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Conversaciones Conmigo Mismo
(El Silencio)

Al hallarme en silencio, cuando en vez de responder ante la vida reacciono contra la muerte, me preocupo menos por ciertos olores. Pero sólo sucede esto cuando me encuentro ante cierta clase de silencios. Estos son especiales, y, no sé con que lógica en particular, parecen ser provocados por el fastidio de los silencios comunes. Ahora, he pensado que son algún tipo de evolución del silencio que suceden, o sea, la progresión de una afonía que, sólo para mí, pareciera suplantar cualquier clase de sensación que no estuviera relacionada con el primer silencio, el que originó a los demás. La situación a la que me refiero, ese tipo singular de silencio, está predispuesta a mí, y ante todo ha alcanzado el valor de axioma, ya que, me he ocupado de ella por largo tiempo, lo que, de una forma u otra, la dota de una estructura, ahora tiene una anatomía, pienso, entonces será más fácil de definir, notablemente, mucho más fácil.

Diálogo número uno:

- He estado enclaustrado aquí tanto tiempo que he olvidado ciertos sonidos.
- ¿Enclaustrado en dónde?
- En los dos metros que me suceden, en el futuro inmediato.
- Veo que no has trazado nada.
- ¿Es necesario hacerlo?
- Lo es si no querés morir.
- Bien podés tener razón, empero...
- Empero...
- ¿Para qué la muerte si existe el silencio?
- ¿Cuál silencio?
- El silencio que provocan los sonidos que he olvidado.
- ¿Cuáles son esos sonidos?
- Los que se escuchan, los que se escuchan hombre.
- Y ¿cuáles son los que no se escuchan?
- Los del silencio...

Por ley, ahora puedo atomizar aquellos silencios, desmantelar la espina dorsal, por ley, porque la ley impera. Estos silencios, empero, suelen ser tan densos que se me dificulta mucho el poder desarticularlos de tal forma que sea posible comprenderlos. Tal vez por eso sean mis silencios, tal vez por eso me agraden tanto y premedite de tal forma su llegada. Esa sea probablemente la más escarpada de las cuestiones que me ocupan cuando medito sobre aquellos silencios, ¿de cuándo acá he empezado ha determinar su arribo?. Cuando trato de resolver esta irresolución puedo entender todo, todo excepto lo primero que me pregunté. Cada uno de estos momentos de quietud, que en mí se albergan de esa forma tan pasmosa, se originan cuando me hallo reposando por las tardes, cuando he llegado de mi interior y subo al tejado, a través de la ventana y ayudado por una soga que diseñé específicamente para esta labor. En algunas ocasiones, cuando me dirijo a la ventana para ascender, he creído capturar el instante exacto donde se acallan los vientos, donde nada escucho. Pero valga decir que todas estas experiencias han sido infundadas, ya que, debido a mi natural escepticismo, he llegado a esforzarme por escuchar algo en esos momentos, lo he logrado todas las veces, cuando al darse inicio al verdadero silencio, en los tejados, no puedo escuchar hasta que el mutismo culmine por voluntad propia, haciendo vano cualquier intento por abandonar la afonía hasta que esta se ausente por si misma.

Diálogo número dos:

- ¿Por qué te has callado?
- Algo me afecta.
- ¿Y qué es ese algo?
- Inercia.
- ¿Cómo te afecta?
- Temo que me ha absorbido totalmente, que soy parte de ella.
- ¿Cómo podés afirmar tal cosa?
- Sigo cierta lógica, hay razones.
- ¿Cuáles son estas razones?
- He visto cosas.
- ¿Y qué has visto?
- Algunas veces me veo venir, descalzo, sin ánimos de ser real...
- Continuá.
- Entonces pienso que podría ser otro el que se acerca.
- ¿Y qué pensás cuando esto sucede?
- Que tal vez soy la antípoda de mí mismo, el reflejo de lo que soy y nunca fui.
- ¿Eso te incomoda?
- Me preocupa.
- ¿Hasta qué punto?
- Me inmoviliza totalmente.
- Lo que confirma tus temores.
- Exacto.
- Formás parte de esa parálisis.
- Lo que significa que...
- Es irreversible mientras continúe existiendo inercia.
- No podré moverme hasta que esta desaparezca.
- Y si esta desapareciera dejarías de existir, porque formas parte de ellas.
- No hay salida.
- Entonces todo está predestinado ya.
- Ciertamente.
- ¿Para qué existís entonces sino podés moverte?
- Todavía me queda algo.
- ¿Qué?
- Puedo pensar.
- ¿Para qué te sirve eso?
- Puedo moverme dentro de mí mismo.
- Pero no tendrás que mover.
- ¿Por qué?
- Sin moverte no podrás absorber cosas.
- ¿Y?
- ¿En qué vas a pensar entonces?
- Algo me queda del pasado.
- Pero algún día lo olvidarás.
- Entonces ahí moriré.

