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Inicio / Cuenteros Locales / emihdez / A través del espejo (fragmento)

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El bar estaba desierto, sólo el cantinero y la rocola tocando la misma canción. Afuera caía una lluvia torrencial.

De forma extraña, lo que comenzó siendo un agradable aroma a tierra mojada (ese olor impregnado de nostalgia y recuerdos) hacía que la penumbra del bar se llenara de tristeza,

Comenzó a rememorar su infancia, sus amores, sus decepciones... De pronto el olor a tierra mojada se transformó en perfume de jazmines. Era un aroma tan penetrante que pronto invadió todos los rincones de la cantina y sustituyó al aroma a rancio, moho y mugre característico del lugar.

En ese instante entró La Flaca. Venía mojada, pero de ella emanaba más aún el olor a jazmines.

Le comentó esta curiosidad y entonces ella le dijo que en ese lugar llovía con perfume de flores, a veces rosas, jazmines, azucenas o hueledenoches.

– Vaya lugar extraño, con santas que desaparecen de llanto y con lluvia con perfume de flores... A lo mejor esta embrujado –dijo todavía sumido en la melancolía-.

- O a lo mejor no existe -le contestó ella.
Se quedaron en silencio largo rato, oliendo la lluvia y hundidos en sus pensamientos. Ella se le acercó y le comenzó a acariciar el cabello.

- Vámonos de aquí –le sugirió-. Me estoy ahogando en este lugar y por hoy no quiero beber.

Dentro de aquel lugar había unos locales que estaban acondicionados como habitaciones para las meretrices: cada una le agregaba su toque personal: ropa regada por todo el cuartucho, fotografías de los hijos clavadas en la pared, algún amante inolvidable, un pergamino arrugado y roto o el poster de algún artista de moda. La cama destendida y el olor a jazmines por todo el cuarto.
Se dejó caer en la cama pesadamente y ella siguió acariciándolo y besándolo con gran ternura.

- ¿Dónde te contagiaste de tanta tristeza? –le preguntó.

A Cándido se le deslizó una lágrima saturada de nostalgia y le comenzó a contar:

"Creo que fue en la primavera, después de mi cumpleaños ocho: teníamos como vecina a una mujer que le encantaban los hombres y por eso se había llenado de hijos. Tenía tres hijas, bellísimas. La mayor, Vicky, una morena clara de veras bonita, facciones finas y enorme ojos cafés. ¡Qué linda chiquilla...! La Güera, una muchachita blanca de ojos verdes, y La Chotis, una morena, ¡hermosa niña!, tenía una mirada tímida y un encanto natural; de sólo verla se me metió en el alma. Ella tenía siete; yo era un año mayor y todas las tarde jugábamos en lo que era un gran jardín, frente a su casa. Ella me perseguía por dondequiera. Aquello era extraño; a pesar de ser sólo un niño, ahora sé que la amaba. Me encantaba pensar en ella; durante todo el día lo hacía. A propósito pasaba por su casa para tratar de verla y ella también iba a mi casa con el menor pretexto: que si a pedir azúcar o a cualquier cosa... Pasaron los años y constantemente nos veníamos a escondidas y ya comenzábamos a acariciarnos; nos besábamos de forma inocente, pero ya experimentaba yo un calor intenso que no sabía cómo apagar.

"Un día tuve que abandonar el lugar por seguir mis sueños, pero ella seguía en mi mente y mi alma. Regresaba de visita en primavera y fin de año y nos seguimos viendo. Las caricias eran más intensas y un día nos dejamos llevar por un amor nuevo, intenso y ardiente. Su mamá nos descubrió y la obligó a prostituirse, argumentando que "si iba a darlas, que fuera con provecho".

A mí no me importó. La seguí buscando pero la vida tenía otros planes. Un día, cuando llegué a una cantina, encontré a la matrona, se sentó y estuvo platicando conmigo. Entonces me dijo que La Chotis tenía sus días contados. Me quedé sorprendido. Le pregunté que si la habían contagiado de algo o qué le pasaba.

"Me contestó que era el momento de partir, y entonces la matrona me confesó que en realidad ella no era tal, sino que era La Muerte.

"Le grité que era una farsante, que no creía que ella fuera La Muerte.

"Comenzó a reír de forma tan macabra y ante mis ojos se transformó en un espectro y no me dijo qué era lo que tenía La Chotis. Una semana después se desvaneció en mis brazos y no volvió a despertar. Nadie supo qué había sucedido o de qué murió, pero desde entonces vago por la vida porque no tuve el valor de rescatarla.

"En aras de perseguir mis sueños, perdí a la persona que más quería en la vida y no la rescaté de las garras del fango, por egoísta y cobarde".
-Ya estás peor que nosotras –le dijo La Flaca. Ya vez que dicen “que todas las putas tienen una historia triste...” Y lo acarició en silencio.

Texto agregado el 07-01-2011, y leído por 112 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
07-01-2011 Una historia que conmueve, tal vez por lo cercana a la realidad. Mis estrellas. ************************ tequendama
07-01-2011 Me gustó, tiene imágenes muy claras ******** pensamiento6
07-01-2011 Un cuento bastante duro... tal cual la realidad es a veces. Me gustó. caotica
 
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