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El hábito (XIII)


- Se oyen pasos afuera y no creo que nos traigan de comer... apenas nos traen una vez al día y, cuando vienen más tarde, es para pegarnos y hacernos cosas malas. "Gárrame", manita, tengo miedo.
- ¡Ay, no es el padre. Es la monjita que nos trae de comer, la que más bien nos trata. Viene con un señor. Ojalé que éste no nos haga cosas feas, ¡que miedo... ¡Ah, ya se van! Qué bueno. No trajeron comida pero tampoco nos hicieron nada. Qué susto... cuando se oyen pasos, los pasos de la monjita da poquito gusto porque es la comida; cuando son las pasos grandes dan miedo, porque el padre nos pega y nos hace cosas feas, pero ya se fueron... ¡qué bueno!
"Padre nuestro que estás en los cielos santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino..."
- Diosito que el padre no venga hoy ¡por favor! Otra vez pasos ¡y son los grandes, los del padre!, ¡no, no, no...! ¡A mí no, otra vez! ¡Ay, me duele, ya déjeme! ¿Por qué? ¿Por qué me hace esto? ¿Por qué mamita me dejó con estas gentes malas? Mamita, te extraño. Si vienes por mí ya no te diré que tengo hambre, me aguantaré ¡pero llévame de aquí…!
Dios mío, que terrible tentación. Es la rueda del eterno retorno: el impulso infernal de pecar, el sabor desgraciado de la lujuria que me ciega y lleva a cometer esta aberración e ir en contra de mi apostolado y de un inocente... Es tentador, irresistible, ¡maldita lujuria! Entre más quiero alejarla de mi mente, más se apodera de mi voluntad.
"Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre"... Iré a ver cómo están las criaturas y esta vez venceré la tentación. Por única vez los consolaré y no abusaré de ellos. Les pediré perdón por mi conducta diabólica. Dios mío, dame fuerzas, no puede ser que el solo hecho de acercarme a este lugar me condicione para mi desgraciada lujuria. ¡No, no, no! Soportaré la tentación... no puede ser. La adrenalina me pone las piernas temblorosas; esta vez resistiré.
"Dios te salve María, llena eres de gracias el señor es contigo, Bendita eres entre todas las mujeres y vendito el fruto de tu vientre Jesús..." Madre mía, ayúdame a vencer esta horrible tentación.
- ¡Ven acá, niño. No te escondas, ven, no te haré daño, acércate!-. ¡Aaag...! Desgraciada tentación...
- ¡Espera, no te muevas, entiende que mando yo. ¡Toma, para que no lo olvides...!
No puede ser, Dios mío... Qué indigno soy del cargo que me has mandado. Seguramente son debilidades debidas a mi desgraciada historia y tú me perdonarás, sabiendo que sólo soy un humano encerrado en un cuerpo lleno de tentaciones. Tú has visto mis esfuerzos por no ceder y sabrás que quiero enmendarme…

Continuara...

Texto agregado el 01-09-2011, y leído por 144 visitantes. (1 voto)


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