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Inicio / Cuenteros Locales / PacoPena / TREINTA Y CINCO AÑOS

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Contigo solo estaba, en ti sola creyendo;
pensar tu nombre ahora envenena mis sueños.
Amargos son los días de la vida,
viviendo sólo una larga espera,
a fuerza de recuerdos.
(Luis Cernuda)

Cuando salí del hotel estaba convencido de que pasear por las calles de la ciudad que me vio nacer me iba a servir para evocar la juventud perdida; pero la verdad es que la gran ciudad que era a los ojos de un muchacho recién salido del cascarón se quedó pequeña a los ojos de un viejo trotamundos. Y es que demasiado han visto ya estos viejos ojos como para que a estas alturas de la vida quede algo que les pueda sorprender.
Sin embargo, acercarme a la estación y entrar en ella; cosa que he hecho inconscientemente, de manera autómata; eso sí que me ha ayudado a recordar.
Parece mentira pero aquí estoy, sentado en un banco de la misma estación que me vio partir, hace la friolera de treinta y cinco años.
Treinta y cinco años ... ¿Quién lo iba a decir?
De la antigua estación queda más bien poco, lo cual por otra parte es lógico ya que en treinta y cinco años el gobierno ha tenido tiempo de sobra para reformar el edificio por dentro e instalar paneles electrónicos por todas partes; y desde luego los trenes ya no son de cartón piedra como antaño, con esos asientos de madera donde a la media hora de estar sentado ya no sentías el culo.
Si algo bueno tienen las cosas inertes es que admiten reformas y se pueden adaptar a lo que venga; las personas, en cambio, con el tiempo simplemente envejecen.
Envejecemos, mejor dicho ... Y demasiado rápido, por cierto.
Pero más sabe el diablo por viejo que por diablo.
El caso es que regresar a España no me resultó traumático, quizás porque lo hice cómodamente sentado en la business class de un avión, aséptico de emociones y recuerdos encontrados.
Pero volver aquí, después de treinta y cinco años ...
¿Qué son treinta y cinco años?
Nada.
Un suspiro nostálgico en los recuerdos de un viejo prejubilado por culpa de la crisis financiera, de la situación del mercado laboral actual, de la ... Yo que sé.
“Treinta años y un día”. ¡En fin! Parece una condena, ... pero no lo fue.
No, sin duda no lo fue.
Dice el dicho – valga la redundancia – que cualquier tiempo pasado fue mejor; pero si hubiera sido así, ¿acaso estaría yo aquí, sentado en este banco, pensando en mi huida?
Nadie emigra por vicio.
Auque la verdad es que después de tantos años, poco importa porqué me fui; y sobretodo, porqué esperé tanto tiempo para regresar si nada ni nadie me lo impedía.
Qué más da si me fui en busca de la fortuna, para no tener que continuar con la tradición familiar de vivir para trabajar, explotado por la situación del momento; de ese momento que nunca cambiaba y que siempre estaba ahí para hundir en la miseria – siquiera aún más – a los que ya estábamos ahogándonos en ella.
¿Acaso importa si escapé de una dictadura asfixiante que oprimía mi corazón anárquico; o porque simplemente quería olvidar el desamor que lo rompió?
Las dos Españas; que no faltasen, ¡faltaría más! Siempre ahí, jodiéndome por los cuatro costados.
Fachas de derechas y rojos de izquierdas; independentistas regionales y nacionalistas españoles ... Aequat omnes cinis.
Las ideas revolucionarias se diluyen con los años, las chaquetas se cambian según los dictados de la moda; y tarde o temprano el tiempo acaba poniéndonos a todos en su lugar: Delante de una obra, paseando con los nietos por el parque, cogiendo polvo en un asilo, o sentados en un banco de la estación, viendo pasar el tiempo, el poco que nos queda ya.
¡Pero con los ojos bien abiertos, eso sí! Porque nunca se sabe si al cerrarlos se volverán a abrir.
María Teresa.
Mayte.
Para poder verle no tenía más que bajar a la calle y cruzarla, porque siempre estaba allí, ayudando a su padre en la tienda. Tan cercana y a la vez tan alejada de mi mundo, de mis ideas, de mis fantasías,... de mis locuras de juventud.
¿Acaso merecía la pena esperarle eternamente sabiendo que nunca sería para mí porque él nunca lo habría consentido?
– ¡El hijo de un rojo! ¡Antes muerto!
– ¡Un comunista! ¡A mí con esas!
– Tú no me conoces; no sabes de lo que soy capaz ...
En aquella época los ideales estaban por encima de todo, a flor de piel. No se discutían; y mucho menos con una niñata insolente que no sabía nada del mundo.
