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No es tan fácil ser un Dios. Eso de andar dibujando el
futuro de los sublevados conlleva mucha responsabilidad. Porque los dioses también nos equivocamos y créanme que cuando eso sucede no podemos –no debemos- borrar lo que ya hemos marcado. No creo sea una paliativa para esas pobres
víctimas nuestros dolores de cabeza por el error cometido. Es más, reniegan
diciendo de nosotros esto y aquello.
Mi viña se caracteriza por la heterogeneidad: están los devotos, personas responsables, inquisidoras y ágiles de mente que quizá algún día compartirán mi
atril, porque todos tenemos la posibilidad de ser Dios; también recibo a aquellos con riesgo de hibernación crónica, a quienes constantemente necesito darles un empujoncito para que sigan al rebaño; y lo réprobos, cuya elección se debe a fallas del sistema y a la suerte, algo ajeno a mi jurisdicción.
Ahora estoy a punto de castigar a uno porque el racconto lo perjudica: poco asiste a las reuniones de mi doctrina, llega tarde, se pelea con sus pares, miente a su familia y ni asoma su cara al libro sagrado. No hay duda; como Zeus en los viejos tiempo, tendré que romper la privacidad de la familia y trasladar mi luz hacia la autoridad de la casa para impartir justicia. Con un dejo de tristeza, le aprieto con fuerza mi varita hasta derramarle el líquido rojo. Sé que volverá a derramar, pero es un caso salvable. No así el de esta joven, cuya suerte le ha jugado una mala pasada y seguramente cuado deje este mundo, su alma descenderá unos metros más que su cuerpo. Aunque me cueste reconocerlo, yo moldeo aquello que el azar ha sentenciado, aunque me siga mirando de reojos. Aquí no hay nada por hacer.
En este instante miro a otra, diamante pulido por horas de dedicación a la causa y con una simpatía comparable a la de una hormiga mirada debajo de la
lupa. Su sangre es azul, no hay dudas.
Alguna vez leí que al cielo iban los moralmente buenos y al infierno, los opuestos. Luego que había otro sistema justiciero que discriminaba por un lado a los inteligentes y por otro a los idiotas. No hay dudas de que practico el segundo, aunque con reminiscencias del primero.Y la suerte, que interviene antes, durante y después.
Si bien los números me entregan un cinco, creo que a éste voy a ponerle un seis porque trabajó duro todo el año, pese a sus lilimitaciones intelectuales.
Con un poco de suerte, será profesor, como yo.

Texto agregado el 21-11-2010, y leído por 117 visitantes. (0 votos)


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