Entre el círculo que hacía el farol de la calle, estaba esa pareja en plena conversación romántica.
En un momento la mujer, bella de cabellos marrones y ojos grandes y penetrantes, puso su mano en el pecho de su amado y con dulzura dijo:
-Regálame una rosa todos los días para poder acordarme de tu amor por toda la vida.
A eso el amado contestó tomando las manos de su amada y colocándolas contra su pecho:
-Siente, te regalaré algo más preciado que unas simples rosas que no durarán tanto como nuestro amor, mi corazón. Lo tendrás todos los días y al final tú decidirás si lo conservas contigo para toda la vida.

Después de un breve y eterno silencio, la amada nuevamente dijo, colocando sus manos en el rostro de su amado:
-Tienes razón, una rosa se marchita como muchas otras relaciones donde no hay amor.
Y colocando su mano otra vez en el pecho de su amado dijo:
-Además no puedes regalarme algo, que hace mucho tiempo, ya me pertenece.