“…El asunto es que no comes todos los días y para aliviar los calambres apelas como último recurso, a los desperdicios infectos que deja la buena gente. En esas circunstancias inevitablemente te resulta una huevada el mensaje de Cristo”, me confiaba Rafael.
“Esa idea de compartir, de dejarte abofetear la otra mejilla porque es sano moralmente para ti y para el que te agrede…una huevada. En rigor te vas transformando en un perro callejero, libre de morderle la mano a cualquiera sin distinción, restricción ni contrición.”
“Si el destino te ha impuesto conformarte con lo que le sobra a los que tienen las necesidades satisfechas, tus horas útiles son todas y en el afán de aprovecharlas no cuentan las costumbres ni el huso horario. Cuando asoman las sombras o el sol pica, por ahí le dedicas un tiempito al sueño; el resto… vigilia y agonía. Las horas de cada día son las horas de toda tu vida hasta que los hechos demuestren lo contrario. Tu existencia depende de ti mismo y discurre en el corto lapso que media entre la ingestión de unos tallarines revueltos con yerba mojada y restos de milanesa manchados con sangre de menstruación. En suma que te predispones al egoísmo más vil y a distinguir las recompensas más altas al costo del poco riesgo.”
“Si para sobrevivir no aspiras a ser un dios la opción es el suicidio, el único problema filosófico verdadero al decir de Camus”, reflexionaba.
“En la oscuridad elaboras tus quimeras y a la luz del día sales de tu guarida a recrearlas, convencido que libras una guerra solitaria con la sociedad, sin percatarte que esa señora ha ganado la contienda desde el momento mismo que te echó a los perros de la inclemencia y la corrupción.”
“La elaboración del concepto de la muerte es materia para intelectuales con tiempo de pensar grueso o incursionar en la sofística amable. Normalmente se piensa en la muerte tanto como en un deseo exótico. A lo sumo, con los años es posible que se insinúe una inquietud espiritual que en circunstancias extremas adquiere tonos borrascosos pero, en “tu” caso, el ansia vital de la voluntad o tal vez un atributo esencial del espíritu que se reconoce en las malas, arreglan la guardia de modo tal que te permites enfrentar lo inexorable hasta el último aliento sin perder la esperanza. Lo dicho: eres dios o no eres nada.”
“El que se alimenta de las sobras soporta estoicamente la indeclinable contienda con lo inesperado sin plantearse dudas metafísicas. En rigor conoce la muerte, se codea y sonsea con ella cuando se droga o se alcoholiza, y siempre confiado en el instinto sube la cuesta pensando constantemente en tener la suerte de encontrar un "caído de la cuna" para ganarle a la existencia un feriado no laborable. Y mira que no me refiero a ese asunto de lastimar a la gente; es algo mucho más sutil que hay que experimentar, creo yo.”
Provenía del Maldonado, escupido por una crisis que lo tomó desprevenido. Tras un lapso oscuro y un golpe de fortuna entró a trabajar en una textil. El trabajo le proporcionó tomarse nuevamente del borde de la cornisa, hacer palanca con una pierna y subirse al mundo otra vez. Así fue que se cruzó con Elisa, una mujer que borró con un golpe de amor la obra de ingeniería inmoral que la desdicha había implantado en esa alma solitaria.
Como me ha ocurrido con tantos seres amados perdí la huella de Rafael.
Me regaló “El miedo a la libertad” de E. Fromm e “Historia Natural del Disparate” de Bergen Ivans, un postre delicioso que me permito saborear cada tres o cuatro años.


LUIS ALBERTO GONTADE
Derechos reservados
Montevideo, agosto de 2010
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