TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / mahanaim / La noche en que la tierra y el mar dijeron, aquí estoy yo...

[C:490772]


LA NOCHE EN QUE LA TIERRA Y EL MAR DIJERON, AQUÍ ESTOY YO... I PARTE.

De pronto, en medio de la tenue luz que dejaba ver parte del pasillo de la casa, apareció ella, abrazada a un tríptico católico con la imágen de Jesús en uno de sus lados... Caminó hacia nosotros sonriendo, como si lo que había a su alrededor no tuviera mayor importancia, es más, no estuviera ocurriendo.



Tres de la mañana con treinta y cuatro minutos, dormía plácidamente en una noche calurosa del 27 de Febrero del 2010, la ventana de mi habitación del segundo piso de la casa completamente abierta de manera que el aire renovaba y refrescaba cada espacio durante la noche - Es agradable respirar aire puro, dormida mis pulmones agradecen la regeneración - De pronto mi cama se mece suavemente y de manera automática, como resorte, me levanto y alcanzo a llegar al portal de mi puerta y no logro avanzar más allá, mi cuerpo, como un péndulo va de derecha a izquierda una y otra vez, y no logro entender que es lo que está sucediendo.

Nunca en toda mi vida había escuchado tal ruido, nunca mi cuerpo involuntariamente se había así sacudido y mis manos con fuerza se apoyan en el portal mientras unos pasos más allá veo a mi hermana de la misma manera reaccionar. Grito con temor y sin encontrar explicación : "¡Bendito Jesús, bendito Jesús!" Y un ruido ensordecedor me rodea, la casa de grueso cemento parece rugir.

Logro en un segundo mirar por la ventana hacia afuera y distingo una hermosa luna llena que parece desde lo alto absolutamente todo contemplar y me pregunto ¿en qué momento esto va a terminar? "¡Bendito Jesús, bendito Jesús!" desde lo más profundo de mi alma vuelvo una y otra vez exclamar con mucho temor.


¡ 2 minutos 45 segundos ! Todo se detiene, ¡rápido, pantalón, zapatos...! ¡Hay que salir, vamos, hay que salir...! Mi madre y mi hermana con rapidez responden a lo que acabo de decir, lo único que quiero es salir de ahí. Mientras mi padre aún acostado nos reclama que a nuestro cuarto debemos regresar. Insisto y ya lo que hace un instante decía casi como una súplica, ahora sale de mi boca como una orden a la cual ahora los tres responden llegando presurosos al pasillo para comenzar a bajar hacia el primer piso, por una escala que en mi mente atemorizada imagino que está muy deteriorada.

Comienzo a bajar en primer lugar a tientas ya que la electricidad en estos casos es lo primero que se va, y piso cautelosa cada peldaño rogando no encontrar ningun daño...

Ya en el primer piso, la lámpara de emergencia que por años descansó en un rincón del comedor esta noche orgullosa realiza su mejor labor. Caminamos en fila india pasando el living y el comedor y ya fuera de la casa, parece que un gran foco se ha encendido para iluminar los pasos que presuros dirigimos al final del patio en donde por un portón podremos llegar a la casa de nuestra vecina, quien sola, sorda y con sus 85 años en este momento es nuestra mayor preocupación.

Las alarmas de los autos se escuchan por derredor, se encendieron automáticamente con el movimiento que pasados unos segundos ha vuelto a sacudir.

Llegamos a la galería que nuestra vecina mantiene cerrada con llave como protección. ¿Qué es eso que pende de la bella camelia que la señora Fresia siempre regó? Un enorme bloque de cemento detuvo su caída en las ramas que aunque frágiles lograron sostener lo que ahora parece increíble al mirar. Y la luz de la lámpara descubre que ya no hay muralla que limite la entrada a la cocina y parte de la galería. Y giro con la lámpara en alto y ya no hay comedor, grandes murallas han caído sobre mesa, sillas y sillón. Aun así, hay una puerta con llave que nos impide seguir.


¡Señora Fresia, señora Fresia! No logro verla, una pequeña vela encendida sobre la única mesa de pie en el lugar me comunica que ella debe estar en el lugar. De pronto, en medio de la tenue luz que dejaba ver parte del pasillo de la casa, apareció ella, abrazada a un tríptico católico con la imágen de Jesús en uno de sus lados... Caminó hacia nosotros sonriendo, como si lo que había a su alrededor no tuviera mayor importancia, es más, no estuviera ocurriendo.

¡Las llaves, ¿dónde están las llaves?! casi a coro le gritamos para poder ingresar y así poderla ayudar.
Ella, en bata de levantar no logra escuchar ya que su audífono todas las noches retiraba de su oído para descansar. De pronto con rapidez analizamos la situación, y la única solución es quebrar un vidrio y abrir la ventana que por años ella mantenía cerrada y trancada a modo de protección.

