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Mientras comía un bowl de cereal sentado en el sofá frente al televisor el pequeño Mario (a sus once años su madre seguía llamándolo de esa forma) repetía las palabras que decía su personaje de caricaturas favorito. En el televisor se podía ver a un perro parlante quejándose de ser muy pequeño y no poder alcanzar los estantes más altos de una cocina; Mario reía cada vez que el perro intentaba un inverosímil plan para subir sin poder lograrlo. Termino el programa y Mario fue a la cocina por otra tanda de cereal, se da cuenta tristemente de que al igual que el perro de las caricaturas el también es demasiado pequeño para alcanzar la alacena en donde se encuentra el cereal... empieza a reflexionar acerca de la incongruencia de su tamaño en un mundo para los adultos, todo es creado a la altura de ellos, los niños sufren por no alcanzar las alacenas mas altas, sufren por no poder ir a donde deseen, sufren por tener que ir a la cama a las nueve; algún día, cuando Mario sea mayor recordara este día como el inicio del fin de su niñez.

Al día siguiente Mario sale del colegio (para su fortuna este queda a solo unas cuadras de su casa), camina por aquel paso acostumbrado, sin percatarse de nada en el mundo, solo pensando en lo que mama hizo para comer el día de hoy, va a la mitad de su camino cuando algo súbito detiene su paso, es en ese momento cuando la descubre, en esa soleada tarde de junio. Montada en su bicicleta, con su uniforme de la escuela en donde ella estudiaba. Su cabello largo y brillante ondeando en el aire cálido de la tarde, sus ojos grandes y oscuros como el vacio en donde los sueños anidan, su sonrisa blanca, grande e inocente. Sus labios flor del roció, atrayentes como la luna llena, su piel asoleada ajena y prohíba.

Todos los días Mario paraba por unos segundos en esa parte del camino para poder observarla, todos los días ella pasaba por ese lugar y todos los días el estaba ahí para corroborarlo. Desde ese extraño día en que el la había visto por primera vez se había vuelto su adicción.
Sus mañanas comenzaban imaginándose a el mismo junto a la niña, pronunciando palabras mágicas que hacían que ella cayera victima irremediable del veneno de su corazón; al llegar la noche, Mario la soñaba junto a el eternamente, hablándole de sueños y contándole historias de cristal para que nunca se fuera.
Paso el tiempo y el seguía con su rutina diaria, a la misma hora la veía pasar y presa de un mutismo exacerbado solo podía verla mientras ella se alejaba hacia cual fuera su destino; su necesidad de amarla se transformaba en un monstruo insaciable que le devoraba lenta e inexorablemente. No podía pensar en otra cosa, ella se había convertido en su motivo para respirar.
Un día el azar le dio un bálsamo temporal para sus sensaciones, el había parado a observarla y entonces lo oyó, el nombre de esa criatura celestial; su padre se lo había gritado para que ella volteara y viera que habían pasado por ella - Alura!- ese era su nombre.

Y con ese nombre llego el fatalismo, pues el sabia que no había sido el único en escucharlo, alguien mas se podría adueñar de el, alguien mas intentaría arrebatarle su corazón y todo cambiaria irrevocablemente. Así que sin más preámbulo decidió ejecutar un plan para evitarlo.
Con esa determinación llego el mes de octubre; llego la mañana en donde pronunciaría las palabras que había soñado y escrito para ella, palabras que había moldeado y adoptado como parte de el, palabras que formaban parte de su sombra y esencia. Espero pacientemente en aquella parte del camino en donde ella solía aparecer. El tiempo transcurría paulatinamente, la brisa agitaba sus ropas y golpeaba su cara, haciendo la espera más dolorosa con cada minuto que pasaba. Al fin ella apareció con su uniforme limpio, sus calcetas blancas, sus zapatos negros. Por un momento sostuvo su mirada y lo vio a el, su corazón se transformó en piedra y entonces decidió dar marcha a su plan, la brisa empezó a aumentar de intensidad. Comenzó a caminar por la acera, idealizando los acontecimientos siguientes, pensando en los sueños futuros y en las promesas siguientes, se detuvo frente a ella a unos pasos de distancia; Entonces el viento hizo que la falda de Alura se enredara con sus piernas, ella perdió el equilibrio y cayo al suelo. Esa era la oportunidad de Mario, de acercarse, pararse frente a ella y ayudarla a levantarse, ayudarla y convertirse en su héroe. Todo esto paso por su mente mientras se acercaba paso a paso, sueño tras sueño y cuando estuvo delante de aquel amor encarnado sus pies no se detuvieron, siguió de frente e irreparablemente fue dejándola atrás para siempre, guardada en el olvido, muerte al corazón.

Ese día Mario comprendió que los adultos y los niños sueñan en cada amanecer, en esa historia que nunca sucedió pero pudo ser en algún momento, ese camino hacia el paraíso que no tomamos, esa pequeña desviación que ignoramos tan solo por estar atemorizados de nosotros mismos. Ese día fue aquel en el que la niñez de Mario llegaba a su fin.

Texto agregado el 06-08-2010, y leído por 112 visitantes. (0 votos)


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