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Te llamabas Marcovich

Cuando Marcovich se evaporó en la vía pública, rodeado de una docena de personas que se había entretenido con sus trucos a cambio de algunas monedas, y luego de unos momentos de asombro por tal increíble suceso, siguió un murmullo de comentarios, preguntas y búsqueda del esfumado entre los mismos presentes. Y el escándalo pronto se extendió a los curiosos que se acercaban por ese paseo peatonal abarcando varias decenas de personas que se daban unas a otras versiones cada cual más inverosímil de lo realmente ocurrido. Que Marcovich se había subido a los cielos; que era un mago con el mejor truco que se tuviera memoria; que lo había abducido un ovni; que había escalado como araña el edificio alto de esa esquina y desaparecido por la azotea; que escapó perseguido por la policía pues era un tipo muy peligroso. A la conmoción llegó un reportero que luego de preguntas diversas concluyó que no daba para noticia el asunto. Lo único rescatable era que momentos antes de la desaparición de Marcovich, éste era entrevistado como caso curioso por un conocido y obeso animador de TV, en medio las ridiculizaciones de que lo hacía objeto a cámara directa y que Marcovich, abrumado y apunto de llorar, seguía en silencio borrando los escritos de los transeúntes recibiendo las monedas que algunos le dispensaban, más por solidarios que impresionados por su habilidad. Pero, tampoco valía la pena enemistarse con ese famoso animador publicando una nota como esa.

Lo cierto es que Marcovich desapareció de un instante para otro. Y pasado el barullo peatonal, todos siguieron con sus afanes y la vía pública volvió a su ajetreada cotidianidad. Marcovich terminaba así de esfumarse definitivamente, irremediablemente invisible para todos y quizá hasta para sí mismo.

Por un tiempo, y solo por un corto tiempo, sus compañeros de universidad lo recordaron en alguna sobremesa en el casino de la facultad. Se preguntaban qué había sido de Marcovich. No había vuelto a divisarse su delgada y pobre figura por las aulas y pasillos. No habían vuelto a escuchar sus locas ideas para arreglar su vida de apreturas y deudas; ni de sus afanes por dar con la mezcla de solventes para adulterar la suma del escuálido cheque para sus gastos de estudiante. Y entre risitas, recordaban lo último que le escucharon decir a Marcovich. Que si lograba dar con esa mezcla de solventes, no solo cambiaría su vida; se iría a construir un mundo, su mundo, donde realizar sus sueños e ideas, llevando consigo sus desvelos y miserias, lejos de todo y de todos.

Texto agregado el 09-09-2011, y leído por 170 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
10-09-2011 Muy bueno! FiNCHeR
09-09-2011 A veces ese solvente se halla muy cerca, a la vuelta de la esquina. Solo basta dar con él para operar el milagro. ¿Si es el amor? Acaso, pero lo seguro es que para cada uno es una sustancia distinta, incorpórea y sutil, cuya identificación es harto dificultosa. Me gustó también este otro cuento tuyo, y van... Salú. leobrizuela
09-09-2011 Muy bueno el cuento gana la atención de entrada y no se suelta el texto, quizás un pero, pero es apreciación personal, el final es flojón marxtuein
09-09-2011 Genial, como todo lo que te leí hasta ahora. laura_de_azul
09-09-2011 ES_PEC_TA_CU_LAR filiberto
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