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La noche era, fría y Roberto sacaba fuerzas de donde no las tenía hasta que por fin se decidió a llamar a Eugenia y le propuso salir por segunda vez. Esta desdichada no sabía que responderle a este hombre puesto que sus sentimientos estaban junto a otra persona pero no podía negar que Roberto hacia que su corazón desviara la mirada para encontrar en la voz de este hombre los más puros sentimientos de los cuales nada mas podía ser pensado.
Eugenia le dijo a Roberto que no debían apresurarse y que tal vez iban muy rápido, entonces que debían ir con calma ya que apenas se estaban conociendo, y el trabajo no le permitiría quizá dedicarle tiempo a él y no quería de ninguna manera mantener una relación que fuera casi que a distancia.
Eugenia sabía perfectamente lo que ocurría dentro de su ser, y por ningún motivo quería lastimar a este hombre. Su corazón brotaba lágrimas de dolor porque sentía que podía estar rechazando lo mejor de su vida. Su cuerpo estaba tenso, y sus manos temblaban tanto así que ni siquiera podía agarrar bien el teléfono, por lo que decidió despedirse de Roberto con un “hasta pronto”.
La llamada termino y Roberto completamente enmudecido, estaba perdiendo la razón, se levanto de la silla en la que estaba sentado y fue a la cocina a prepararse un café cargado de todas las ideas que ese día pasaron por su mente, pues aquella noche no pudo conciliar el sueño.
Al día siguiente, el sol entro por las persianas que la noche anterior habían quedado a medio cerrar. El despertador sonó y aquel sonido per turbante y fastidioso despertó un sentimiento de ira en Roberto pues debía levantarse y salir disparado al trabajo ya que por nada del mundo podía faltar puesto que se encontraba en unas importantes negociaciones de las que dependía su puesto.
Roberto no conseguía concentrarse en el trabajo. Había olvidado los informes contables, para la importante reunión y para rematar el día había olvidado mandar pagar con el mensajero el recibo del agua. Por su mente no pasaba otra cosa distinta que recordar la melodiosa voz de su adorada Eugenia. Un sentimiento vagabundo se apoderaba de sus entrañas, y decidió dejar botado el agitado día que iba a tener y salir libre como el viento para ir en busca de Eugenia al restaurante en el que trabajaba como cajera.
Tomo un taxi, con la expectativa de llegar más rápido. Se bajo una cuadra antes de llegar al restaurante y decidió comprar unas rosas rojas tan encendidas y radiantes que la sangre era un color mas pálido que la oscuridad de estas flores.
la tarde era oscura y estaba a punto de llover, Rodrigo llevaba un gabán negro y al doblar la esquina sintió que la tierra se abría ante sus pies para tragarse todo como cual agujero negro en el espacio se traga todo lo que este a su paso para llevar todo a un mundo sin regreso.
Era Eugenia, abrazada con un hombre alto de piel trigueña que con tan desbordante pasión sostenía aquella desdichada y la apretaba tan fuerte que parecían uno simplificado en el amor de dos cuerpos.
El piso se movía a sus pies, y la rabia y el rencor se apoderaban de aquel caballero pues no pudo contener tan oscuros sentimientos ni siquiera podía llorar, las lagrimas no brotaron porque se encarcelaron en su cuerpo mientras el dolor carcomía su ser.
Roberto boto el ramo de oscuras rosas y decidió entrar sin que nadie notara su presencia a un café llamado “terraza bar” que estaba ubicado a dos negocios del restaurante donde trabajaba aquella desdichada.
Subió las escaleras de aquel lugar y se paro frente al balcón. Su corazón se había convertido en carbón y el dolor más grande había consumido ya todas sus esperanzas. Tomo una libreta que cargaba en su bolsillo y escribió una nota. E paro frente al balcón y grito:
--- Eugeniaaaa---. Su voz fue irreconocible y en un par de segundos la mirada de Eugenia veía como caía un papel junto al hombre que había rechazado aquella noche.
10 segundos pasaron para que Eugenia entrara en un estado de hibernación que chocaba con sus pensamientos, en el fondo sabia que la llegada de la parca negra había querido arrancar toda la esencia de su ser .sentía como si en un instante se quedara sin fuerzas, y sentía miedo al estar en aquella cuadra al ver el charco de sangre y la abertura de cabeza de aquel que se había enceguecido por ella.
El cuerpo yacía en el suelo y su cabeza había quedado completamente destrozada, la cara de Roberto había quedado completamente destrozada, casi que descuartizada pues la nariz se había partido con tan estrepitoso choque. Sus piernas estaban partidas, y sus brazos manchados con la sangre que brotaba como el correr de un rio.
Solo quedaba el papel con la nota que había escrito Roberto antes de tomar la decisión de arrojarse de la terraza de aquel café. Eugenia aturdida se agacho y recogió el papel que ya había sido contagiado por la sangre del suelo.
“sin el corazón el cuerpo no puede vivir de ninguna manera. Y si el cuerpo sobrevive sin el corazón es un prodigio nunca visto … Roberto “

el agua mas cristalina y pura brotaba de los ojos de Eugenia, el cuerpo se había ido pero este hombre había dejado su corazón, y ahora juzgue ustedes como termino aquella tarde del 6 de octubre…

Texto agregado el 29-11-2010, y leído por 107 visitantes. (0 votos)


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