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Veo curioso como el viento no habla. Ha dicho tanto y aún sin escucharlo, ha dicho tanto mientras contemplo su mirada, casi burlándose de mis pesares, llevándose todo, hasta las cenizas a mi costado. Ya desde antes, sin darme cuenta de lo sucedido.
Pareciera como si respirara el evaporar de un delicado espejismo; una mentira que se consumía a brotes de humo. Hablaba del amor y las circunstancias, con la atmósfera contaminada de lamentos, opaca. Analizando lo sucedido con la maldita confusión atormentándome hasta saturar cada uno de sus caprichos con mi mente, que como la suya, me juega acertijos y callejones sin salida. Un laberinto de posibilidades. ¿Por qué? Supongo que nunca lo sabré, quizás simplemente sea su manera de jugar con el amor. De jugar con mi amor.
Abrir y cerrar puertas, que manía tan miserable. Como si ya supiese, como si me hubiera advertido desde hace tanto. Cuando habían figuras incoherentes y se embrollaban en el firmamento. Y asechan las preguntas como un depredador insaciable, una tras otra y no me deja pensar con las estrellas respaldándome, con el alquitrán tranquilizándome. Entonces llega la nostalgia cuando las cuento en el cielo, se derrama una lágrima discreta cuando por un instante imaginé que pensaba seguir avante en todo, que ahora permanecía inestable bajo mis sueños mas profundos, alrededor del concierto astral que comenzaba a cobijarme.
-No le importa- pensé al exhalar. -No le importa un carajo que este sufriendo.
Ahí estaba la luna, sacudiéndose en el cielo, regocijante de sabiduría y sólo me quedo el consuelo de verla fijamente a los ojos, que me encandilaban como haciéndome parte de un espectáculo deprimente, porque para esas horas de la noche estaba hasta el borde de la melancolía y la incertidumbre, con el tabaco regalándome una paz tan verdadera como el hecho de que volverá.
-Tu sabes a lo que me refiero-le dije al firmamento, claro está. –Ya ha pasado bastante tiempo aquí arriba y no he encontrado una solución ¿Es que no existe?
Acercándose lentamente a mi lado, apoyándose con su luz radiante en mi hombro. Creo escuchó mi condena, súplica o como prefiera llamarle y respondió con un gesto algo familiar para mi alma. Solo me miró, contemplando ese pequeño y debilitado hombre que yacía en su azotea, atormentado por el desconcierto amoroso mas hondo que había sentido en su vida.
Trato de acariciarme, pero tenía miedo. Sólo las palabras podrían tener algún valor en ese momento, desconfiaba de cualquier muestra de afecto, luego de creer tanto, se es difícil entender las expresiones. Sólo buscaba un consuelo. Un te quiero.
-Sé que me entiendes, sé que sabes de lo que hablo y de lo que hablan tantos y pocos entienden, Luna. Háblame del amor.
Me dio la impresión que no era al primer enamorado que escuchaba su majestuoso semblante y fue ahí cuando sonrió la luna y me secó la mejilla. Se había tardado, empezaba a hablarme tan delicada e imponente, dándome cátedra de los hechos. Comenzó por mucho a explicarme los motivos de mi palpitar, de enseñarme lo que mi corazón bohemio se rehusaba a ver. Me habló tan claro del sentir, tan profundo que por un momento llegue a pensar en taparme los oídos. Era tan cierto, tan verdadera la forma en la que contemplaba lo que sentía hacía ella.
-¿Entonces no la amo tanto como suelo pensar… sentir?
-La costumbre en ocasiones, puede llegar a ser más fuerte que el amor.
Me rehusé. No hacía ella. No por tanto y tanto tiempo que espere (para estas fechas, casi dos años) que los sacrificios que había hecho valdrían la pena. Por que tristemente aún pienso que lo vale. Pero no tengo las agallas para corregirla, al menos yo si tengo que creer en alguien y La luna consagraba ese calor que tanta falta le hacía a mi pecho.
Entendía mis lágrimas, a veces eran necesarias para purificar el espíritu. Así que callaba en instantes solo para escucharme sollozar, dolorosamente y en mi aparente soledad sin alguna clase de escrúpulos. Pues con el hecho de saber que nunca podré sentir un abrazo, un gesto… sus dedos acariciando la palma de mi mano. Me destrozaba, rompía en pedazos mi esencia y se cristalizaba cada vez más la vaga idea que en su momento, fue el paisaje que siempre imagine alcanzar, entonces la Luna me ve con sus besos brillantes, auxiliándome en la angustia y lloré de nuevo al recordar tantos momentos que esperaba se convirtieran realidad, que por tanto se acunaban en mi remembranza, que como ella, llegaron a formar parte de mi ser, de clavarse en mi alma, lloré al perpetuar que ambos me hicieron soñar y ser el hombre mas feliz del mundo.
-Es duro saber que el amor de tu vida se te va, por lo menos por algo tan irrazonable.
-Siempre va a ser mejor que vivir con una venda en los ojos-respondió.
Su voz tan delicada reprochaba cualquiera de mis negativas, con tan solo inundar mi pulso y explicarme como nadie se había atrevido a hacer. Fue tan necesario me alumbrara, que mi alma a gritos pedía este consuelo. Una iniciativa a mi memoria para que comenzara a olvidar si este era mi verdadero motivo, pues era tan tonto tratar de dejar a un lado el pasado con un sucio cigarrillo en la madrugada, ya que la Luna me podía saciar de armonía con tan solo buscarla cada noche.
