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Araoz escupe en la vereda un salivazo blanco y esponjoso, que da a parar justo contra el cordón, queda colgado allí como un hilo elástico antes de caer sobre el desagüe. Araoz lo contempla por un instante, lo observa como un producto de sus entrañas.
-debo de estar podrido, dice Araoz a Joquín.
Joaquín no le presta atención, esta ensimismado en su bolsa de merca, mete la moneda saca un montón y jala, snife, uno por orificio, le convida a Araoz que repite lo mismo, una jalada por orificio.
Araoz es un tipo duro, cara llena de hoyuelos, nariz partida y barriga. Tamaño medio pero fornido. Araoz no es de consumir cocaína, pero esta noche, particularmente, el hombre lleva una borrachera extraordinaria y quiere mantenerse en pie y lucido para realizar su trabajo. Un trabajo desagradable para su gusto, pero, se pregunta Araoz, ¿no es acaso desagradable cualquier trabajo que tenga por fin enriquecer a otro?
Joaquín no puede moverse de la dureza que lleva. Es alto y desgarbado y tiene cara de que nada le importa. Toma su merca de a monedazos para darse valor. Para sentirse poderoso, para no tener que dar explicaciones por sus actos. Si viola, la culpa es de la droga, si mata, la culpa es de la droga, si roba, estaba zarpado. Una buena manera de no hacerse cargo. Joaquín moquea y se lleva los dedos a la nariz. A Araoz aquello le resulta desagradable. Piensa que tipos como Joaquín no son de fiar, buscan la excusa. Siempre pero siempre la culpa es de una cosa, de un objeto, nunca del tipo o la tipa que lleva a cabo actos aberrantes. Claro, mientras la cosa sea el dinero cualquier culpa es olvidada, con dinero la culpabilidad se diluye y comienza el momento de la respetabilidad. Uno o una deja de ser ladrón, fiolo, asesino, cagador o puta si tiene unos billetes para ostentar y limpiar el pasado de sospechas. Araoz se caga en el dinero, lo que gana se lo juega y punto. Caballos, ruleta, punto y banca, da igual. O se lo gasta en los puteros. Es muy de él tener los bolsillos llenos y perder todo la noche del mismo día que lo obtuvo, volver a casa pidiendo prestado monedas para el colectivo.

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Araoz recuerda que fue un soldado del Loro. Era su orgullo pertenecer a la patria metalúrgica. En su vida toco un torno. Su trabajo fue arriba de un ring tirando ganchos y esquivando golpes o en las calles mostrándole al zurdaje que los sindicatos son de Perón. Después los asados, los puteros, las drogas, toda la kermese que los muchachos disfrutaban por su lealtad al loro.
El Loro ea un turco bajito y regordete, pero su mirada asustaba. A ver, aclaremos, no era ni el séquito de matones haciendo ostentación de armas, ni los anillos exagerados en los dedos pequeños y regordetes, ni los surcos de su rostro lleno de arrugas y un aceitunado color a muerte. No, no era nada de eso. Se trataba de la frialdad de aquellos ojos que escrutan en el otro, algún signo, alguna incomodidad, algo que delate algún matiz de la traición.
Caeremos como peronistas, le habia dicho a Unamunu cuando este le pedía que soltaran la mano de Isabel.
El Loro sabia tener sus salidas graciosas. Dicen que una vez, cuando el Pelado de la Orga le pidió explicaciones por aquello de Ezeiza, entre custodios nerviosos que martillaban sus pistolas y ametralladoras atentos a que en cualquier momento comenzara la balacera, el Loro le dijo convincente.
-pero muchachos, nosotros no fuimos, si llevábamos solo las 38, como cuando vamos al asadito con los amigos.
Y el Loro que fue custodio del verticalismo y guardián de la ortodoxia, que es el jerarca de la patria sindical contra la sinarquia radical alfonsinista, alecciona a montones de lúmpenes de aparato que lo acompañan al vermut para escuchar las palabras del jefe. Los llamaba a cerrar filas con Saúl querido, que era el títere d el Loro. Fue ahí donde Araoz aprendió a poner en caja a los zurditos del MAS que lo jodían al Loro en los talleres de Lugano, justo Lugano, de donde es el Loro, donde el Loro come los asados donde brillan las 38 y visita a los amigos del barrio, donde el rugiente motor de los Torinos anunciaban al barrio que se tenia que vestir de fiesta para recibir al hijo prodigo.
Y Araoz caño en mano o a puño limpio cocía a golpes a los enemigos del Loro.
-Zurdo de mierda, esto es de parte del Loro.
Pensar que lo llamaban mariscal de la derrota. Se dice Araoz en sus pensameintos.


