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El sol del mediodía de enero caía oblicuo sobre la calle en un fulgurante cielo azul sin una sola nube. Un olor de jazmines llenaba el aire cálido, penetrando mis pulmones y embriagando mi alma de nostalgia. Sin saber exactamente él porque, detuve mis pasos y dándome vuelta, volví a contemplar los espectaculares balcones cubiertos de flores de aquella calle que volvía a recorrer.

Capri la bella, Capri mi amor…

Pamela, con una pierna cruzada sobre la otra, fingía distraerse balanceando su zapato en la punta de su dedo gordo. En la mano un porro casi consumido y la otra escondida entre sus bragas.

Algunos perros y gatos dormitaban bajo los algarrobos de un verde muy brillante y casi negro de sus hojas cubierto de flores y numerosos pájaros chillaban entre sus ramas.

La tarde era tan cristalina que se podían percibir los barcos más lejanos: las gaviotas volando quedamente sobre el mar, un picaflor bailando sobre las sencillas rosas atrapadas en las macetas tras las mesas del restaurant, los jazmines temblorosos en sus varillas, las abejas que surcaban el aire y una paloma que se cruzó, muy baja, ante ellas.

Los dos manteníamos silencio ante la perfección del lugar, del clima y de la hora, y quizás también una sorpresiva humildad. Nuestras escasas palabras seguían con un largo silencio solo cortado por el lejano rugido del mar al chocar contra las rocas.

El restaurante se encontraba vacío y perfectamente limpio, solo nuestra mesa conservaba los restos de comida con las copas medias llenas del exquisito vino Malbec; los mozos se habían retirado dejándonos solos. La hora de la siesta era sagrada y a veces solía suceder lo mismo en la madrugada.

-Es un día perfecto…-dijo por fin Pamela poniéndose de pie.

- Hoy me hicieron una propuesta por el lugar.

¿Por el restaurant o la casa?

¡Por todo!

¿Y?

Qué crees ¿Qué vendería?

¡No! Porque lo perfecto no tiene precio

Exactamente lo que les respondí –dijo sentándose cerca de mí y exclamando:

¿Quien pudiera creer viviendo en este lugar que pasan cosas terribles en el mundo?

Seguro que no –respondí; pero pasan otras a mi entender tan banales precisamente en lugares como este donde afloran con más facilidad.

-¿Por ejemplo?

-Las discusiones sobre el sexo-

Todos creen en la libertad de la mente, lo que se hace al margen de ella es asunto privado y no importa demasiado, así como la mayor parte de los asuntos de la vida cotidiana…; cómo se gana el dinero, o si uno quiere a su mujer, o si se tiene una amante. Todo eso sólo le interesa a uno, y, como ir al baño y usar el inodoro, les tiene sin cuidado a los demás.

Lo único importante sobre el problema sexual es que no tiene ninguna importancia

¿Cómo que no tiene importancia? Casi grito Pamela

En un sentido estricto no hay problema –le respondo

A nadie se le ocurriría seguir a un hombre al baño porque podría usar el inodoro, así que ¿por qué lo iríamos a seguir cuando se va a la cama con una mujer?

Si lo aceptáramos como algo natural no habría problema. De lo contrario sería una falta de sentido enorme, un despropósito, o en todo caso una cuestión de curiosidad mal planteada.

El sexo es una cuestión privada y me importaría que alguien se metiera en medio.

Los hombres que dominan a sus mujeres -dijo Pamela con rostro crispado de ira

Los hombres que roncan – aunque sea suavemente- las tratan como tontas, que no saben nada de nada. A esos los detesto con toda mi alma.

Son los responsables que haya mujeres –esposas, amantes- que conservan todavía la ilusión de la perennidad del amor, que se sacrifican, que aceptan las normas morales –para mi inmorales y ciegas- que las inculcan a olvidar aquello que desean, y a aceptar aquello que las daña y las humilla: la insatisfacción contenida a lo largo de años, las frecuentes violaciones de que son objeto por parte de sus maridos, la anulación del apetito sexual con ellos luego de la menopausia… Lo puedo afirmar porque varias amigas lo soportan resignadas.

