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La noche fue larga, probablemente la más larga de la que ella hubiese tenido recuerdos, una tormenta de arena lijaba el interior de su boca, que a su vez gemía pidiendo a gritos un trago de agua, la vista nublada no acertaba a distinguir más allá de su nariz, a la vez que sus tambaleantes piernas eran incapaces de dar más de dos pasos antes de desparramar su enorme humanidad sobre el piso de cemento, el cual emitía un sonido hueco y espectral con cada golpe.

La cabeza le daba vueltas por todos lados reusándose a permanecer en su lugar, por lo que instintivamente la sostenía con ambas manos para evitar que escapara rodando cuesta abajo.
Tras el muro de hormigón, el típico sonido del deambular citadino mezcla de innumerables sonidos, le ofrecía un concierto de explosiones interminables que se multiplicaban exponencialmente hasta llegar a su cerebro, el cual no estaba segura que todavía funcionara, estuviese en su lugar, o incluso existiera del todo.

Lentamente trató de incorporarse, pero sus pies no encontraban apoyo, por lo que debió gatear algunos metros para intentar asirse del primer objeto que cruzó su rastrero camino.

¿En dónde estaba y que hacía ahí? no recordaba lo sucedido durante aquella larga noche que la tenía en condiciones tan deplorables, trató de hacer funcionar sus neuronas para recordar, pero estas contraatacaron con una punzada que explotó en el centro de su cabeza, haciendo que un gemido lastimoso escapara de entre sus labios.

Al intentar ponerse en pié trató de enfocar aquel objeto del que pretendía asirse, se arrodilló y parpadeó abriendo desmesuradamente los ojos, para ver si así lograba mejorar su visión.

El amorfo objeto se movía y antes de que pudiese retirar la mano, este le tomó el brazo y ayudándola a levantarse le susurró suavemente al oído algunas palabras que ella no acertaba a comprender, la voz era dulce y suave, se podría decir que casi familiar, y al sentir el contacto de esas manos cuidadosas pero firmes que la levantaron sin dificultad, se sintió un poco mejor.

La guió delicadamente por el pasillo a la vez que le decía… ”mi reina la próxima vez, piénselo dos veces antes de comerse el acolchado de las paredes de su cuarto” y la entregó a dos hombres de blanco, no sin antes recomendarles que no apretaran demasiado la camisa de fuerza”

Texto agregado el 10-08-2011, y leído por 311 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
30-10-2012 Ayyyy. Qué fuerte esto. Me conmovió. Es un gran cuento, pero ojalá no sea verdad. Un abrazo SOFIAMA
23-08-2011 Una historia dolorosa, donde las posibilidades de felicidad, de paz, prácticamente son imposibles. Buen texto. Saludos. maparo55
11-08-2011 yo un dia me como un pedacito de gis y creeme no lo vuelvo a hacer!!Muy buen relato*****saludos. blaumblaum
10-08-2011 Me encantó tu cuento glori
10-08-2011 Uffffff, qué intriga, pobre mujer. 5* astigitana
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