Anclada en esta ciudad de sombras,
tarareo una canción incompleta,
susurro palabras que olvidan las vocales
y me hamaco a mi misma en un rincón.
La lluvia,
me regala instantes de placer,
en la desolación de su humedad constante.
Soy la lluvia,
que golpea contra la piedra inmóvil,
que se aferra a los pies pequeños
de una bella mujer,
y se refugia como un intruso sin educación
por alguna ventana abierta.
Los sueños se diluyen,
precipitándose por las alcantarillas.
Soy el agua podrida
estancada en la roca,
y solo un arca rota asoma
por esta ciudad de sombras,
el viento arrastra un perfume
a muerte
¡Bendita la muerte perfumada!
Que me limpie de los olores inmundos
de esta ciudad sin gloria…