Siempre necesito de las mujeres –le aclaro firmemente mientras la miro fijamente

Y me niego a convertirlo en un drama y rechazo las condenas morales o las prohibiciones de quien sea. Me avergonzaría de ver a una mujer por el mundo con la etiqueta con mi nombre pegada encima y con la dirección como si fuera el destino final de una encomienda.

Como me niego también aceptar esta justicia que no les reconoce el derecho a rechazar sexualmente a sus maridos por los motivos que fueren, ni aceptarle a estos descaradamente como justificación de divorcio e incluso al abandono.

Si todo fuera normal se formalizaría una relación nueva amistosamente.

-Pero…la interrumpí cuando estaba a punto de estallar

-No te parece que nos fuimos por las ramas.

-No lo creo –murmuro Pamela alzándose de hombros: Muchos hombres sostienen que se puede intercambiar tantas sensaciones y emociones con las mujeres como ideas sobre cocina, el tiempo, el ocio y demás. O mejor dicho, no se pone ningún interés en lo que se habla a menos que se sienta alguna atracción. Gran parte de ellos seguramente imaginan que si una mujer habla de sexo es porque quiere ir inmediatamente a la cama.

Eso –querido mío- se llama superficialidad

¡Es tan difícil encontrar un hombre completo! Termino acercando su rostro al mío.

¿Qué opina mi hombre?

¡Que no soy de nadie y soy de todos : soy solamente un fragmento, mitad espiritual mitad materialista que no niego mi cuerpo ni niego mi alma. Un hombre que está viviendo sencillamente la vida

Para hablar con una mujer no necesito tener ideas comunes, emociones, o simpatías, de la misma manera que no las necesito para acostarme con ellas.

¿Y que necesitas entonces!

-Ser honesto

¿Por Dios Marcos? Tu honestidad puede hacer mucho más daño que todas las mentiras.

¿Qué crees que siente una mujer enamorada cuando una mañana al despertar, con honestidad le dices que todo termino?

¿Que tu amor se termino de tanto usarlo?

Y tranquilamente te alejas sin mirar atrás, dejando no solo tus efectos personales…

-Espera Pamela-

¡No sigas, no es tan así; es mucho más complicado para mi

Es muy difícil usar mentiras como escalones para llegar a la verdad, depende a quien le dices. En el caso que mencionas nos amábamos sin igual, los dos nos teníamos absoluta confianza. Nuestra fe dependía de nuestras declaraciones, de nuestra presencia, de nuestra forma de ser. Creíamos el uno en el otro, en nuestra individualidad, en nuestras miradas limpias, en nuestra autoridad, no tanto en las palabras si en los silencios…en lo que no dices.

Necesite mucho coraje para decirlo, pero fue una necesidad. No puedes decir una verdad sin contaminarla, pero puedes usar la mentira para crear un ardid y lograr una vislumbre de la verdad como sucedió.

Para amar así necesitas estar en el mismo espacio: Su respuesta fue inmensamente hermosa:

¡Tú sabes que no me importa lo que digas!

Había comprendido porqué estaba mintiendo y se sintió agradecida por las mismas.

Desde entonces vivo totalmente, no intensamente pero si cada momento con pequeños placeres como disfrutar el despertar cada mañana, el olor del café, la compañía a veces agradable a veces no, de la mujer que quieres a veces si a veces no. Los momentos felices cuya gloria fui incapaz de adivinar entonces, y que ahora se me muestra evidente, cuando nada es posible.

Generalmente suelo…

¡No!… no es importante: ¡déjame contarte un cuento!

¡Me encantan tus cuentos! Dice Pamela sonriendo maliciosamente y volviéndose a sentar repitiendo la postura anterior; Solo que esta vez las piernas quedaron entreabiertas y se veía con hermosa nitidez su braga corrida e insertada una parte en el medio de la vulva perfectamente depilada.

Obviamente que no perdí detalle alguno, pero conociéndola comencé mi narración:

“En un barrio de las afueras de la ciudad de Ceuta una casa se estaba incendiando y dentro “de ella había cuatro niños pequeños. La madre y el padre estaban en sus respectivos “trabajos”

-Espera, vuelve a interrumpirme Pamela

¿Conoces Ceuta? ¿Dónde queda?

Es un puerto situado en la costa marroquí, frente al Peñón de Gibraltar, al norte esta España y al sur Marruecos. La ciudad constituye un enclave español –mejor dicho territorio Marroquí usurpado-

Viví unos días invitado por el cónsul de Marruecos muy amigo mío.