-Y pues sí es lo que más deseas-continuó. -Perdiéndote cada que recuerdas, sufriendo un martirio superfluo, inconsolable y por ende absurdo. Eres una persona ciega, que no sabe lo mejor para si mismo.
-Es fácil para ti decirlo: mírate hermosa Luna, nunca haz estado sola, abandonada, tienes a todos esos bellos astros a tu alrededor, socorriéndote con su luz en todo momento.
-Por mucho he aprendido que la noche es fría y entumece el corazón, dejándolo a la deriva. Sé de lo que te hablo.
-El mío vive y se encomienda completamente a su imagen. Que le pidió perdón por algo que jamás había llegado a estar cerca de hacer. ¿Engañar a la persona que más amo? ¿No te parece ridículo? He llegado a pensar que inclusive aún más que humillarse solo para ver si algo quedaba, pues quizás lo sepas, llevo mi inocencia tatuada en cada parte de los rumores. Solo me gustaría haberle enseñado a escuchar. Creer; como lo hacía en ella.
Sonrió y me consoló con su magnificencia, diciéndome que a veces se pierde sin justificación. Que tal vez ella estuviera perdiendo mucho más de lo que puede por el momento pensar. Fue ahí cuando entendí, que si ella podía sentir esta pena, como con un susurro era posible que lo hiciera. Sin motivo alguno, pues estaba presente, aunque no lo pudiera entender, me encontraba a su lado a pesar de lo ocurrido, por que parecería un esclavo interminable. Era lo que la Luna intentaba hacerme cambiar.
-Enamorarse es lo más hermoso, dichoso eres por tu entrega-contestó. -Sólo hay que aprender a hacerlo de la persona indicada.
-No parece verdad ¿Quién mejor que ella para revivir mis latidos, socorrer mi conciencia y privarme dulcemente de mi voluntad? No he conocido mujer alguna, aunque me incites a pensar que me enamoré de un ángel con su nombre, en el fondo creo todo lo contrario, aunque mi orgullo permita negarlo, a pesar de que aún tenga miedo que fue lo que dejó con su inseguridad, esa chispa que me llama sigue en pie, fortaleciéndose día con día y tengo la firme idea que alguna vez, con el tiempo, desembocará en su pecho, por que para eso estoy aquí.
Me arrepentí completamente de haber dicho esas palabras, de sonar tan recíproco, de darme por vencido en una guerra que parecía no existir, de desear olvidarme de sus delicados labios como si fueran un objeto desechable, que si me ahogue en licor alguna vez como un cobarde, ahora el cielo me embriagaba de esperanza y supe que la luna me enseñaba la lección más importante que me habían dado, haciéndome saber de su manera especial que poder va a la expectativa por debajo del querer, que eran cosas diferentes y aunque pareciera ser incierto, tenía ambas en la palma de mi mano, en forma de herramienta para actuar y esforzarme, por lo menos una vez más, para estar satisfecho al esculpir mi propio desenlace en la historia.
-Siendo sinceros, me aferro. Llámame de la manera que quieras, pero al final sólo yo entiendo lo que mi corazón está dispuesto a entregar, de todo el tiempo que pertenecí a su lado sin siquiera ella darse cuenta de eso. Me enloquece la idea de privarla de mi vida, de dejar de sentir ese amor tan rebosante, que solo sus ojos cafés llegaron a entregarme alguna vez y dudo poder olvidarla. Por lo menos no en una sola noche.
-Lo sé.
-¿Entonces porque no me pides luche por ella?
-Simple. Sólo tu sabes que es lo mejor para ti. Ni la Luna con todas sus estrellas protegiéndola, ni el horizonte más claro que te puedas imaginar recorriendo. Sólo tu entiendes el bien estar de tu corazón.
-Me haz dicho antes que la olvidara, que me alejara de lo que me hace daño ¿Cuáles son tus intenciones?
-He sabido desde el principio cuanto la amas, sé que es de verdad, como ya te dije, pocos hay como tú y pocos entienden que amar no es gozo en su plenitud, en ocasiones se tiene que sufrir para obtener lo que uno más desea. Es cuestión que entiendas, con las cuencas bien cerradas y aferrado a lo que intentas conseguir. ¿Quieres seguir, sin entender siquiera una razón?
-Tengo miedo Luna, más del que le escribí en un poema. Un terror que me tortura cada mañana, pues creo que no volverá, pienso en que la perdí para siempre y si lo intento mil veces no podré recuperarla. Tengo miedo Luna y tú por un momento me hiciste olvidarlo, pero a pesar de ello, llevo la cruz de su partida clavada en mi alma.
Nunca la vi tan feliz, desde el tiempo que la he visitado, nunca le había visto esa sonrisa en aquel rostro esplendoroso. Supo de inmediato era sincero, que tenía pavor de las circunstancias y era mera naturaleza, ya pasará, que lo más seguro era que no dependía de mí siempre y sobretodo que aprendiera a entregar más, porque aunque no creyera, se asomaba una alborada que necesitaba aquel amor mucho más que yo. Guardo silencio un momento, para escuchar lo que la brisa en su espectáculo deseaba transmitir, un aire que me volvía a la vida, que me daba a sentir esa fe de la cual había escrito perdida.
-No pretendas que tu vida recae en una sola persona. A fin de cuentas, si le importas, te buscará…
Comenzó a desvanecerse, tan lentamente y sin hablar. Como había llegado. A lo lejos, se asomaba un sol inocente, lleno de esperanza y pude sentir, en ese instante, que pronto iluminará mi vida.

José Darío Bustamante

Texto agregado el 31-01-2011, y leído por 211 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
23-04-2011 me encanto es bellisimo astartita
05-02-2011 genial escrito bello ppitta
 
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