“Las palabras se inventaron para decir solo algunas cosas… las demás… con el corazón”. Leí en el epitafio de Don Juan, un sordo mudo que vivió diciendo sin decir, como se debe decir.
Esa noche, entró a su casa tal como lo hizo durante los últimos 7 años, cansado y alegre, rebosante de cariño. Con una mueca legible me saludó y entendí lo de todos los días: Buenas noches caballero. Caminó directamente a la cocina, y con un beso le dijo a su mujer: Te amo. No necesitaba escuchar para sentir el ruido del perro y de sus hijas detrás de él, a lo cual se unieron en un largo abrazo. Luego, se dispuso a terminar de grabar la placa de mármol.