¿Puedo continuar?

¡Si señor cabrón…puede continuar

“Todos los vecinos les gritaban a los niños para que salgan pero ellos seguían jugando en el “interior y nadie era lo suficientemente valiente como para entrar a la casa, agarrar a los “niños y salir. Parecía demasiado peligroso, la casa estaba prácticamente rodeada por el “fuego, por todos los costados.

“Cuando llega el padre avisado por los vecinos estos le dicen “hemos hecho lo mejor “posible pero tus niños son extraños, no nos escuchan, de hecho están disfrutando de las “llamas alrededor, son muy pequeño y nunca han visto una escena tan hermosa, no están “asustados en absoluto”

“El padre corre adentro de la casa a través de las llamas y les dice a los niños: “¿Que es lo “que están haciendo aquí? Les he traído todos los juguetes que me han pedido, están “esperando afuera, vengan conmigo”. El toma a todos los niños y corre con ellos para “afuera de la casa. Ellos no habrían salido nunca porque realmente estaban disfrutando.

“Le dicen al padre “Es tan hermoso…nunca hemos visto tanto fuego alrededor, llamas “bailando…”Y el padre dice “Sigan corriendo hablaremos afuera, solamente vengan conmigo, sus juguetes “están esperando allí”

“Y ellos salen solamente por los juguetes…aunque no hubiese juguetes. El padre había “prometido, pero se ha olvidado de traerlo. Entonces les dice:”Perdónenme, mañana les “traeré mas juguetes de los que me han pedido, pero por hoy tienen que perdonarme”.

“Pero ellos dicen: “¿Por qué nos mentiste? Y él responde: “Ustedes no comprenden, son “demasiados pequeños, la casa está en llamas, se habrían quemado vivos, habrían muerto, “entonces ¿Para quién traería los juguetes?”

¿Llamarías a esto una mentira, algo que no es virtuoso?

¡Hay Marcos!; dice Pamela moviendo la cabeza suavemente: Si te dejara hablar me convencerías de que nunca me mentiste.

No crees que todos tenemos una casa en llamas y que necesitamos ser atraídos fuera de ella para dejar nuestros enojos, nuestras mezquindades, nuestros odios, nuestros celos.

Que nos prometan muchos juguetes para salir de ella para que una vez afuera nos demos cuenta que los juguetes no existen pero que la mentira ha sido de gran ayuda, de una enorme importancia. Sin ella no habría salida.

Nadie me enseño tanto que el imperio del amor puede llegar hacer.

Pamela me miraba fijamente mientras señalaba a su alrededor con una mano apenas levantada.

-Yo me conformo con estas cosas, con esta gente, con esta isla. No quiero saber de otro misterio que el de estar enamorada o estarme enamorando.

Aunque sepa perfectamente bien que hasta el amor perfecto, cuando lo llegas alcanzar, dura solo un brevísimo tiempo.

Porque para mí ese amor es una cuestión de coincidencias, de reciprocidad, de íntimas comunicaciones a través de maneras insinuadas, de leves guiños, de medias palabras…

¡Como lograste que te quedaras para siempre en mi recuerdo! junto a la pasión que me hería por lo que pudo haber sido y no lo fue jamás – al menos hasta que volviste.

-Mientras me hablaba, no me atrevía a mirarla; pensaba en que estoy en una edad cerca del final –como un tren que se acerca rápidamente a la última estación-

Me acerque y la miré a los ojos: Muchas veces –comencé diciendo- intente decirte que no hiciéramos más el amor, porque sentía estando en tus brazos que te engañaba -aun cuando en mi interior espiritualmente éramos una sola persona.

Por alguna razón que ni yo mismo alcanzo a comprender he venido a visitarte y lo mas fantástico para ahondar el misterio, fue cuando al acunarte en mis brazos amándote; sentí que después de tanto tiempo había llegado a casa.

-Calla, tonto. Me lo dice sonriendo- No te he dicho que pienso en ti más de lo que imaginas. Cuando llegaste recuperaste mi vida, entendí que el dolor nos lleva buena parte de ella. Sin el estamos renunciando a la pasión, a la vehemencia, y sin ellas no habrá batalla que ganar.

