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La luz de la veladora recorta un caos de siluetas informes y movimientos lentos reflejadas sobre una de las paredes del dormitorio. Sombras abstrusas que lentamente se van sosegando hasta confundirse en una única magnitud irregular, alargada y oscura.
El hombre y la mujer desenredan sus cuerpos con indiferencia exudando complacencia y desvaída pasión.
Como dos objetos no concientes de la existencia del otro, se vuelcan desentendidos sobre ambos lados de la cama.
Ella se arregla el pelo y él con la mano tienta algo oculto dentro de la cajonera.
Ninguno habla, ambos miran el techo como esperando la proyección de una película muda.
Él rompe el silencio pesado
- No estuvo mal… ¿eh, Julieta? Cruza las manos bajo la nuca y se mira las uñas de los pies.
- Aun jadeante la mujer le contesta con la nariz sudorosa:
- La verdad que tenemos mejores y no te ofendas…
Al cabo reposa el codo sobre la almohada sosteniéndose la cabeza. Mira a su amante sin esperanza. Se prende el corpiño y ciñe el camisón al cuerpo. Cobija las piernas bajo la frazada pero definitivamente decide incorporarse.
- Voy al baño…
Él le sigue los movimientos hasta que la pierde de vista. Baja de la cama para calzarse el boxer. Se mira el sexo amargamente.
Ella vuelve con paso decidido. Lo observa sentado en la cama con los brazos apoyados sobre el borde y las piernas cruzadas como un colegial. Saborea un chupetín; el palito blanco va y viene de una a otra comisura.
- No sé para qué carajo te cepillas los dientes antes de acostarte.
Sube a la cama disponiendo el cuerpo como habitualmente lo hace previo al sueño: De espaldas a su marido y con los audífonos de la radio portátil introducidos en los oídos.
- ¿Juli?...
No le responde. Le sacude las costillas con premura. Sorprendida ella se da vuelta y lo encara desprendiéndose con fastidio de los audífonos.
- ¿Qué bicho te ha picado? ¿Esta noche no lees?
- Nnnno. Quería hablar nada más. No sé…quería hablar contigo de cosas que no pueden demorar…
Un par de polillas rondan en torno a la veladora.
- Pero amorcito, tu mujercita tiene que levantarse tempranito para hacerle el cafecito con lechecita al hijito y al maridito; luego ir al trabajito, para hacer diez horitas detrás de la cajita del supermercadito y traer el manguito a casita. Las poquitas horitas que le quedan a la pobrecita de tu esposita para dormir las tiene que aprovechar; pero en fin… veamos de qué se trata.
El increpado se saca el chupetín de la boca y lo mira como un trofeo.
- Este…no sé. Es que noto que hay algo que es como una pared que nos separa. No sé…Y quería habl…
- ¿Una pared?
- Si…una pared que estaba pensando, tiene mucho que ver con este amor repetitivo y rutinario. Vos y yo no éramos así. Acordate cuando…
- No querido…no me hagas recordar nada. Acomódate en el tiempo y no llores por los atributos perdidos. No me vengas con manzanas de casas bajas y patios con aljibe. Vamos a proponernos salvar lo que se puede salvar aún… y sanseacabó. Cuando no estás disponible me meto los dedos y chau. Tenemos un hijo…mejor dicho, tengo un hijo y no me vendo con ningún macho.
- Está frío ¿no? Ella no le contesta y vuelve a su posición habitual.
Apaga la veladora, vuelve el chupetín a la boca y reza como todas las noches...


LUIS ALBERTO GONTADE ORSINI
Derechos reservados
Marzo de 2011

Texto agregado el 31-03-2011, y leído por 87 visitantes. (0 votos)


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