Cuando se separó de su mujer, su hijo apenas tenía dos años. Desde entonces acordaron que él lo buscaría los viernes y lo llevaría de regreso el domingo. Compró una resma de papel Bond, dimensión tabloide, y dos cajas de creyones de cera. Durante las tardes se sentaban en el piso y cada uno dibujaba su propia creación. Antes del anochecer se mostraban los dibujos. En vista de que el niño solo utilizaba el creyón blanco para sus dibujos, el padre discretamente sugirió al hijo, que utilizara otros colores, porque los dibujos en el blanco del papel no se apreciaban. Entonces, el niño se quitó el pañal y meó sobre su blanco dibujo, haciendo aparecer ante los ojos de su incrédulo padre, el esbozo de una hermosa catedral gótica.