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Rutinas


Tomados de la cintura bailaban mirándose a los ojos, el Danubio Azul sonaba interminable y juntos flotaban dando círculos perfectos sobre una superficie reluciente, manos entrelazadas y brazo en la cintura, las miradas fijas el uno en el otro, eternas. Su vestido blanco mostraba unos finos bordados que permitían vislumbrar su pálida piel. El de perfecta etiqueta, jaque negro, peinado cual Gardel, gemelos que extrañamente se veía uno más grande que el otro..bigote fino recto sin curvas Dalinescas…

- Estas cansada querida- le pregunta entre las vueltas de pasos de vals.

- Podría seguir bailando por siempre, tengo cuerda para rato- le contesto entre risas.

Bailaban solos absortos, el entorno espejado, ribetes dorados con firuletes barrocos, toques de terciopelo rojo en las paredes.

El temía que la rutina los fuera separando con ese manto gris de aburrimiento y polvo; son muchos años juntos, seguro necesita aire fresco, quizás otro hombre que la lleve en sus brazos, algún cambio que le encendiera chispas, luces nuevas.
-No le pude dar hijos, con lo que a ella le gustan los niños y a su edad todavía le quedan esperanzas, debería dejarla libre ya- pensaba Gustav sin desconcentrarse en la simple melodía de Strauss.


Ella dudaba de su belleza, el paso del tiempo va opacando el brillo de su mirada, sus ropas se van marchitando, su piel se va ajando con un mohíno triste y sepia de papel viejo.
-Ambos tenemos 44 años, el se podría volver a enamorar de una mujer más joven, que le de nuevos bríos para realizar tantos proyectos inconclusos, viajar, conocer otras culturas y gentes, yo con suerte lo puedo acompañar bailando está música- sufría Elena angustiada por sus inseguridades.

Se conocieron así, bailando, el amor fue a primera vista, Viena con sus Valses fueron su guarida, el hogar, su tibio cobijo.

Gustav y Elena borraron todo vestigio de sus historias anteriores; novios, familias y amigos pasaron a ser una nebulosa, una espesa bruma evaporo los recuerdos.
Cada uno con sus miedos inconfesables solo atinaban a mirarse tiernamente mientras bailaban.

Delfina!!! Por favor podes baja a cenar y deja ordenada la cajita musical de la abuela en el estante, me tenés podrida con ese valsecito.

Texto agregado el 15-11-2010, y leído por 169 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
08-01-2011 Aquella rutina que a veces subestimamos... Conmovedor y talentoso escribano. Difusa
15-11-2010 un lindo cuento divinaluna
15-11-2010 Tierno relato que podría ser realidad. Un abrazo.***** palujo
15-11-2010 La rutina de dar vueltas al compas de vals. Bonito cuento, imaginación de niña. gamalielvega
15-11-2010 Historia que surge de una música prisionera de una, seguramente, muy querida cajita, muy bella =D mis cariños dulce-quimera
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