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El ataúd de Oro.

La leyenda de Don Hidalgo Senario.

La funeraria quedaba a la derecha, según el cartel que al comienzo de la calle Márcena indicaba el lugar dónde se encontraba la misma.
Horacio Laguarda, funcionario público de la ciudad de Haspel, acababa de preparar al difunto señor Senario para su funeral.
Aquel hombre había pedido su último deseo, un deseo que a la familia Senario le costaría muy poco trabajo cumplir.
El deseo que Don Hidalgo Senario pidió, fué el de ser enterrado en un ataúd de oro macizo.
Senario S.A. era una de las empresas más sólidas de ese momento, sus acciones en bolsa rayaban la cima del poder.
El ataúd fué encargado a la alta fundición Macrosa, una fábrica que trabajaba el oro con gran limpieza y maestría.
El funeral sería a las 21:00 horas en la capilla de la iglesia flotante, un lugar con forma de platillo volante que se elevaba sobre un sólido pilar y que podría albergar a unas quinientas personas en su interior.
Macrosa llegaría con el ataúd más caro de la historia sobre las 20:00 horas apróximadamente, cómo citó en su escrito el director adjunto de ésta, Sabriel.
Los familiares del difunto señor Senario, fueron llegando a la entrada de la iglesia flotante entre la multitud de personas que se íban concentrando, a la expectativa de ver aquél ataúd de oro macizo, un ataúd que nadie en su vida hubiera mandado construír, a no ser claro está, que fueran cómo el propio señor Senario.
Un hombre silencioso, vestido siempre de oscuro, con ojos penetrantes que intimidaban a aquéllos que por mucho tiempo se quedaran con fijeza mirándolos.
Sus escasas sonrisas, sus innumerables noches de paseos nocturnos por las calles de Haspel cómo un alma en pena, hicieron comenzar las habladurias de la gente, una ciudad que empezó a desconfiar e incluso a temer a aquél hombre.
El ángel oscuro, le llamaban algunos, otros simplemente el demonio de Haspel.
Su vivienda de color negro, quedaba a las afueras de la ciudad sobre un arrecife de dificil acceso.
Un castillo tan oscuro y sombrío cómo la noche sin luna, sobre un mar bravío que a cada empuje de su oleaje pareciera querer tirar a aquél maldito por la borda de dicho arrecife.
El ataúd llegó a la hora que se dijo y el señor Senario fué introducido en el interior del mismo.
El peso era considerable, un ataúd de oro macizo al que se le habían añadido ochenta kilos de peso muerto.
Pero todos se preguntaban, ¿ el por qué de esa última voluntad ?.
Estaban en verdad embelesados mirando hacía una obra maestra de un valor que soprepasaba los límites económicos de la comunidad allí presente.
El secreto de esa voluntad se fué con el señor Senario.
Aunque sí es verdad, que cuando se debatía entre la vida y la muerte, fué cuando pronunció dicho deseo.
Tan sólo dijo: "construid un ataúd de oro macizo y metedme en él".
Las órdenes de Don Hidalgo eran obedecidas sin pararse a pensar en las mismas, y ésta siendo la última fué cumplida a rajatabla por su familia.
Cuando acabó el funeral, el ataúd con su inquilino fueron llevados hasta el cementerio de Haspel, dónde se le enterró con todos los honores que un miembro de esa comunidad se merecía.
Incluso se puso la bandera del ayuntamiento a media asta durante tres largos días.
La gente según fué pasando el tiempo, se fueron olvidando del ángel oscuro de Haspel, pero lo que nadie sospechaba sobre el tema de aquél ataúd, es que hacía que el cuerpo del señor Senario no se corrompiera, ni fuera comido por los gusanos.
El ataúd impedía también algo que jamás se consiguió en ningún ser humano antes, salvaguardar el alma.
Si, el oro macizo impediría que el alma de Don Hidalgo partiera rumbo hacía el otro lado.
El pacto que hizo para conseguir llegar a ser uno de los hombres más ricos del pais, llevaba consigo el no dejar su alma salir de su cuerpo.
El diablo haría que trás un tiempo de descanso, aquél hombre volvíera de nuevo a la vida, con su misma forma humana y su misma alma dentro de sí.
Que decir tiene, que cuando se le impuso el sobrenombre de ángel oscuro ó demonio de Haspel, áquellos que lo hicieron no estaban tan desorientados.
Cómo si en verdad supieran que quién yacía dentro de ese ataúd de oro, no era un ser humano cualquiera, sino el mismo diablo convertido en ser humano, para nunca más volver a morir ...

Escrito por Carlos Them

© Copyright Carlos Them 2010. Todos los Derechos Reservados. All Rights Reserved.

Texto agregado el 02-06-2010, y leído por 333 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
02-06-2010 ay mi madre! el mismito demonio. pense en un vampiro, pero esto me supera DIVINALUNA
 
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