Jamás gana el que da agua para que le den sed ni el que da amor para que le den. Hay que sentirlo en la propia carne, estar atento con los ojos bien abiertos, porque todo lo importante de este mundo cuando se tiene de verdad es cuando se busca.

-Esta mujer me fascina –me preguntaba en silencio- me encanta su firmeza y su seguridad. Su rostro y su cuerpo es mucho más que el paisaje que nos rodea, como su vigor y entusiasmo provocaban una estimulación del deseo de poseerla.

¿Me oíste? Pregunta sobresaltándome con una leve sonrisa mientras apoyando su mano en mi brazo continua:

¡Vamos a caminar! Se está haciendo de noche y me encanta ver dormirse el sol sobre el mar.

Los dos contemplábamos desde lo alto de la isla la declinación hermosa de la luz y escuchábamos el susurro del inmutable mar sobre las rocas en la oscuridad de abajo.

Pamela susurró al recostar su cabeza en mi hombro:

Tengo miedo, Marcos. La luz se ha ido ¡Viste! Y nosotros también nos iremos como ella…y ¡jamás renaceremos, nunca jamás! -La bese -

Sonrió diciendo ¡Te necesito tanto…!

Me entristeció sentirla hablar así, estoy en una edad que siento el cansancio sentado sobre mis hombros, soy consciente y no lo puedo evitar aun, entonces siento, más insondable, la diferencia de edad.

Veinte años pueden ser muchos o no, la diferencia surge a partir de las vivencias y las nuestras eran enormes.

¿Había cambiado tanto Pamela desde aquellos días vividos ardorosamente en completa libertad?

Aparentemente si, había cambiado.

“Físicamente muy poco, seguía siendo una mujer de rostro agraciado; de cuello esbelto y largo.

Los pechos se mantenían bien torneados y firmes, su cintura marcada, sus nalgas redondas y duras como constate al volver hacerle el amor.

Fue en un momento cuando tenía su cuerpo desnudo en mis brazos que metió los dedos en sus cabellos castaños y veteados y lo dejó caer sobre la cara; luego, echó hacia atrás la cabeza mirándome fijamente y me hablo:

Cuando te fuiste aquella mañana un dolor terrible me acompaño; durante mucho tiempo me acusaron de masoquista y sin embargo no lo sentía así. Sencillamente que aprendí a vivir con él –como te comente antes-

No aconsejo que se busque el dolor, ni que se siente uno a esperarlo. Porque llega; una y otra vez, siempre llega. El dolor nos reconstruye si sabemos mirarlo fijamente a los ojos, pararnos frente a él y hablarle. Como generalmente viene con su amiga la soledad lo mejor es abrirle las puertas de la casa para que conviva con nosotros y así saber que designios tiene. “El dolor sin sentirlo nos hace resentidos, porque hacemos crónica la enfermedad que debió ser aguda”- como dice un amigo mío.

¡No hay otro modo!

Cuando venga la alegría encontrara más sitio donde divertirse.

Para muchos, las penas de un amor que concluye se multiplican, pero eso a mí no me ha sucedido.

¡Jamás amortice los júbilos y los gozos por no consumirlos hasta agotarlos! La prueba fue tu despedida por haber gastado tu amor –no el mío- de tanto usarlo.

Creo que los dos lo hemos vivido y nunca renunciamos al dolor, no digo que nos sirva de lección porque la vida siempre fluye. ¡Gocemos juntos de esta nuestra victoria!

Nada mas hay para contar, los dos hemos cambiado.

La vida vuelve a sonreírnos”

¡Marcos! La voz de Pamela me sobresalto

¿Qué estas pensando? –

¿No escuchaste lo que dije?

¡Por supuesto que sí!

Pensaba en ti y en mi regreso, en los momentos transcurridos de estas horas, en tus manos mágicas jugando con el humo participado del porrito, en el color de tus ojos que cambian cuando nos miramos, en tú lengua demorada eternamente sobre la mía, en tus indisimulables pezones duros deseando amar, en este anochecer y en la fragancia de los jazmines que bajan desde los balcones.

–Pensaba en todo ello-

Pensaba en ¡cuánta razón tienes!; Y que precisamente por ello comienzo a cuestionarme acerca de lo vivido, de aquello que brilla hoy bajo nuestro sol y en lo que puede depararnos el mañana.

