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La Concertación, en Chile, hizo su propaganda para salir de la dictadura con el símbolo del Arco Iris. En ella había gente de todos los “colores” Y fue una gesta enorme podernos sacudir el yugo. Esta epopeya es la que deseo narrar ahora, independientemente de lo que vino después, que no viene al caso.
De niño leía, los periódicos y veía con angustia fotos de dictadores latinoamericanos jurando respetar la Constitución que acababan de atropellar. Fui formado con espíritu democrático, por lo que me repele todo autoritarismo.
Advertencia: Cuento no apto para pinochéticos.

EL ARCO IRIS

El anciano general dormitaba al sol muellemente sentado en su sillón. Añoraba ese tibio calor recibido por el astro bienhechor en su tierna infancia; cuando era feliz con una felicidad mucho más pura que la actual. Según sus detractores, su vida era un invierno; su corazón, un monumental trozo de hielo compacto, duro y frío. Se decía que no pertenecía a ningún signo zodiacal, sino que nació y fue criado bajo el signo invernal; “Infernal”, decían aquellos.
Unas cuantas palomas sobrevolaron la tibieza matutina e hicieron sombra sobre él. Desprevenido como estaba el anciano general, se sobre-saltó cuando las aves oscurecieron, por un mínimo instante, su adusto rostro curtido, según él, por mil batallas. Los dictadores siempre viven en la inquietud.
Del sobresalto pasó a sentirse molesto al reiterarse el hecho y, siendo fácil de irritar, se tornó iracundo finalmente. ¡Había dado órdenes terminantes de no ser molestado por nada ni por nadie y, acostumbrado a ser cuadradamente obedecido, aquellas vulgares aves osaban importunarle! Así que emitió otro decreto perentorio:

“Considerando:
- que las palomas manchan los monumentos nacionales, dejando con ello mal puesto el nombre del país;
- que las palomas son un peligro para la salud pública, pues, además de ser portadoras de enfermedades oscurecen el sol; y
- que es un deber de un buen gobernante velar por los suyos,

Decreto:

1° Todas las palomas, sin excepción, deben emigrar del país.
2° Las renuentes se atendrán a las consecuencias.

Sépase que mientras yo gobierne, ningún ciudadano honesto quedará desamparado.
YO, EL GENERAL.


Empezó pues una nueva guerra. Ahora contra las subversivas palomas. El ejército, la aviación y la marina se pusieron de pie, en vuelo y navegación respectivamente, como un solo hombre, para la heroica gesta.
Se organizaron los grupos de espionaje y contraespionaje, grupos especiales y brigadas de asalto. Y sobre todo, se alertó a la opinión pública en contra de la nefasta presencia columbana. Porque al pueblo hay que mantenerlo debidamente informado, agregó.

Un desconsiderado invierno se precipitó sobre las palomas. Las menos, emigraron con tristeza, puesto que gran parte de ellas no podían hacerlo. Unas estaban empollando o velando por sus pichones. Otras lanzaban arrullos de dolor. ¿Cómo volar y amar en tierra extraña dejando sus raíces en la propia?
Algunas especialmente tuvieron triste fin porque, olvidando su condición de palomas, e indignadas ante la destrucción sistemática de sus huevos y de sus hogares, procedieron a defenderlos con garras, picos y alas. Naturalmente perecieron en tan desproporcionada empresa.

Ante el prolongado acoso, replegando sus alas, recurrieron a los campanarios de las iglesias, tradicionales albergues de sus antepasados. Algo palió aquello su lamentable situación. Aunque a menudo, desconocidos ingresaron subrepticiamente a las torres provocando graves descalabros entre las aves. No era extraño encontrar palomas degolladas o quemadas.

Y de muchas... no se supo más nunca...

Pero las palomas son astutas como serpientes y se las ingeniaron para sobrevivir, con la esperanza de los pobres: Que los victimarios se cansaran y pasase tan crudo invierno con su cruenta persecución.
Lo que al fin hubo de suceder.
¡Bien dicen que no hay mal que dure cien años!

Tras la inmisericorde tempestad, con truenos, rayos y vientos enloquecidos, el invierno cesó, amainando la persecusión. Y maravilloso, más formidable que nunca jamás, apareció el Arco Iris engarzado en el aire, llenando el ambiente de esperanza y alegría.
Tanto, que algunas palomas osaron retozar dando cortos vuelos de alivio a sus ya casi anquilosadas alas. Posteriormente todas se fueron entusiasmando y llenaron los aires con su aletear.
Muy pronto sus arrullos amorosos alegraron la región. ¡Celebraron el triunfo de la vida!

El derrotado general chilló, pateó y lloró de impotencia y despecho ¡Le declaró entonces la guerra al Arco Iris! Sus huestes se encontraban gozando de sus prebendas o desgastadas, y no pudieron seguirlo ni apoyarlo al no contar con los bríos de antaño.
Salió él solo con unos pocos a presentar batalla al Arco Iris.

Pero mientras más lo perseguía, más este se ponía fuera de su alcance, más se alejaba. Y así el general marchó día tras día, en pos del escurridizo e intangible Arco Iris, empecinado en una guerra inacabable y obsesiva.
Tanto fue su perseguir, que se extravió en tierras lejanas y en las sombras de la historia, y se transformó en leyenda de pesadilla; mientras las palomas gozaban la paz en una perenne y florida primavera. Esperando aún y siempre tiempos cada vez mejores.




Texto agregado el 15-07-2010, y leído por 270 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
29-02-2012 Que entretenidas metaforas. Algunas palomas nuestras emigraron a Noruega, parece que prefieren la monarquia constitucional. pantera1
22-08-2010 Buena fábula,hombre feliz, me ha encantado.senoraosa**** senoraosa
17-07-2010 Excelente.....Excelente....Excelente texto.... Muuuuyy bueno. Muchas gracias por compartirlo. Faluu
15-07-2010 Es que los dictadores se creen todopoderosos, amos de vida y hasta de la muerte, persiguen todo aquello que les estorba para sus fines, sin darse cuenta que tarde o temprano su impunidad, acabará.Estrellitas y un beso, Ma.Rosa. almalen2005
15-07-2010 Muy bueno Filiberto
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