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Enero 2011. Sábanas blancas al viento y sol

Enero nos ha sorprendido con días soleados y cálidos.
Después de las lluvias de diciembre y de los primeros días del año con frío y nublados gozamos de un clima benévolo.
Lo curioso es que la vida diaria, en el país, el estado y hasta nuestro barrio se presenta con sorpresas no gratas y se decide mejor por tener una actitud cautelosa ante cualquier buena noticia.
Así sea el estado del tiempo.
De ahí que estemos con la precaución como compañera del día, vestimos con ropas ligeros aunque cargamos con el abrigo.
A atardecer nos ahogamos entre el suéter y las medias de lana, y el mueble, que por las mañanas es una heladera se convierte en una sauna en donde hacemos lo posible por sacarnos la ropa pesada en cada alto.
Hace no mucho comentaba de lo poco confiable que teníamos como noticia pública eran los pronósticos del tiempo, ahora cuando crece la desconfianza ante tanto cabecilla, jefe, jefe de jefes, cerebros, sicario de sicarios, el más buscado, quisiera al menos no dudar de que el calorcito de la mañana es real y que con suerte al día siguiente lo tendremos otra vez.
Pensaría entonces en extender las sábanas blancas al viento y sol como velas de esperanza en un día de suave viento rodeadas de azules.
Extendería los brazos para sentir el chasquear discreto de mis huesos saboreando el sol.
Si dejo la sospecha de estos días y detengo la idea de que puede ser una artimaña para distraernos con la llegada de Baby Doc a Haití o de las promesas del presidente chino con relación al respeto de los Derechos Humanos, y si acepto que el J.J. es solamente narcomenudista, como el de las tiendas de colonias o los que recorren antros a medianoche y que con eso tiene para pagar sus autos de lujo y apartamentos secretos y enormes casas públicas, podría pensar hasta en un día de campo junto a un vivero en el Valle de Guadalupe o una caminata por las playas.
Cuesta confiar hasta en la luz del sol porque en cualquier momento se nos pierde y se acumulan las nubes negras con agua innecesaria en mi casa rodante, aunque útil en alguna parte.
Debo pensar entonces que los días tibios son un estado de ánimo y que ahí, en cualquier parte donde lo quiera, puedo encenderlo con sólo imaginar los juegos de los niños en sus conversaciones con amigos imaginarios, o las risas de los ancianos recordando historias lejanas o también esa sensación de llegar al trabajo con gusto de iniciar una nueva jornada y saberse parte de un grupo privilegiado que conserva su empleo, puedo encender a voluntad la luz, el calor y el cariño que se requiere para detenerse un momento y confiar, un instante, confiar.
Desde BC, entorno, contorno y contexto de mi rincón existencial. Andrea Guadalupe.

Texto agregado el 24-01-2011, y leído por 116 visitantes. (2 votos)


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