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—Doctor, permítame preguntarle ¿nos puede dar un perfil de este cabrón asesino, o son varios asesinos? —preguntó el general, comandante de la XI Región Militar y jefe del operativo “Laguna Segura”.
Abel, especialista en psicología forense, comprendió que los integrantes de la reunión de seguridad dudaban de su competencia, al ver la expresión que revelaban los rostros de los asistentes: los jefes de la policía municipal, estatal, federal y sus ayudantes, de franca desconfianza. Sobre todo la cara de fastidio y escepticismo del procurador general del estado al dirigirse a él. Por lo que trató de ser claro al contestar la pregunta del general:
—Mi general, el modus operandi de tres asesinatos es el mismo; se trata de prostitutas jóvenes, cuyo centro de operaciones era la avenida Morelos. Las tres abordaron un carro VW Jetta de color gris oscuro a la media noche y al parecer lo hicieron confiadamente según han relatado diversos testigos presenciales …
—Eso de «confiadamente» es una tontería —interrumpió de manera grosera el procurador, y añadió—: y no son tres las prostitutas asesinadas, sino que ya suman cinco. ¡Caray, nos parecemos a Ciudad Juárez!
—Tiene razón señor, use mal la palabra «confiadamente», pero, aunque son cinco las asesinadas, en las tres a las que yo me refiero, la manera en que fueron ultimadas es muy semejante, las tres después de tener relaciones sexuales, las degollaron, trasladándolas al lugar en que fueron encontradas: en las puertas de una iglesia y no cualquier iglesia, sino las más representativas de Torreón, la catedral, la iglesia del Perpetuo Socorro y la iglesia de Guadalupe. Las tres boca arriba con las manos piadosamente recogidas sobre el pecho y tapando la herida del cuello un crucifijo bellamente trabajado. Las otras dos, que usted hace mención, fueron abandonadas, al parecer arrojadas de un vehículo en movimiento por la forma descuidada en que se encontraron, una en el boulevard Independencia y la otra en la calzada Colón, y la causa de su muerte fue por estrangulamiento. Además la muerte de estas dos últimas fue apenas ayer, y en el caso de las primeras tres existía un mes de diferencia en cada asesinato, el último de estos casos fue hace veinte días. Así que es probable que tengamos otro caso semejante en diez días, por lo que les recomendaría vigilar la Avenida Morelos y las iglesias.
—Entonces en los casos a que usted se refiere es un mismo asesino y en los dos últimos casos son otros. ¿Es así? —volvió a cuestionar el general.
— Sí, así es.
—Pues dejaré que la policía municipal investigue los dos últimos casos y la policía estatal y federal los casos de las mujeres degolladas. ¿Cuál sería el perfil de este asesino en serie?
—Creo que se trata de un hombre joven arriba de los treinta, bien vestido, ha actuado con discreción en relación al vehículo que usa, debe ser soltero, muy religioso y es probable que sea profesionista. Vive solo o con su madre, es hijo único e inspira confianza.
“Puras pendejadas lo que dice este loquero”, pensó el procurador.

—Puedes hablarme con absoluta seguridad, para mí es un imperativo categórico la confidencialidad médico-paciente —dijo el doctor Abel.
—Es un alivio hablar con alguien que lo comprenda a uno, es terrible la soledad y no tener a quien comunicarle mis éxitos, y más cuando Dios confía en que rescataré a sus ovejas descarriadas para llevarlas a su santa gloria.
—Me gustaría que me contaras tu vida desde pequeño, puedes hacerlo a grandes rasgos o bien con detalle.
—Yo también soy médico, así que mejor resumiré mi caso como hacemos en nuestra profesión, para después hablar de lo verdaderamente importante.
—Claro, tú decides.
— En pocas palabras: soy hijo único de madre soltera.
— ¿Cómo obtenían ingresos para vivir?
—Cuando era pequeño, tenía muchos tíos que nos mantenían, uno de ellos era sacerdote católico, y él me enseño el camino del cielo, pero cuando crecí, comprendí que mi madre se dedicaba a la profesión más antigua del mundo.
—Tu madre ¿te daba buen trato? ¿Cómo era ella?
—Me trataba bien, ella era muy bella y alegre por lo que tenía muchos clientes y pudimos vivir desahogadamente, incluso terminé la carrera de medicina, pero, el vicio castiga, cuando yo hubiera podido liberarla de su vida de pecado, ella murió de sida.
— ¿Te causó mucho sufrimiento su muerte? —Preguntó de nuevo Abel, sorprendido de la falta de emoción en las respuestas.
—No, porque sabía que por mis rezos y mi devoción a la iglesia, ella había ido con nuestro Señor. Sufrí cuando ella llevaba su vida de pecado.
— ¿Qué hacías para mitigar ese sufrimiento?
— Mi refugio siempre ha sido Dios, como Él me dio un don: soy un ebanista excelente y fabrico para su mayor gloria exquisitos crucifijos; incluso para servirle quise entrar al seminario, pero por el oficio de mi madre no me aceptaron. ¿Y sabes qué? Me alegro, porque el llamado de la carne siempre ha sido mi tormento.
—Pero en un hombre joven como tú, eso es normal ¿no crees?
—Todos nacemos con el pecado original y nunca nos libramos de él.
— Me hablabas al principio de tus éxitos ¿cuáles son estos?
—Lo repetiré sólo una vez, rescatar a las mujeres de su vida pecadora. Tengo un método.
—Me puedes decir ¿cuál es tu método?
—No.

“Arrastrada vida —pensó—, antes nos iba muy bien en la avenida Morelos, no que ahora en esta pinche colonia llegan pocos clientes”.
Con la inseguridad que privaba en Torreón, los proxenetas ordenaron que cuando una señora subiera a un carro se anotaran las placas y además que la calle estuviera alumbrada y se viera mucha gente.
Esa noche, en que empezaba el frio en la ciudad, sólo ella y su amiga estaban en la calle, cuando el VW Jetta se acercó. “Chin no pude anotar las placas del carro, pues están manchadas de lodo, sin embargo se le ve cara de buena gente”, pensó la amiga.
Ella aún no lo sabía, pero acudía a su destino …

En la sala de juntas de la dirección del hospital, había un convivio, todos con alegría festejaban a su compañera que pronto contraria nupcias y por ese motivo dejaría de trabajar.
— ¡Qué emoción!, vas a tener muchas cosas que preparar para tu boda.
— Ni tantas, por fortuna mi novio y yo con tiempo nos hemos dedicado a conseguir todo lo necesario, sobre todo nuestra futura casa que sacamos con un préstamo del sindicato, no me lo vas a creer pero ya está completamente amueblada. Lo mejor es un precioso comedor.
— ¿Lo compraste o lo mandaste hacer?
— ¡Anda, en las mueblerías salía carísimo!, así que acudimos a nuestro amigo para que lo hiciera, y él lo trabajó como favor especial, ya que no se dedica a eso, pero a mi juicio, es el mejor ebanista de Torreón.
— ¿Quién es el amigo?
— El doctor Abel.




Texto agregado el 26-10-2011, y leído por 267 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-12-2011 Muy buen cuento, me gustó. glori
05-11-2011 Vaya! Un cuento muy bien escrito, cargado de fina ironía, o debo decir de cruda realidad? Felicitaciones. YATAGAN
 
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