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Cuando salio del penal, Araoz supo que su vida no iba a ser la misma. Lejos estaban la fama y la gloria. Ahora era un paria, una escoria, un recuerdo de poca gente en las conversaciones casuales.
(-che sabes algo de Araoz? -No, creo que sigue preso) Araoz miro el cielo buscando respirar el aire de la libertad. Estaba gris y nublado y el clima era pesado. No había nadie esperándolo afuera. Decidió caminar por un buen rato hacia Once a la pensión del flaco Andrés, que ya no era flaco sino un gordito pelado con cara de borracho, quien le dio una habitación compartida con Joaquín. Joaquín era un uruguayo alto, flaco y desgarbado que tomaba cocaína todos los días que trabajaba de sereno en una cochera y cada tanto hacia aprietes para el dueño, que era un prestamista que compraba y vendía cosas robadas en un local de empeños en Once.
Joaquín y Araoz se hicieron amigos. Joaquín le compraba la cocaína a Sheila, una travesti peruana que vivía en la misma pensión y que estaba caliente con Araoz. Todas las madrugadas le golpeaba la puerta y Araoz la dejaba entrar, tomaban vino y cocaína y ella les chupaba la pija a él y a Joaquín. Araoz prefería el alcohol pero llegado un punto de borrachera se pegaba unas lineas para levantar y seguir chupando. Al poco tiempo, Joaquín le consiguió trabajo a Araoz como custodio del prestamista en el local.
-¿Araoz el boxeador, no estaba preso por violín? Esta bien decile que venga.
A pesar del tiempo Araoz se conservaba en forma. Tenia una incipiente barriga pero era un morocho fornido que mantenía su fiereza. Su trabajo consistía en estar en el local de 9 a 19 y evitar que los ladrones se zarparan o intentaran robar algo. Había otro muchacho que atendía. El local tenia una pequeña oficina con un sillón donde el prestamista, que era un viejo gordo, sucio y desagradable, a veces se encerraba con alguna prostituta o alguna travesti que le tiraban la goma. Salia con una sonrisa estúpida y canchera en su rostro.
Una de esas prostitutas era Rita, una paraguaya que en sus viejos tiempos Araoz había frecuentado por la Federación de Box. Cercana a los cuarenta seguía siendo una morocha agradable y de buenas tetas. Enseguida lo reconoció.
-Campeón, como estas? Te acordas de mí? Rita del privado de Castro Barros.
Araoz tardo unos minutos en recordarla. Se saludaron afectuosamente. Ella le paso su numero de celular.
-Esta paraguaya hace unos petes divinos campeón. Le dijo lascivamente el prestamista.
Días después Araoz la llamo. Se encontraron a tomar un café en La Perla y de ahí fueron a un telo en Rivadavia y Rioja. Era la primera vez que estaba con una mujer desde que había salido hacia unos meses de la cárcel. La monto como si fuera un perro salvaje. Su pija dura apuñalaba la vagina chorreante de Rita la paraguaya, que le pedía a Araoz que no pare, que siguiera, que la hiciera mear de placer. Comenzaron a salir. Sheila la travesti se puso celosa e intento apuñalarlo. Araoz la cacheteo, la noqueo, de un gancho, cuando despertó él y Joaquín se la estaban cojiendo. A pesar de aquella pelea Sheila seguía yendo en busca de la atención de Araoz que se dejaba mamar borracho, mientras Joaquín miraba y tomaba cocaína.
Así transcurría la vida de Araoz hasta que el prestamista le empezó a pagar por otro tipos de trabajos. Aprietes, algún que otro robo, apuradas a los deudores. Araoz empezó a cobrar mejor, se mudo a una pieza solo y Joaquín se emparejo con Sheila. Rita lo abandono después de una noche de borrachera donde Araoz la hizo coger con Joaquín y Sheila y luego la fajo llamándola puta de mierda. La vida de Araoz estaba condenada a ser la de un hombre solo.
El prestamista le encargo un trabajo para él y un amigo. Se trataba de apurar a un delegado de la UTA que rompía las pelotas en su linea y le llenaba la cabeza a los choferes para que no pidieran se endeudaran con él.
-Entendes campeón? Me llama usurero. Yo le brindo un servicio a los muchachos para que puedan salir de farra y disfrutar de las putas. Pero a estos zurdos les molesta que la gente viva bien.
Le ofreció buena plata. Araoz acepto.
Era para él un deja vû.