Las cosas ocurren así. Al llegar al techo, y teniendo por descontado que no esté lloviendo, me acomodo en un arrume de tejas que he dispuesto para tal ocasión. Me echo en ellas pues, y trato de pasar desapercibido ante mí mismo, ausentarme por algunos minutos de mi cuerpo para poder descansar de los asuntos reales, dejándolos ahí, en ese cuerpo, que ahora está libre de mí. Abro los ojos desde el lugar remoto donde me encuentre, no los cierro, si así lo hiciese no podría notar el efecto visual de aquel silencio, y éste, valga aclararlo, es el que realmente merece la serie de acciones que provocan el suceso en general. Entonces, y en medio de la normalidad más corriente, ascienden a mí ciertos olores, muy sutiles, muy penetrantes. Estos olores son, por decirlo así, la incógnita, la molestia, que el silencio subsiguiente solucionará por si mismo. Son los olores del universo que se evapora luego de haber bullido por corto tiempo. Trata de esfumarse, pero no se va porque no tiene donde ir, se contiene a él mismo, está atrapado dentro de si. Entonces decide quedarse quieto, así por lo menos se ahorra el esfuerzo de moverse. Aquí actúa el silencio, escurriéndose a través de la materia inmóvil, siendo lo único con la capacidad de hacerlo. Es esta la revelación visual de la que hablo, la quietud del universo, pero esta sólo se puede observar desde mi techo, y en el más absoluto silencio.

Diálogo número tres:

- Cuando callo se abre el vacío.
- Eso es pleonasmo.
- ¿Qué?
- Lo que acabás de decir.
- ¿Por qué?
- Porque lo que se conoce como silencio es un vacío entre dos sonidos.
- ¿Y?
- Pues que se sobrentiende, no tenías porque decirlo.
- Perdón.

Naturalmente la idea de silencio se invierte después de la experiencia en el tejado. Puedo escucharlo, lo advierto de hecho, mucho antes de su inicio, cuando aún se muestran sonidos de toda clase. Aún así lo premedito, aún así.

Diálogo número cuatro:

- ¿El silencio tiene la capacidad de avanzar?
- Esa pregunta debería ser la consecuencia de otra.
- ¿De cuál?
- ¿El silencio es ausencia o presencia?
- Explicáte.
- ¿Es algo que está o es algo que falta?
- Está claro que es algo.
- ¿Por qué decís que es algo?
- Porque sino no tendría densidad y capacidad expansiva.
- ¿Le estás otorgando capacidad motora?
- Tal vez.
- ¿Por qué?
- El silencio es sólo una clase de sonido.
- Ummm...
- Sólo que este no se escucha, pero es un sonido.
- ¿Y?
- Y los sonidos se mueven, sino no lo serían.
- Es Lógico.
- No, no es lógico, es verdad.

Es notable la agudeza de ciertos sonidos. Afirmo esto más por experiencia que por reflexión, de hecho, creo que estos toman para si algunas habilidades destinadas a otros elementos, gozan de inteligencia propia, luego, están fuera de toda simpleza, de cualquier tipo de análisis ligero, hay que profundizarlos, hacer parte de su lógica. Pero, además de su autonomía, lo que me inquieta es la forma en que penetran. Es fastuosa, llama la atención, crea expectativa, entonces, se espera su llegada, el sonido mismo nos la advierte, la gritan antes de iniciar el recorrido, cuidado, esto es importante. Ahora, esto predispone al receptor. Deducible. Pero aquí se produce el fenómeno conocido como sorpresa, no hay un canal perceptible, ¿cómo llegan entonces?. Incomprensible. Ahora se sabe que se aproximan, pero se ignora, atención, se ignora totalmente el momento exacto de su llegada, crean incertidumbre, ¡preocupan!, esa es su agudeza, he ahí su destreza, el engaño. Pero para empeorar la situación de aquel receptor hay algo que se desconoce en medio de la ansiedad. Mientras nos han trastornado con la incertidumbre de su arribo se han convertido en algo más peligroso aún, se han transformado en silencio. Sobra decir que finalmente nunca advertimos su llegada. Normalmente nos podemos quedar toda una vida esperándola.

Texto agregado el 09-09-2002, y leído por 621 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
26-01-2003 Vaya!! Aquí hay realmente muy buenos cuentos. saludos roger
01-10-2002 Muy buem monólogo, muy filosofico, es inteligente la forma en lo haces, además bastante novedosa... felicityaciones!!!! es impactante. arlex
27-09-2002 No tengo palabras para expresar lo que siento al leer su escrito, excelente... =) dawn
23-09-2002 excelente hermano cronopio
09-09-2002 !Pasado! que saga tan interesante nos muestras, son sólo tres o has producido más? ya has publicado? respondéme... felicitaciones muy buen ahondamiento en los conceptos de silencio !pasado! exterminador
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