una sombra desfasándose por las cavidades huecas de mi boca y de mi corazón. hay un plano sostenido al centro gravitacional, girando sobre su eje.
te dejas caer, estamos tan solos. si todos fuéramos perros y nos encontráramos en un basurero metiendo la nariz, tal vez fuera mejor y la vida sería como estar en el planetario o en medio del campo una noche donde no haya más que noche.
seríamos como una pieza de vivaldi, dispersos.
estaríamos llenos de esas manchas sanguinolentas del haber nacido esperando la llegada del amanecer, de ese amanecer.
yo conozco el cero, nunca nadie me creció en el útero.
estaba vacía desde el inicio y estaba vacía al final.
vivo en una ciudad vacía, azul, oblicua. esto no se trata de mí ni de ti ni de las personas que pasan pidiendo otra oportunidad. esto no se trata de ciudades ni puntos finales. no se trata de las asíntotas que nunca se van a cruzar ni de las búsquedas que siempre me ponen violenta.

no se trata de las despedidas ni de los peces flotando en un estanque que les queda chico.

se trata de abrir el negro, de replegarse sobre él. sobre otro color, sobre un rojo o un verde. un azul, algo que sea blanco o violeta. sobre volverse cruda, afilada. mostrar los dientes como los perros, morder. ser un tiburón, conocer el mundo arrancándole los brazos.
sangrar, dejar lo sagrado. esa imagen eterna de un día cualquiera asomándose en el vidrio.

ser un desgarro, ponerse a dormir.