Que nuestra existencia no es lo que palpamos, no son estos negocios de artículos lujosos, ni los autos, ni los yates que vemos allá abajo sobre el mar o la enorme cantidad de objetos que guardamos.

Está claro que no; nuestra vida está hecha de incontables recuerdos que conforman y dan sentido a la imagen que vemos frente al espejo cada mañana; nuestra vida está hecha de las cosas que guardamos por lo que significan en nuestro cerebro, y cuyo valor afectivo suele ser más intenso que el real.

Por eso cuando esas memorias son demasiado dolorosas generalmente escapamos cobardemente.

¡Es muy cierto! te hubiera dicho en otros tiempos- Murmuro Pamela

Pero tú no eres de los que huyen. Tu eres de los que dicen la verdad brutalmente, convencidos que decir la verdad es preferible al dolor de una mentira.

Eres de los que ponen un punto final al amor que te consume antes de morir o verlo consumirse de tanto usarlo.

Sos de los que sostienen que es mejor vivir con el fuego del recuerdo que han experimentado, a la tibieza del olvido y reflexionar la maravilla de estar vivo, pese al dolor y a la soledad que te acompañara mientras vivas.

¡SI! Casi grito

Eso es: Gritar el amor, no el romántico ni el lastimero, sino el loco e impulsivo. Aquel que susurra nostalgia, no de un modo lacrimógeno, sino el grito alborozado que canta a la esperanza.

Y Ella llego Pamela; retorno a mi vida.

En mil noches de viajes por el mundo me embriague con amores que todo lo devoran.

Fue así que tras las excitantes intimidad de aquellos con sus largas discusiones vividas y profundas, el tema del sexo se hacía más y más inevitable.

Una venda o un mito caían de mis ojos, era una excitación extraña y vibrante en mi interior. Había descubierto con certeza que la libertad hermosa y pura de una mujer era infinitamente más elevada y maravillosa que cualquier amor sexual.

Era algo que muchos hombres, incluso los poetas, los sexólogos, los machistas no se daban cuenta lo suficiente como para comprenderlo.

He conocido mujeres que hacían del sexo un arte para seducir y adquirir poder sobre ellos. En cada relación sexual solían mantenerse quietas dejando que se cansaran y acabaran para poder ellas prolongar el coito y llegar a varios orgasmos, manejando la situación hasta agotarlos.

Las mujeres saben que hay una enorme cantidad de hombres que son caprichosos como niños y que insisten sobre el sexo como perros, y que una mujer tiene que ceder y concederle lo que quieran sino probablemente se volvería desagradablemente brusco, escaparía o rompería una relación que podría haber tenido otro final.

De ahí que aprendieron ceder ante el hombre sin someter su yo interno y libre y sin caer realmente en su poder. Por el contrario utilizaban o utilizan el sexo para adquirir mayor dominio sobre ellos.

¿Por qué hablas con tanta seguridad de nosotras? -Fijaba sus ojos en los míos con cierta malicia-

-Protegerse es una inevitabilidad no solo física sino de sentido común-

-Dejemos esta charla por hoy- la interrumpo

Tenemos algún tiempo para seguir hablando del tema.

¿Algún tiempo? – murmuro mientras tomaba mi mano izquierda y se la llevaba a los labios

–Creo que tú y yo pasaremos un largo tiempo y esta vez afrontaremos juntos los momentos difíciles; aquellos que llegan cuando las parejas se conocen perfectamente bien y no tienen más secretos que guardar. Ambos hemos cambiado y tenemos insondables zonas que descubrir, sorpresas que ofrecer, misterios que compartir.

–Y tú querido mío guardas historias increíbles que revelar–.

–No exageres –murmure mientras retiraba la mano de sus labios y la deslizaba entre sus pechos

Puso una cara de éxtasis perfecto; el sexo le asomaba a los ojos—

–Esas manos no solo sirven para escribir—alcanzo a terminar la frase antes que mis labios se fundieron en los suyos.

Un estremecimiento recorría mi cuerpo y el flujo de la consciencia se dirigió hacia mis genitales. No podía hacer nada mientras el pene, lenta y suavemente se iba llenando elevándose, endureciéndose en lo alto, dominante y desafiante a simple vista sobre el pantalón.

