vale en la otra. Estuvimos 15 minutos en pleno intento de abrirlas, y si no es por la grandiosa visión que posee Mª Jesús, estaríamos quizá intentando abrirlas aún, en fin, el caso es que la chica vió una cosa brillante en una esquina muy escondida y su curiosidad la condujo hasta aquel destino, pero eso era tan solo el comienzo de una seguidilla de triunfos… era la llave, pero para que se abriera la compuerta que nos pedía la clave que realmente nos llevaría a nuestro destino final. Este sería el turno de Valentina de adivinar la clave. En una repisa a gran altura se encontraban un conjunto de papeles que contenían claves falsas. Pero Valentina tenía un conocimiento más amplio que el que creíamos sobre los españoles y a la primera supo cual era la real, una que se suponía nadie apostaría por ella, pero la paradoja es a lo primero que deben apuntar, la clave decía “Adoramos la debilidad de la nueva húsares”. El caso es que no tardamos en ingresarla, y ante nuestros ojos se presentaba el holocausto moderno, pero antes de eso caímos unas cuantas veces de la silla intentando trepar para coger uno de nuestros botines más preciados: la libertad. En fin, adentro la cosa sí que era bárbara, estaban encerrados como unos verdaderos delincuentes, los tenían encerrados en celdas con blindados eléctricos en los que con suerte se divisaba un raspado del nº de la celda, pero aún se podía ver algo, el caso es que estaban en la240a, y las liberamos junto con todos los que estaban allí. En el interior de las celdas había un gravado que decía “Por ser patriota estoy aquí”.
Luego 20 niños y niñas se revelaron a todo y nos siguieron. Pero sumándoles a los chicos de las campañas de reclutamiento y protestas eran 5 varones y 25 damas que nos acompañarían en una de las travesías más duras de nuestras vidas. Y así y todo dicen que las mujeres somos unas cobardes y miedosas…

Texto agregado el 01-01-2012, y leído por 139 visitantes. (0 votos)


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