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Fama

Para Dooley Wilson escaparse por unos días del frío polar de Chicago no fue la única motivación para aceptar ese papel en Los Ángeles.
Alojado en un hotel barato, pagado por los estudios, no podía dormir debido al brillo intermitente causado por una Biblia de neón fucsia que colgaba meciéndose por el viento en una iglesia vecina.

1942 no había sido un buen año para el mediocre baterista de blues, por lo que participar en un papel secundario, aun en una película de bajo presupuesto, tocando su instrumento, podría ser la última oportunidad que le daba el destino a sus 52 años para alcanzar la fama que tan esquiva le había sido hasta el momento.

El set de filmación era uno entre los muchos galpones de los Estudios Universal, caminó bajo el agobiante calor vestido con su mejor traje transpirando profusamente, anhelando saber que tipo de música tendría que interpretar con la batería y quienes serían sus compañeros de orquesta.

-Dooley Wilson, Dooley Wilson- buscaba en la lista de extras el ayudante del director Michael Curtiz - aquí esta- usted es el músico que tiene que tocar el piano.
Debe haber un error- repuso Dooley- yo soy baterista y nunca he tocado el piano.
Lo siento señor Wilson, acá dice claramente que usted toca el piano y canta -le aclaro el ayudante- pero no se preocupe ya que la música va doblada , solo tiene que mover los dedos y la boca como si cantara.


Dooley entro en una profunda depresión, el largo viaje para lograr su ansiada fama había sido en vano, quien le daría trabajo a un baterista que aparecía tocando el piano y haciendo mímica en una película intrascendente.
Revivía su pobre infancia en New Orleans, golpeando una improvisada batería de cajas de zapatos en la Bourbon Street, por algunas monedas arrojadas por los borrachos turistas y la promesa a su madre de ser recordado en el tiempo por su arte.

El piano un Steinway & Sons, lucia imponente, blanco, tres cuarto de cola, con una improvisada manta entre los martillos y las cuerdas para evitar que por error sonara una nota ejecutada por el baterista.
La escenografía era simple, un elegante restaurante de cartón al que lo rodearon de arcadas para darle un toque exótico.

El actor principal, era un ilustre desconocido, solo contaba con un par de papeles secundarios en películas de gansters.
Las luces se encendieron, decenas de extras practicaban sus minúsculos actos o textos.
Dooley solo tenía que esperar la frase del actor para comenzar con su parodia de canto e interpretación al piano.
Ya resignado a no trascender en la historia, por esta la última jugarreta que le deparaba el destino, se predispuso ha realizar su actuación lo mejor posible, sufriendo por no poder cumplir la promesa de fama con su madre.
El actor se sienta en la mesa del frente, traje blanco, buena presencia, prende un cigarrillo y le dice..

Tócala de nuevo Sam.


Texto agregado el 16-11-2010, y leído por 144 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
26-12-2010 Excelente hilación. "Final de película" .- 5* VincentValmont
16-11-2010 Me gustó , narración impecable y atrapante =D mis cariños dulce-quimera
16-11-2010 nunca dijo la frasecita dichosa, pero la leyenda la continúa afirmando, me gustó el texto divinaluna
16-11-2010 Sospecho que algo de cierto hay en tu relato, H. Bogart dijo esa frase y la pelicula aún se ve con arrobo... achachila
16-11-2010 Un tema atrayente, narrado con propiedad, palabras precisas y un final sorprendente e ingenioso. En suma, un buen cuento. Te felicito. peco
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