Una niña que al final, no sé, supongo que acabaría acatando la voluntad de su padre, fuese cual fuese. Aunque desde luego no era lo que ella deseaba.
Si lo sabré yo.
Acabaría las clases, se casaría, tendría hijos, nietos ...
Desde luego todo habría sido muy diferente con ella a mi lado.
Pero el caso es que lo hice, me marche ... Y no me arrepiento.
¡No! Nunca lo hecho y no creo que lo haga nunca.
Francia, Holanda, y finalmente América ... que no es poco.
Viajé en diez años más de lo que muchos han viajado en toda su vida.
El neoliberalismo yanqui. ¡The American lifestyle! El hombre hecho a sí mismo y todas esas patrañas que tanto me ha tocado tragar a lo largo de estos últimos años, diseñadas para justificar las desigualdades sociales...
¡No! Si está visto que algo de rojo todavía me queda.
Pero ellos jamás me juzgaron.
Les daba igual mi apellido, de dónde venía, o si era judío o cristiano. Con que supieras hacer tu trabajo y te esforzaras en aprender su idioma les bastaba.
En el trabajo estabas para trabajar y los ideales se quedaban en casa, junto con la personalidad.
Y cómo llegué yo a cruzar el charco, qué me impulsó a hacerlo, es algo que siempre me preguntaré.
Y el caso es que lo hice casi sin darme cuenta, por mera inercia.
Primero tu empresa te manda a una reunión, luego son tres o cuatro al año, unos meses de aprendizaje para adaptarse al mercado estadounidense, y al final ...
¿Acaso importaba? Si yo era el extranjero, el emigrante; qué más me daba que hablasen en francés o en inglés, si ya estaba fuera de casa.
¿Pero de qué casa estamos hablando, a ver?
¡La madre patria! ¡Menuda tontería! Siempre la misma historia ... Nihil novum sub sole.
El ser humano tropezando una y otra vez con la misma piedra.
Los que habrán muerto en su nombre sin que nadie se lo haya agradecido.
¿Pero qué madre exige a sus hijos que den la vida por ella?
Niños jugando a las guerras dirigidos como marionetas desde despachos presidenciales y palacios reales donde los jerarcas nunca se ensucian los trajes de sangre y lágrimas.
Discursos para la galería maquillados con arrogancia militar y chulería patriótica ¿Y luego, qué? A la vuelta de la esquina te la juegan en cuanto pueden.
Trece años viviendo en Estados Unidos rodeado de hombrecitos hechos a sí mismos; patriots hasta la médula, siempre y cuando fueran otros los encargados de defenderla.
Un idioma, una bandera, un himno, un pasaporte, la selección de fútbol y poco más. Hay patrias a patadas, pero la familia y los amigos no tienen ni nacionalidad ni color de piel; y si uno quiere hacerse entender ... hasta con gestos lo logra, y sino que se lo digan a los sordos.
Ubi bene, ibi patria.
The American dream y todo lo que quieras, pero aquí estoy yo, más solo que la una, viendo como salen los trenes; mirando al pasado, buscando en mi memoria el instante en qué decidí romper con lo conocido, intentando recordar porqué me subí a ese tren.
Porque tal vez así logre entender por qué tengo de nuevo la maleta hecha y sigo queriendo escapar.
Pasajero solitario de un tren sin origen ni destino.
“El holandés errante” como me llamaban los amigos de New York; y eso que sabían perfectamente que era español.
Un Spaniard que nunca pediría la nacionalidad estadounidense, aunque renegase día tras día de la suya.
Si es que a mí, para qué negarlo, cuando se empeñan en tocarme las narices, a cabezón no me gana nadie; que para burros Platero y yo.
Un ciudadano del mundo, eso es lo que soy; hasta que el cuerpo aguante.
Y cuando reviente, que vengan a pedirme el pasaporte, el carné de identidad, las huellas dactilares y todo lo que les dé la gana.
Por mi se lo pueden quedar todo, que a donde vaya, si es que el viaje no acaba aquí, de poco me servirá haber sido español, Français o from U.S.A.

Texto agregado el 01-11-2010, y leído por 76 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-11-2010 Paco , aquí tendemos a creer que lo que se escribe es nuestra propia historia (a veces no es así) de todos modos lo que has escrito me pone frente al espejo de nuestra pobre ,hermosa ,gran humanidad mortal ,con la conciencia de que somos tan poco y a la vez tan grandes ,como tu dices la vejez llega rápido (y para todos) la pena es que pocos se dan cuenta y desperdician los días ,lo único que no debemos malgastar ,y te copio en algo todos somos viajeros o pasajeros del mundo ,las patrias y fronteras fuero inventadas por la estupidez de algunos y creídas por la idiotez de muchos, Hermosa tu manera de escribir ,gracias por compartirlo. teresita581
 
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