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Araoz piensa mirando el camino. Ya pasaron aquellos años de juventud y su viejo maestro esta muerto. El mismo es un hombre grande que ha perdido toda respetabilidad, toda idea, toda ilusión en la obediencia y la lealtad a alguna causa. Solo le queda a Araoz este presente de supervivencia gris, este cuerpo cansado de golpes y de caricias que mienten amor por dinero o cocaína. Para Araoz no hay futuro. Él, que se formo junto a los pesados del Loro, supo ser campeón sudamericano peso medio (y para el Loro y los muchachos era el orgullo deportivo de la patria metalúrgica). Pero a fines de los ochenta sucedió la tragedia, el ocaso de su carrera. Hacia poco había perdido el sudamericano en su segunda defensa. Una noche de alcohol y cocaína, la que era entonces su mujer lo acostó. Le llevo al sobrino que era un pendejo lindo a que le chupara la pija. Araoz se dejo mamar.
-Dale campeón, verte así me calienta.
Ella lo fotografiaba partiéndole el culo. El pibe tenia quince. Ella difundió esa foto en todos lados. Los diarios titularon sobre el caso del boxeador pedófilo. Ella lo denuncio por abuso, maltrato, violación y cuanta perversión hubiera y se quedo con lo que había obtenido hasta entonces, casa, auto, cuenta bancaria. Él termino preso y enlodado por abuso de menores. Los abogados, señores bien que le decían -Araoz, campeón no te preocupes nosotros vamos a impedir que nada suceda, lo dejaron en la ruina. Los muchachos lo apartaron por puto. El Loro lo dejo caer en la desgracia y el olvido. (Ni siquiera se digno a atenderlo cuando le pidió ayuda).
Araoz repetía autocrítico: -Me hicieron una cama pero yo se las deje tendida.
Desde entonces es un fantasma, un caricatura de quien quiso ser. Ahora Araoz calma sus borracheras con cocaína para realizar su trabajo.
-Todo por romperle el culo a un pibe, se repite Araoz.
-No hay justicia. Si hubiera tenido el glamour del Bambino, hoy seria una estrella.

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Joaquín guarda la bolsa y se pone en movimiento.
-Araoz ,es aquel.
Y Araoz con un caño de metal en la mano se dirige hacia el tipo. Que camina lento hasta una parada inhóspita de colectivo iluminada por un farol,.
-Puto de mierda esto de parte del Loro. Y le mete un golpe en medio de la cabeza, con tanta fuerza que los sesos del tipo se desparraman en la vereda y el sonido del golpe despierta a la jauría de perros que comienza a ladrar a la noche bajo una luna lejana. Un farol de luz ilumina la cabeza reventada y la sangre en el piso.
-No hay justicia, se dice Araoz al huir.
En el auto Araoz se pega un trago largo y profundo de una petaca de ginebra y se da un saque de cocaína. Piensa que hace tiempo ya es tarde para volver a ser otro. Mira callado el camino.


Texto agregado el 10-12-2010, y leído por 131 visitantes. (0 votos)


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