De vez en cuando me asalta la idea de que todo está por terminar.
Entonces se pone en funcionamiento un mecanismo que trato de controlar pero en realidad se autogestiona.
Elaboro mentalmente borradores de cartas que he de dejar a las personas que más quiero,me esfuerzo por elegir las palabras más dulces y sinceras e imagino dejar textos para cuando mis nietos estén crecidos y puedan saber quien fui.
Pero rápidamente me aparecen las preguntas que tiran por tierra mis mejores intenciones. ¿Realmente les interesará saber quien fue su abuelo?.Para la época en que estén en condiciones de entenderlo,el perfil de los tipos como Yo estará totalmente devaluado y quedarán convencidos de que su abuelo era un viejo pelotudo.
Ahí es cuando me retraigo y tomo la decisión de que la vida haga su trabajo.Que sepan quien fui a través de los otros y de mis escritos.
Pero en realidad no son muchos los que me han conocido en profundidad como para contar sobre mí.Y mi obra ha sido bastante escasa y de dudosa calidad.
Es entonces cuando me agarra el bajón anímico y me quedo totalmente convencido que pasaré al archivo de los ignotos y mi vida ha sido solo un presuntuoso paso en la creencia de que dejaré huella.
Cuando esto pasa,mastico una leve puteada,busco la protección de la vieja casuarina y sentado en mi banco de madera, me pongo a saborear una copa de fino cabernet.Mientras silbo bajito alguna melodía de las que me hacen soñar,escucho el silbo de la casuarina que si sabe que dejará huella.
Mis tres perros echados junto al banco me miran como diciendo:
¿Otra vez la duda existencial? - ¡ Danos de comer que se te pasa todo!