Pamela temblaba también ligeramente al observarlo.

–Vamos a casa, dijo- ¡tenemos que descansar! Su risa me lo explicaba todo

—-.—-

Olas cortantes y suaves de un placer intransmisible parecían recubrirme mientras entraba en ella y comenzaba el curioso frote clitoriano que se ampliaba y ampliaba hasta llevarla al último extremo con el empuje ciego del deseo.

Con los ojos oscurecidos por el placer semejante al sueño, alzo bruscamente su rostro buscando mis labios. Su boca llena de ternura, mis labios duros, hambrientos, exigentes como si quisiera dejar mi marca para siempre en su alma.

Hundí mi lengua asaltándole la boca, seguro de que estaba en mi derecho. Ella era mía, la poseía y saboreaba salvaje su deseo.

Sentía que recibía con ansias mis ardientes y salvajes labios, no importaba cuanto, pues reconocíamos ese amor violento casi primitivo, ambos lo comprendíamos.

Tormentas de fuego recorrían mi cuerpo al sentir sus dientes que mordisqueaban mi virilidad; saboreaba la humedad de sus flancos llevándome a nuevas alturas antes de envolver con sus labios la rosada punta sorbiendo sus flujos. Su lengua trazaba pequeños círculos alrededor despertándome escalofríos que estallaban en todas direcciones.

Pamela arqueo las caderas y abrió totalmente las piernas para que en un breve impulso la penetrara rápidamente arrancándole una exclamación primitiva que se desgarro de ella mientras sus largas y filosas uñas arañaban mi dolorida espalda.

Envolvió mi cintura con las piernas largas y ágiles, para impedir que escapara. Una y otra vez penetraba en ella, ambos nos murmurábamos palabras incoherentes supuestamente de amor y sexo –imposible de recordar-. Sacudida por estremecimientos cada vez mas seguidos estalló como un volcán, parecía que por las venas le corrían ríos de lava fundida. Se estaba quemando y me quemaba pero seguimos, porque nos amábamos. Le di y me dio placer hasta quedar exhaustos,

El sudor como si una fina llovizno otoñal nos envolviera cubría nuestros cuerpos,

Me estremecí sobre ella y, por fin, dejándome caer de costado me quede quieto.

¡Marcos! Balbuceo Pamela mirándome

¡Siempre te he amado!

–No me preguntes ni me hables nada ahora—le digo

–Déjame así, yo también te quiero. Te amo así como estas, acostada. Te quiero como quiero tus piernas, tu forma, tu manera de ser mujer. Quiero a la mujer que hay en ti. Te amo con todo mi cuerpo, con mis huevos, con mi corazón y con mi cerebro.

¡Disculpa! dice Pamela

¡Te falta algo!

–Cierto, respondo –¡Mi Pene!

No me hagas decir nada más. Déjame así como estoy.

Luego me preguntaras lo que quieras – termino diciendo mientras coloco suavemente la mano sobre su depilado y delicado monte de Venus

¡Ahora déjame así!

Cierro los ojos y me quedo inmóvil con la llama invisible de otra consciencia, desnudo con la mano sobre ella, esperando…

Lentamente mis ojos se fueron cerrando y me dormí atravesado sobre la cama.

No sé el tiempo que pasó; entre sueños alcance a percibir sus dedos sobre los pezones de mis tetillas; sonreí,

Luego siguieron por las costillas como midiéndolas una por una, se detuvieron en el ombligo, depositaron sus labios un beso en él y continuaron por el vello púbico hasta casi tocar el pene que despertaba en medio de los muslos entreabiertos.

El mismo sentimiento de ternura que siempre me acompaño y que tantas veces complico mi errante vida, volvió a brotar.

Hundí mis dedos en sus cabellos y acerque su rostro hasta mis labios, de su boca entornada respire su aliento un largo rato; exhalaba un olor sano de amor y sexo,

El sudor de su cuerpo de piel fina y blanca, desprendía un húmedo olor a semen que me recordaba al del tabaco;

Sus pies y sus sobacos, a la hembra en celo.

Todo ella perfectamente natural y acerque por fin mis labios a su boca que los recibió temblando de ansiedad.

Texto agregado el 20-11-2010, y leído por 71 visitantes. (0 votos)


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