Estoy seguro que en esta casa no estoy sólo. Siempre he sentido que el blanco de las paredes negocia un frió que debilita y sugestiona. No habito sólo, es un hecho, quiera o no me tengo que acostumbrar a sus ruidos y diálogos nocturnos. Ya no es nuevo despertar en medio de la noche a cerrar las puertas que dejan abiertas cuando salen en busca de más seguidores y las sabanas protestan sin inspiración dentro de mi cabeza. No vivo sólo, incluso creo que me someto a ellos, tengo miedo de aceptarlo, me estremece que piensen que estoy loco, sin embargo creo que es así porque en las mañanas suelo recordar que en este mundo no tengo más que fantasmas de ese escalofriante accidente.