Lo hicimos, y ésta de manera forzada no abrió más de 20 centímetros, el movimiento telúrico había descuadrado la estructura y de manera celosa impedía nuestro ingreso... ¡Sra. Fresia, suba al sillón, suba al sillón! le gritábamos y con gestos explicábamos lo que debía hacer. Nos miraba aún sonriendo y nosostros presurosos de coger sus manos temíamos que las tejas sobre nuestras cabezas cedieran y a más de alguno hirieran. Mi padre tomó la mano derecha de ella y yo la izquierda y... ¡no me pregunten cómo! pero en un dos por tres esa frágil señora que no dejaba de sonreir ya a nuestro lado caminaba de regreso a nuestra casa.

En silencio y presurosos nuestros pasos aún iluminados por la hermosa luna llena, avanzamos de un patio a otro y nos detuvimos en un departamento que en nuestro patio tenemos, departamento de madera, de un piso que nos serviría de refugio hasta no ver en que condiciones estaba nuestro hogar.

¡Qué seguridad sentía allí! Desde pequeña siempre escuché a papá decir que aquellos que viven en casas de madera siempre deben sentirse seguros, porque si tiembla, sus casas son como cajas de fósforos, se sacuden fuertemente pero no sufren daño. Y luego agregaba : "En cambio las casas de concreto..." Y ahí estaba el problema, hace 24 años que vivimos en una de estas "casas de concreto" y aún no logro olvidar el ruido ensordecedor mientras el terremoto que fue de 8.8° Richter (aunque fuentes no oficiales dicen que sobre pasó los 10°) sacudió la tierra de tal manera que ésta se deslizó de su eje.


Fue una larga noche, poco hablábamos y sólo lo hacíamos para darnos valor después de cada movimiento que por momentos de manera fuerte y otros débiles sacudía esta nuestra ahora "caja de fósforos"; Hasta que por fin amaneció.


El sol como nunca alumbró y desde temprano el calor cubrió cada rincón. Nuestra casa gracias a Dios soportó lo que a muchas otras derribó. Y fue la mañana del día domingo y al salir ya a la calle mucha tristeza, pérdida, incertidumbre y dolor. Mi ciudad ya no es la misma... 3, 4, 5 casas seguidas, en la misma cuadra, completamente en el suelo mostrando un panorama de desconsuelo.

Víctimas en mi ciudad, seis personas que en distintos lugares con la muerte se marcharon. Y Chile entero sufrió la pérdida de muchos hijos e hijas que, sin importar edad, sexo o clase social no volvieron a despertar.

La tierra y el mar de manera impetuosa, soberbia, inexplicable invitaron a la "señora muerte" y "señor destrucción" a danzar, tomar y llevar, calles, casas y familias lo más querido, lo más preciado en una noche perder y no volver a ver.


Han pasado casi dos años, mi ciudad se levanta paso a paso y el ánimo poco a poco regresa al ver la unidad, el trabajo y la gran solidaridad que en todo este tiempo unos con otros, familiares, vecinos y aún desconocidos nos hemos brindado. Porque "una mano lava la otra y las dos lavan la cara" (dice un dicho popular) y está más que comprobado, al tiempo que a diario la presencia de Dios en todos se ha reflejado "Todo lo puedo en Cristo, por que él me fortalece" Filipenses 4:13 como un sello grabado en nuestros corazones si somos cristianos, nos impulsa a sobrellevar cualquier angustia, cualquier temor, cualquier dolor...


Hace un par de días visitamos a la señora Fresia, ya no vive acá, su casa tuvieron que derribar y por desición sana de ella a una casa de reposo para el adulto mayor se quiso trasladar.

Frente a nosotros una hermosa reja de fierro forjado nos da la bienvenida a unos jardines hermosos, rodeados de árboles autóctonos y una que otra escultura de carácter religioso hacen que en el lugar se sienta verdadera paz. Entramos a una de las galerías, largos pasillos con frondosas plantas y diversos muebles de distintas épocas parecen trasladar a cada visitante a tiempo atrás.


De pronto, entre cabezas cubiertas de canas, con paso reposado y unos ojos que sonríen con la mirada, se acerca quien una noche compartió con nosotros lo que la naturaleza sin piedad entregó y que todos de una u otra manera recordamos con dolor. La señora Fresia nos abraza de manera fraterna y nos invita a la salita privada en donde los cuatro compartimos una conversación cariñosa, relajada y entre recuerdos y alegres carcajadas la tarde se va, se va...


Es curioso, esta noche ya en mi cama miro por la ventana, la luna llena nuevamente alumbra con fuerza el panorama. El calor invita a permanecer en calma y desde el fondo de mi alma afloran las mismas palabras ¡"Bendito Jesús, bendito Jesús"! pero ahora como humilde ruego en la esperanza que interceda por nosotros ante el Creador pidiéndole con sencillez de corazón que la tierra, el mar, el viento o el sol no vuelvan a lastimar a ningún justo o pecador- entre ellos - yo.

Texto agregado el 14-12-2011, y leído por 142 visitantes. (0 votos)


Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]