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Capítulo 9:”LA TRAISIÓN DE PALOMA; LA ENVESTIDURA DE CAROLINA”.
Tras la lucha, hicimos el conteo de los heridos y fallecidos. No había muertes que lamentar. Solo heridos. Esto era un triunfo para mí: no matar y ganar al mismo tiempo.
Literalmente todos los españoles entraron a perder al ser heridos, mientras que cinco nada más en representación de Chile sufrieron una complicación de esa naturaleza.
Era realmente sorprendente: habíamos ganado. Todo era fiesta en el campamento. Comimos a modo de celebración algunas provisiones. Todo era júbilo y risas. Bueno en realidad casi todos compartíamos esa felicidad, esa calma.
Alguien no sonreía aunque le llevaran una tropa de payasos. Fue la primera persona en ofrecerme su apoyo, sin siquiera ser obligada a hacerlo. Su nombre era Paloma Bustos, quien hasta ese entonces, era mi cómplice incondicional.
Pero al menos tuvo el valor de enfrentarme para comunicarme tan vil primicia, eso lo valoraré de por vida, pero no me pidan que me agraden los motivos. Como todos quieren saber cómo me enteré de los hechos, aquí les coloco algo que asemeja la conversación que tuvimos, pero mucho más pulcra que el original…
-Sofi, te felicito. Eres la mejor comandante que pudiera existir jamás. Luchaste codo a codo con todos-dijo.
-Pues gracias por el alago, pero me parece que tienes algo más que decirme-insinué.
-Bueno, yo me quiero ir de la montonera, tengo miedo de morir, de salir herida. Yo mejor me regreso a Talca en mi caballo-susurró.
-Paloma, me acabas de traicionar. Fuiste la primera en apoyarme, y ahora eres la primera en traicionarme. No consigo comprender el motivo por el cual no te unes a nuestra alegría. Estamos preparados pa´ todo. Raro sería morir, y las heridas, algo te diré, ¡se curan! Perdiste el patriotismo. Temes al riesgo de lo bueno, caíste muy bajo. Nos abandonas por un temor común y corriente, que si todos en la montonera lo tuviéramos presente en nuestras mentes, no existiría la NUEVA HÚSARES. Entonces, hubiese sido mejor que no te ofrecieras nunca para cosas de esta naturaleza. Ni siquiera quieres colaborar en algo que no sea batalla. Eres realista a muerte, se te nota a simple vista. Temes la libertad de tu propia patria, y tu pretexto para irte es el miedo a un banal y estúpido miedo a herirte. Sin tu pequeño aporte la patria puede volver a ser una colonia… ¿sabías? Eres mi mejor amiga, pero yo me quedo aquí-discutí.
-Sofía, tu mamá dijo que podíamos morir, gracias a ella estoy tomando conciencia ahora. Soy muy joven para morirme. Tú deberías volverte a Talca-me dijo.
-¡No eso nunca!, yo me quedo. ¡Eres una cobarde!-aullé desconsolada.
-¡No me trates así!-chilló.
-Entonces para ganarte mi respeto, debes quedarte, pero como eres una gallina no lo harás. Temes el buen riesgo-suspiré quieta, queda y dolida.
-Basta, basta, solo digo y pienso la verdad-lloró.
-La de ser una realista por cierto, cual más va a ser, dime-grité con fuerza e impotencia.
-No. Yo pienso en mi Mamita que debe estar harto preocupada, a ti la tuya poco te importa-dijo.
-¡Paloma Bustos!, la mía si me interesa, por ella aguanto tanta lesura, por ella quiero que Chile sea libre, por ella y la nación-chillé.
-Pero me viro igual, estoy decidida a hacerlo. Nunca creí que por que tu rebeldía se interpusiera en nuestra amistad, al punto de ser capaz de terminarla-gimió.
-Otra cosa… el caballo te será despojado, al igual que el honor y la amistad que teníamos. Ahora, ¡vamos!, ¡vete al bando realista! ¡Vamos!-susurré.
-Bien me voy, Sofi, fuiste una gran amiga-lloró.
Cuando Paloma bajó llorando, a tientas, producto de las gruesas lágrimas que brotaron de sus ojos cafés. Yo rompí a llorar, sentí en ese momento que me cortaban las alas, que se me acababa el mundo, era una traición, que ni viéndola pintada de fraile, lograría perdonársela. En ese fatídico instante en el que todo se me daba vuelta en la mente, llegó mi amigo Manuel, y en sus brazos me abalancé a llorar y a sentir el amasijo de contradicciones que era mi cabeza en ese entonces.
-Manuel, Paloma se fue de la montonera, es mi mejor amiga, pero estoy sola en el mundo, tu eres mi único amigo-dije en sus brazos, era verdad, era eso lo que sentía en aquel entonces, un ahogo de aquellos fatales en el alma.
Manuel me acunó como una niña pequeña, ni por pienso, jamás se me ocurrió tener un momento de tanta confusión.
Al día siguiente, me encontraba algo más calmada, tan solo un poco, nada más. Todavía acurrucada a Manuel, gemía y pensaba. Pensaba en el desastre que había acontecido el día anterior. Karina y mi amigo conseguían tranquilizarme, pero en pleno ascenso, vi un rostro moreno, una señorita de cabellera multicolor, que tras mil años fue negra azabache, dedos largos, delgadez y altura se mezclaban en ella, era nada más, ni nada menos que Carolina, mi hermana mayor. Estaba muy preocupada por mi y en plena subida, para suerte de su corazón me vió. Lanzó un gemido agudo que asemejaba mi nombre, y en cosa de segundos, estábamos abrazadas y no pensábamos soltarnos. Ella lloraba, yo de la confusión no profería ni medio fonema. Manuel al paralelo, estuvo a pasos de hacer un atentado en su contra.
-¿Quién es esa mujer?-indagó Karina.
-Es mi hermana Carolina, me sorprende verla, mucho más ahora-dije.
-¡¿Tienes hermana?! Y yo que ni sabía, poco más organizo un atentado en su contra-dijo Manuel-no niegues su cara de realista.
-Es inexpresiva no realista-dije.
En cosa de segundos estábamos inseparablemente abrazadas. Carolina había sido llamada por mi madre que se encontraba al borde del colapso creyéndome muerta.
Carolina, debo admitir, me fastidió un buen resto con su celular para que llamara a mamá y le dijera que estaba bien, pero no tenía dinero y acto seguido se conoció con Manuel por una moneda que se suponía utilizaríamos para que yo telefoneara a mi madre, que usó su teléfono para llamar llorando a mi hermana creyéndome muerta y sacando cuentas de un servicio funerario. Carito, quería llenar un poco su estómago, y tuvo la fabulosa idea de pedirnos comida, que gracias a Arlette nos enteramos que no teníamos, así que la moneda quedó al azar.
-Carolina, necesitamos una nueva montonera, ¿quieres ser parte?-inquirí con la voz en un hilo que me criaba como nadie y me formaba como un todo.
-No me gusta la guerra, pero no queda otra salida a la libertad, te apoyo, eres mi hermana, mi deber es cuidarte, te amo-susurró.
Debimos ir a la gran ciudad en busca de nuestro alimento. Me subí a Hae`koro y algo en mi interior lloraba, un tanto alegría, confusión, emoción, que se yo, lo importante era que cerro abajo cabalgaban conmigo mi mejor amigo Manuel y mi hermana amada. En el mundo, excepto por la libertad nada más me importaba, nada.

Texto agregado el 01-01-2012, y leído por 127 visitantes. (0 votos)


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