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CIRCULO PERFECTO

Omar G.Barsotti


Muy bien, ya estaba ahí y casi le entraron unas ganas terribles de reír mientras luchaba por terminar de despertar, enredado en las sábanas húmedas entre las que, al fin, se abandonó respirando profundamente, mirando el techo y dejando al corazón retumbar con el ruido de un galope que se alejaba, cada vez más lento, hasta retomar su ritmo normal. Afuera, en el patio, el goteo de la canilla de bronce donde en sus veranos niños refrescaba la transpiración de los picados de fútbol jugados sin pausa desde la siesta al atardecer, le trajo un placentero sentimiento de tranquilidad. Sí, era la canilla, sin duda, y también era esa su cama y estaba en su habitación, en su casa, en su barrio, en el mundo de los vivos. Después de toda aquella angustiosa pesadilla del coche fúnebre y esa ridiculez del periódico de hojas totalmente blancas con un solo aviso en el centro, su propio obituario, este mundo le parecía extraordinariamente real, confortable y tibio.

Se estiró satisfecho buscando la ventana para sorprenderse de hallarla un poco más allá del lugar donde solía estar y mucho más grande, casi monstruosa y, además, con las celosías brillantemente pintadas de color crema. La suave lechosidad del amanecer se reflejaba en el techo de la habitación y, entonces, comprobó que estaba empapelada a nuevo y con olor a barniz. Se sacudió pensando que aún se hallaba inmerso en la pesadilla.
Oyó un ruido lejano que crecía. Puso atención : sí, el carro del lechero por el empedrado. ¿Pero qué empedrado?.El tenía escasamente diez años cuando lo pavimentaron. Inquieto trató de incorporarse sin conseguirlo. Por la debilidad de sus miembros dedujo estar enfermo. Quizá tenía fiebre. La fiebre trastorna los sentidos y hace parecer que las cosas son diferentes y, también, produce pesadillas.
Alargó el brazo izquierdo hasta chocar con un borroso contorno de barrotes que recorrió con los dedos como si fueran las cuerdas de un arpa gigantesca. Alguien respiraba muy cerca de él. Quedo tieso. Quizá la pesadilla proseguía...pero no, estaba seguro de estar despierto, era solo aquella extrema debilidad que le impedía levantarse y le mostraba un techo tan alto y paredes como acantilados. Con un esfuerzo giró todo el cuerpo y, al tiempo que su mano derecha tropezaba con un chupete y automáticamente se lo llevaba a la boca, vio una cama de dos plazas a su lado y, en ella a sus padres - sus padres hacía quince años muertos – acostados uno junto al otro, brillantemente jóvenes, dormidos y abrazados, la madre con los senos descubiertos haciéndole sentir un intenso y casi doloroso deseo de mamar de ellos.
Entonces comprendió. Lo hizo con toda claridad mientras descubría sus pequeños y torpes dedos bailoteando ingobernables frente a sus ojos y chocando con los barrotes de la cuna – aquella que hacia ya tantos años se hizo parte de un gallinero –. Ahora sabía que, en alguna forma, había dado toda la vuelta, había completado el círculo perfecto, no solamente perfecto, sino el círculo repetido, el único disponible para su vida y que ahora estaba rehaciendo al renacer no para otra vida distinta, no a otra oportunidad mejor o peor, no a un camino diferente sino simplemente el mismo, para recorrerlo con la misma invariable carga de miseria, ansiedad y errores, sin poder evitarlo, sin poder romper el interminable camino de su personal cíclica eternidad. Ahora entendía, por fin, sin duda alguna, que aquel absurdo concepto de vida eterna, en que jamás llegó a creer, no era una recta lanzada hacia el infinito plagado de variables y posibilidades, sino como una serpiente que se come a si misma, una línea curva rehaciéndose en cada punto, repitiendo sin error ni omisión, sin escape, el mismo molde, la invariable rutina de cada vida desde el nacimiento hasta la muerte y de ahí otra vez el nacimiento ( siempre el mismo nacimiento siempre la misma muerte, mueres cuando naces y viseversa, sin solución de continuidad) y siempre igual en un único y mismo lugar.
El volvería a ser todo aquello que fuera y no existía forma de modificar ni un paso, ni tan siquiera detenerse, ni evadirse, ni solucionar todo lo que jamás solucionara, ni comprender todo lo que jamás comprendiera, ni superarse o mejorarse o tan siquiera empeorar. Todo seguiría igual para todos. Como si la vida fuera un único texto que es borrado para ser reescrito exactamente igual hasta el mismo abismo de la más profunda futilidad. La existencia es eficiente y la repetición es la mejor economía.
Un segundo antes de que este conocimiento se borrara de su mente, apenas un instante antes de que aquel resquicio por el cual espiara a la eternidad se hiciera trizas por efecto de su propio llanto, alcanzó a escuchar a su padre que, despertando, decía a la madre:

- Oh! Mujer, dale la teta al pibe que se despertó.
.
FIN
Omar Barsotti

Texto agregado el 09-07-2004, y leído por 219 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
02-02-2006 Hace honor al título. Te felicito entrelineas
05-08-2004 Muy bueno este cuento. Ya había yo contemplado la posibilidad de un ciclo existencial eterno... si el universo se expande y contrae eternamente, ¿por qué no nosotros? Sin embargo, es terrible. Es terrible. Desleal
05-08-2004 BUENO ME LO RECOMENDO NEF Y TE LEI Y SOLO,LE TENGO QUE AGRADECER PORQUE LEI ALGO BUENO DE VERDA SUERTE vikingo
17-07-2004 Excelente! Sólo el barso puede escribir tan, tan bien. Me encantó, papirri! Y me dió miedo, la sola posibilidad de que sea cierto es aterradora. Muy bien llevado todo hasta el fin, tan trivial y lógico para unos padres que vaya a saber uno cuántas veces llevan cerrando el círculo . Besos, nef. neftali
 
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