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Inicio / Cuenteros Locales / eiros / Sombras y sobras de un mundo en implosión

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Observe las maltrechas calles de mi antigua ciudad, ¿que caos terrible ocasiono tan vil destrucción? Ante mi yacían los esqueletos prehistóricos de antiguas y magnificas obras arquitectónicas que padecieron el vulgar trato de la codicia. De mis ojos no se animaban a brotar lagrimas, dentro mío una voz me decía, tu fuiste tan cómplice como los demás pordioseros que dejaron que destruyeran, este tu mundo. Pero yo como otros me encontré atacado por una enfermedad que era muy popular en esa época, la cruel conformidad.
Camine un largo tiempo, he intente percibir el antiguo olor de mi ciudad, pero este ya no se encontraba allí, ahora apestaba a pólvora, y también se percibía el olor de los cuerpos en descomposición. Mire a los costados antes de cruzar una antigua callejuela de piedra, debo admitir que esto se produjo por puro instinto, puesto que por allí seguramente ya jamás cruzaría ningún automóvil. Seguí mi pesado recorrido. El olor a los cuerpos se hacia insoportable, he incluso en algunos momentos no se podía respirar con facilidad, pero eso no me impidió seguir mi camino, el cual ya había sido trazado con gran maestría y con mucha precisión, nadie me impediría que yo llegara a mi tan clamado destino.

El fin de este se encontró en el fondo de un oscuro y desolado callejón, la puerta que se imponía ante mi tenia grabada un inscripción que con el paso del tiempo se había desgastado un poco, pero igual pude leer la casi ilegible frase, la cual pronuncie en voz alta.

-En verdad, aunque camino a través del valle de las sombras…

Tome rápidamente el picaporte de la puerta y lo gire con mucho cuidado, el herrumbre lo había casi destruido. Al atravesar el umbral me encontré en una antigua biblioteca. Entusiasmadamente comencé a recorrer estante por estante, descubriendo autores ya olvidados por mi, en los delirios de la guerra. Me encontraba fascinado por la gran cantidad de personajes que vivían allí, personajes que por un tiempo creí muertos, pero que ahora me daba cuenta, que vivían en cada palabra de un cuento o de una novela, o de un penetrante poema.
El mundo fuera de la majestuosa biblioteca, se derrumbaba en una lenta tos convulsa, seguramente sin cura. Ya que mas daba, yo ahora tenia este mundo, tenia esta biblioteca, tan mía, pues la sentía así, era un tesoro que había encontrado y que nadie me iba a arrebatar, como cuando encuentras una caracola de mar en la playa, y por un instante, dentro de el se encuentra el mar, y por un momento ese mar es solo tuyo y de nadie más. Admito que la emoción de haber encontrado esto, cubrió ferozmente el hecho de que mi vida en los últimos meses se había tornado un pozo de mierda total, el inicio de esa maldita guerra lo acabo todo, sueños, esperanzas, la gente ya no caminara mas por las calles con la cabeza alta, ese sentimiento que se sentía tan popular antes de iniciar la guerra, ese sentimiento de superioridad de la raza humana, se esfumo con el primer repique de la primera bala, que alcanzo a tocar la carne de algún desfavorecido joven enviado a combatir por una partía, que nunca llego a sentir, que nunca llegara jamás a conocer.

Me desperté somnoliento en medio de agitaciones, y llanto, una puta pesadilla, una como tantas, ya era algo frenético el tenerla en estos días, que puedo decir, era un mal creciente, como tantos más en estas épocas. Mire alrededor de mi improvisada cama, logre ver un libro, uno de Bradbury, gran valor. En su portada decía “Crónicas Marcianas”, que ironía, Bradbury siempre anuncio una guerra masiva en el mundo, con bombas y todo, al final terminamos como hace mucho tiempo nosotros mismos habíamos profetizado, una muerte lenta y dolorosa, todos unidos en un mismo llanto. Es patético que para unirse el mundo, se tuviera que terminar como se termino, siempre igual esto de la humanidad, siempre el mismo cuento absurdo, narrado por el puño de un escritor joven, que al final de cuentas suele no estar tan equivocado.

Pase dos semanas leyendo y releyendo libros, hasta un día en el cual me dije a mi que esto debía terminar, por mas agradable, gratificante, y toda la mierda que quieras, debía salir a la maldita realidad, que como una puta me esperaba con los brazos abiertos, pronta para exprimir todo de mi. Me senté un rato, pensé en llevarme algún libro, pero luego de darle vueltas a la idea por unos minutos, me di cuenta de que ellos pertenecían a ese su lugar, escondidos y salvaguardados por ahora, y si por esas ironías del destino, una bomba o quien sabe que invento loco de esta humanidad caía sobre mi ciudad, y si arrasaba con todo, por lo menos me sentiría tranquilo al saber, que esos libros ardieron juntos en un abrazo oscuro y jovial. Tome lo poco que traía y me marche, atravesé nuevamente el umbral de la puerta, nuevamente tuve cuidado con el delicado pestillo, y nuevamente leí la frase, tal vez como forma de despedida poética del lugar:

-En verdad, aunque camino a través del valle de las sombras…

Un simple adiós, para el mundo del nunca jamás. Y decirle hola devuelta a los olores a descomposición humana, al fuerte olor de la pólvora abrazando tu nariz como si fuera una vieja amiga para tomarse esas atribuciones, y a las clamorosas ruinas de esa mi ciudad, que tal vez vea otra vez, quien sabe, talvez muera antes, o simplemente la olvide, puede pasar ¿no?.

Texto agregado el 06-08-2011, y leído por 81 visitantes. (1 voto)


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